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Juan Frío: en donde renace la confianza

Este lunes se cumplen 18 años de la incursión paramilitar a la zona.

Antes, la carretera era pura tierra; antes, cuando había siembra de caña se contaban 14 trapiches; antes, el río no se secaba como ahora; antes del año 2000, todo era distinto en Juan Frío (Villa del Rosario), hasta cuando la violencia pareció estancar en el tiempo este territorio.

Este lunes se cumplen 18 años de la incursión paramilitar a la zona, un domingo a eso de las 3 p.m., cuando asesinaron a William Palencia, Gerardo Rangel, Javier Antonio Gómez, Julio César Vázquez, y los esposos Nohora Albeira Delgado de García y Carlos Julio García.

La fecha es triste para víctimas, vecinos y amigos que los vieron perecer, pero seguirá ligada a una memoria imborrable de lo que nunca debió ocurrir. 

“Estos días son terribles para nosotros”, dijo Fideligna Gómez, víctima de la guerra, durante el recorrido que se hizo este fin de semana desde un mural elaborado en la casa del hijo de los esposos García Delgado, a la entrada del corregimiento, rumbo al monumento a la Virgen.

La ruta sirvió para reivindicar el buen nombre de los asesinados y entregar una ofrenda a sus familiares, salvo en el caso de Palencia, cuyos parientes desplazados ya no están en el lugar, y el recuerdo floral quedó a los pies de la Virgen.

Este fin de semana, las víctimas recorrieron las zonas de las muertes, y pidieron que ocurrido no vuelva a pasar.

Con el transcurso de los años, algunas heridas sanaron y la esperanza aún tiene cabida, en viejas y nuevas generaciones que han encontrado en los procesos de reparación y memoria un alivio al desencanto que dejó la violencia; eso sí, aún falta vía, proyectos productivos, servicios básicos, y confianza en que Juan Frío no es un recuerdo, sino un lugar real que quiere reconstruirse.

Así lo dejó saber Diego Cárdenas, el joven presidente de la junta de acción comunal, quien afirma que si bien esa historia marcó el territorio, es momento de salir adelante y demostrar, como ha ocurrido en los últimos años, que Juan Frío es territorio de paz.

Prueba de ello es el colorido e impactante mural que la comunidad ayudó a elaborar, en uno de los sitios trágicos, pero en el que está la evidencia pura de que el lugar está listo para salir a flote, como la regordeta cachama que sostiene un par de manos rodeadas de montañas, del inmenso verde, del cielo fresco y un petición: Cuéntale a la gente que tenga más confianza.

“Queremos que la gente tenga confianza en Juan Frío, que venga, nos visite, porque hay muchas cosas para mostrar”, afirmó Cárdenas. “Toda una comunidad que ha logrado salir adelante, y ha ido mejorando mucho”.

Según Gómez, “si bien el conflicto nos marcó, también nos mostró que somos valientes y resistentes”, razón por la que Juan Frío urge reanudar su actividad y salir del estancamiento.

La elaboración de mochilas se convirtió en una estrategia para elaborar recuerdos y dejar en un producto la memoria colectiva.

Tejer, unir, creer

En el proceso de reparación colectiva, la Unidad para las víctimas, la Alcaldía de Villa del Rosario, el Centro Nacional de Memoria Histórica, la Agencia de cooperación alemana (GIZ), y la Fundación 5ta con 5ta Crew han tenido roles protagónicos, en especial esta última, con una iniciativa que convocó a mujeres de la zona, desde hace tres meses, para tejer memoria.

Andrea Quiñones, asesora pedagógica de los procesos de la 5ta con 5ta, explicó que el proyecto de elaboración de Mochilas de la memoria se inspiró en otras ideas similares que dejan un producto tangible en el que “la memoria se puede tocar”, luego de horas de charlas, anécdotas, y simbolismos que intentan curar.

En este desarrollo, basado en la técnica wayúu, también se incluyeron componentes audiovisuales, fotografías, un documental, el tejido mismo del mural y una capacidad instalada que las unió y les deja en mente el sueño de crecer con los tejidos, con los talentos descubiertos, para seguir creyendo en Juan Frío, y que otros también lo hagan.

“El daño estructural e histórico es irreparable, pero creemos que así como los violentos hicieron daño de tantas maneras, ahora nos toca a las organizaciones, al Estado, y a la comunidad apoyar continuamente estos procesos”, enfatizó Quiñones. “Ahora nos toca a quienes vivimos aquí hacernos cargo de los dolores, los afectos y las heridas, e intentar acompañar como profesionales y líderes”.

Rocío Sanabria Manrique, una de las tejedoras, afirmó que el proceso fue llamativo y les dejó alivio, paz, nuevas ideas y sobre todo, la posibilidad de dejar a un lado la soledad.

“Es una manera de enseñar a la gente cómo ocupar el tiempo libre porque hay personas que se ponen a pensar… y es mejor ocupar la mente tejiendo”, comentó. “Yo quisiera invitar a las personas de todas partes, a que se acerquen a quienes saben tejer para que les enseñen y no se estén en una esquina pensando qué hacer, sino produciendo ideas, porque eso es lo que uno teje: ideas y sueños”.

Aunque lamentó que en el acto simbólico los demás habitantes de Juan Frío no hubiesen atendido el llamado a la memoria, se mostró satisfecha porque el grupo de víctimas y acompañantes permanece fuerte.

“Tejimos confianza, amistades, y aunque yo tengo familia acá, no conocía a quienes estaban en el grupo, pero son agradables y caritativos”, relató. “Esos sábados que nos reuníamos era lo más bonito, porque nos poníamos a contar no solo lo que pasó, sino a hablar de la familia, los hijos…”

Dijo que en Juan Frío “ya se siente paz”, y percibe más tranquilidad, más heridas que sanaron, y por eso “hay que venir a Juan Frío; por la gente, las personas tienen otro semblante, y está volviendo a surgir”.

Para ella, para el presidente de junta, para las víctimas y para los habitantes, Juan Frío es un territorio esperanzado, que quiere dejar atrás el estigma, y ser, por fin, el Juan Frío que era antes.

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Domingo, 23 de Septiembre de 2018
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