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Cúcuta
‘Llegará el día en que no hayan campaneros’
Ese oficio está desapareciendo de la vida de las iglesias católicas.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Domingo, 21 de Octubre de 2018

Sin tener un grado jerárquico en la iglesia católica, los campaneros han jugado por siglos un rol importante, porque son los encargados de tañer las campanas que llaman a los feligreses a escuchar la palabra de Dios.

Los campaneros hasta hace muy poco existían en la mayoría de iglesias, cumpliendo con ese ministerio, que en muchos casos se hacía por verdadera vocación, sin recibir pago alguno.

Tenían la responsabilidad de subir a los altos campanarios a tocar, repicar y revisar el mantenimiento de las campanas, las cuerdas que atan los badajos (pieza metálica en forma de pera, que pende en el interior de las campanas y con la cual se las golpea para hacerlas sonar), la tensión de los distintos cables y cuerdas, así como la supervisión del reloj de la iglesia.

Sin embargo, con la prohibición que pesa sobre algunas casas de Dios para que se hagan los llamados diarios a misa, por demandas interpuestas por vecinos a quienes les afecta el ruido, o simplemente por la aparición de sistemas mecanizados y automatizados para tocar las campanas, la profesión de campanero cayó en desuso, quedando pocos que se resisten a ser relegados.

La historia de un campanero. Uno de ellos es Carlos Eduardo Herrera, de 50 años, quien por 16 años en su condición de sacristán de la iglesia Nuestra Señora del Rosario, tuvo la responsabilidad de ser el campanero en ese templo considerado una joya arquitectónica de Villa del Rosario.

En casi dos décadas subió y bajó a diario los 40 metros del campanario, donde están instaladas las cuatro campanas, la principal llamada Ramona, que es una de las más antiguas de Norte de Santander, cuyo eco se escucha en todo el municipio histórico.

La campana se instaló en la torre de la parroquia del nuevo casco urbano, trasladada del templo de la Villa Antigua que se derrumbó el día del terremoto de Cúcuta, el 18 de mayo de 1875, que habría sido fundida en la herrería del barrio El Rastrojo, villorrio colonial en el que transcurrió la apacible vida de los rosarienses de la época, según los cronistas del municipio.

Carlos Eduardo Herrera, ejerció por 16 años el oficio de campanero en la iglesia Nuestra Señora del Rosario.

La iglesia de Nuestra Señora del Rosario, erigida bajo la administración del padre Marco Antonio Mora, empezó a ser edificada a finales del Siglo XIX y terminada en 1926. Allí reposa la imagen de la Virgen, que presenció la instalación del Congreso Constituyente de la Gran Colombia, el 6 de mayo de 1821. 

Carlos Herrera, quien está preparando en el oficio al nuevo sacristán de la parroquia, explicó que el sacristán es la persona que tiene el manejo de la iglesia, después del sacerdote, encargado del mantenimiento, la limpieza, el arreglo de los ornamentos y de preparar las eucaristías, las ofrendas y los libros para las lecturas diarias que correspondan, según el ciclo eucarístico, así como repicar las campanas, entre otras obligaciones. 

En ese oficio pasó buena parte de su vida, en la principal iglesia de Villa del Rosario, en la que hay cuatro celebraciones eucarísticas los domingos y tres los días de la semana, sin contar con las misas de difuntos. 

Él aprendió cuando pertenecía al grupo juvenil de la parroquia, y el párroco de esa época lo animó a vincularse a las actividades de la iglesia porque tenía carisma para el canto y para leer los salmos, dejando el oficio de zapatero que desempeñó hasta ese momento.

En una semana el anterior sacristán, Sady Bermúdez, lo instruyó en el oficio y él a su vez  enseñó al monaguillo mayor, quien es en ese orden quien tiene la responsabilidad de subir a la torre, por el riesgo que el trabajo representa, que debe ser desarrollado por una persona ágil y preparada para eso.

