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Mujeres migrantes deben acudir a la informalidad

La Opinión le trae el duro testimonio de venezolana en condición de prostitución.

Daniela, como prefiere que la llamen,  tiene 28 años, es regente en farmacia y llegó a Cúcuta hace 2 años y medio. Sus expectativas en Colombia eran conseguir un empleo como mesera o en cualquier área comercial. Sin embargo, sabía que no podría ejercer su profesión porque no tenía la documentación que lo corroborara.

Su hijo ,de 2 años, la acompañó en su travesía. Ella no podía dejarlo porque las dificultades en Venezuela superaban su miedo a lo desconocido. Luego de varias semanas caminando sin encontrar ningún tipo de oferta laboral y con tan solo una galleta para alimentar a su pequeño, Daniela tuvo que buscar otras opciones.

Por medio de Facebook una amiga la contactó y le ofreció trabajo sin ningún tipo de documentación y al menos sustentarse, mientras iba conociendo la ciudad.

“Mi amiga me dijo que fuera a trabajar al parque Mercedes, me explicó que debía hacer y cuánto cobrar (…) Fue difícil para mí, llevaba a mi hijo conmigo, no tenía con quién dejarlo. Cuando alguien quería estar conmigo, se lo dejaba a una de ellas, iba preocupada y pensando en que el niño se quedó llorando, pero no tenía otra opción. Intenté hasta pedir dinero en la calle”, precisó.

Hoy, dos años después, Daniela sigue en condición de prostitución y menciona que está a cargo económicamente de cinco personas, incluyendo a su pequeño. Esta mujer precisa que intentó tener un capital para trabajar como vendedora estacionaria en el mismo parque, pero la Policía no la dejó.

Infortunadamente, esta es la realidad a la que se enfrentan miles de venezolanas y colombianas retornadas, que, ante un panorama de crisis en el vecino país, decidieron viajar a Colombia en busca de oportunidades, pero se encontraron con una de las ciudades con más alto índice de desempleo e informalidad del país.

Pocas oportunidades

Katherine Crespo, también venezolana, llegó hace tres años a vivir a Cúcuta, hospedándose en una casa cerca donde residían varias mujeres en condición de prostitución. Su cercanía a ellas, le permitió conocer sus historias y la instó a buscar ayuda.

Su apoyo más cercano fue el colectivo de Mujer Denuncia y Muévete, en donde por medio de diferentes acciones, logró que varias de ellas pudieran tener un acercamiento a esta organización y un acompañamiento sicosocial. 

“Todo lo que han tenido que ver y vivir esas mujeres, les ha hecho desconfiar del entorno en el que viven. De hecho, para lograr que salgan del parque Mercedes a recibir ayuda o acompañamiento. Es muy complicado debido a la desconfianza que existe en estas organizaciones y al gobierno local, ya que muchas han sido burladas”, acotó.

Katherine mencionó que la mayoría  llega con otras ideas preconcebidas desde Venezuela. Y es que, muchas de ellas trabajaban en diferentes áreas e incluso, algunas son profesionales, pero todo es perdido en un país que no tiene capacidad para emplear.

“Acá para trabajar legalmente piden una serie de documentación que realmente hoy es muy difícil de conseguir en Venezuela. Tener recursos para un pasaporte, salir de su hogar y llegar a otro país documentada es muy complicado. Por eso, gran parte de ellas llegan con un estatus legal irregular”, señaló.

Alejandra Vera, directora del colectivo Mujer Denuncia y Muévete, dijo que en tres años han atendido a cerca de 12.000 mujeres migrantes y algunas de ellas en condición de prostitución.

“Dentro de las jornadas de acompañamiento y atención de estas mujeres, muchas de ellas padecían de enfermedades de transmisión sexual y otras estaban quedando embarazadas, producto de los mal llamados clientes. No tenían a quién reclamar”, mencionó.

A pesar de esto y gracias a la cooperación internacional, una buena parte de ellas han podido al menos, acceder a servicios de salud, pues era incluso un derecho que se les estaba violando.

Violencia económica e informalidad

Desde el Observatorio de Mujeres de Norte de Santander se desarrolló un estudio con respecto a la violencia económica que las mujeres atraviesan en la región, en donde gran parte de ellas son migrantes. 

Adriana Pérez,  directora del observatorio, mencionó que ha tenido contacto con varias mujeres que  hacen parte de la informalidad de la economía y otro puñado del sector formal, que se está valiendo de emplear a esta población.

“Hemos conocido ya de varios casos de mujeres que trabajan en restaurantes a muy bajo precio. No cuentan con garantía de protección laboral, entonces es muy fácil que les pongan horas extras y que no se las paguen, que haya explotación laboral incluso hasta sexual”, acotó Adriana.

Al parecer, todo esto lleva a que estas mujeres se organicen y busquen otras fuentes de ingresos de dinero y entren a trabajos informales que incluso rayan en la ilegalidad, como lo es el contrabando, el microtráfico y acciones en las que ellas puedan conseguir un recurso económico; entendiendo que muchas de ellas son madres cabeza de hogar, madres solteras y que, en casi todo los casos, sostienen a familias enteras tanto en Cúcuta como en su país natal. 

Una voz de aliento

La Fundación Mujeres Activas y Productivas (Fumupro), dirigida por Liz Corredor, es una de estas organizaciones que han desarrollado diferentes líneas de atención a la población migrante. Allí, las mujeres reciben acompañamiento, ayuda sicosocial, atención médica, atención educativa para los niños y se busca implementar proyectos productivos sostenibles. Sin embargo, esta última actividad,  no se ha podido llevar a cabo por falta de financiamiento.

“Entendemos la realidad en la que viven, pues hemos atendido incluso a menores de edad entre los 7 y los 14 años que han llegado a ser víctimas de proxenetismo, muchos de los victimarios son allegados a ellas. La realidad de las madres solteras no es distinta, ante un panorama económico desolador, son sometidas a la prostitución”, precisó Liz.

Hasta la fecha, Fumupro ha atendido a 7.600 migrantes venezolanas. De ellas, 329 fueron identificadas por la fundación como mujeres en condición de prostitución. 

Liz, hace hincapié en que esta es una realidad que no va a cambiar mientras no haya una oferta laboral, proyectos productivos sostenibles en el tiempo e inversión del estado, empresa privada y ayuda internacional.  

Ayuda internacional presente

La cooperación internacional ha sido la principal ayuda que han recibido las mujeres migrantes y retornadas en Cúcuta y en general en Norte de Santander. Entre ellas, se encuentra el programa ‘Si Frontera’, que apoya a las comunidades de acogida de los refugiados y migrantes en las zonas fronterizas de Colombia, Ecuador y Perú.

‘Si Frontera’ es implementado por la Cooperación Alemana para el Desarrollo GIZ por encargo del Gobierno Alemán y cofinanciado por la Unión Europea.

Dentro de estas acciones, se adelantan trabajos de empoderamiento económico a mujeres venezolanas. A la fecha se han fortalecido 66 proyectos productivos liderados por migrantes, refugiadas o en condición de vulnerabilidad. Los emprendimientos apoyados se encuentran ubicados en Cúcuta, Villa del Rosario, Los Patios y Juan Frío. 

Se desarrollan en la oferta de servicios o venta de productos relacionados con ópticas, terapias físicas, confecciones, comidas rápidas, reposterías, reparación de sillas, salas de bellezas, panaderías, pastelerías, restaurantes, marroquinerías, elaboración de calzados y papelerías. 

En conjunto con el apoyo empresarial las mujeres son formadas en competencias emprendedoras, educación financiera para la adecuada administración del negocio. 225 mujeres han sido empleadas en los últimos 24 meses en alianza con Sunshine Bouquet y Coagronorte.

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Sábado, 10 de Octubre de 2020
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