La iglesia de Nuestra Señora del Rosario empezó a ser edificada a finales del Siglo XIX y terminada en 1926.

Importancia de fe

El padre Carlos Fernando Duarte Ribero, párroco de la iglesia Santa Mónica de Prados del Este, dijo que el campanero tiene importancia por el significado de las campanas dentro de la vida de la iglesia y la vida de fe de los cristianos.

Explicó, que las campanas siempre han sido la manifestación de transmisión de mensajes a la comunidad, y que en el transcurso de los siglos la iglesia las ha utilizado para llamar a la celebración eucarística, valiéndose de diferentes formas de tocarlas para manifestar lo que se estaba celebrando.

La forma más usada era la de llamar a la eucaristía y se empezaba media hora antes, tocando cada 10 minutos entre uno y otro repique, para informar que estaba cerca la hora de la misa.

Si eran por ejemplo a las 6 de la tarde, se hacía un toque que era el llamado de acólitos, y hacia las 5:30 se tocaba el primero, según se decía, con una forma particular de hacerlo y al final se daba un campanazo fuerte. 

En el segundo se dan dos campanazos y en el tercer tres toques al final, significando que "faltan cinco minutos para empezar el oficio religioso, es hora de llegar", según Duarte Ribero.

Las campanas se tocaban entre otras cosas para llamar a las misas diarias y a las ceremonias religiosas de difuntos.

Otros usos. Se utilizaban las campanas cuando se llamaba a la misa de difuntos, entonces era un redoble más lento, y la gente por el sonido triste y espaciado de un toque al otro, sabía que había una misa para difunto.

El sonido de las campanas fue transmitiendo a las comunidades un sentido de fe y una vivencia de las celebraciones, porque era un llamado a vivirlas.

Otro momento en los que se tocaban campanas de manera especial eran la pascua, cuando se canta el Gloria, que celebra la resurrección de Jesucristo, con un toque muy alegre a rebato, para manifestar la alegría que ese momento significa para los cristianos. 

Así mismo, durante la celebración de media noche del 24 de diciembre que anuncia el nacimiento del Niño Jesús, entre otras celebraciones especiales como el Corpus Cristi, cuando se tocaban las campanas durante toda la procesión, al igual que en las fiestas patronales y se hacía con toques prolongados y alegres.

En algunos pueblos se llegaron a usar las campanas para toques determinados a fin de informar la llegada de alguna persona importante, en situaciones difíciles o de desastres para enterar a la comunidad, porque se carecía de otros medios para hacerlo.

En épocas navideñas, particularmente en los Santanderes, se tocaban las campanas para llamar a la misa de gallo, como popularmente se conoce a la misa de aguinaldo, ícono de alegría y regocijo del mundo católico, que sirve de preparación para el nacimiento del niño Jesús, que inicia el 16 de diciembre y terminan el 24 del mismo mes.

Un verdadero oficio. El campanero era una persona que se preparaba para ese menester, sobre todo en aquellas iglesias donde los campanarios eran lugares muy especiales. 

Algunos campaneros se dedicaban a producir música mediante el toque de varias campanas (lo que se conoce como el arte del campaneo),  instaladas en elevadas torres de las iglesias con diferentes tonalidades, tamaños y aleaciones de metales como el bronce (22 % de estaño y 78 % de cobre), llegando a recibir un pago por ese oficio que solía encargarse a personas de mucha confianza y prestigio entre la comunidad religiosa.

El Campanero que es un hermano en la fe y no necesita ser un santo para ejercer su oficio, tiene bien ganada la bendición de Dios. Este personaje corre el riesgo de que algún día desaparezca de la vida eclesial, aunque las campanas sigan en los campanarios de las viejas iglesias sin que los años las destruyan, mientras que los fieles por costumbre seguirán asistiendo a misa, olvidados de esos maravillosos repiques que la anunciaban como una gran fiesta de alabanza al creador. 

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