Por su dedicación, su compromiso y su esfuerzo por mejorar la calidad y los espacios educativos, por generar encuentros de sana convivencia en su comunidad y por ser actores empoderados hacia el bienestar social, dos nortesantandereanos están nominados al Premio Compartir 2016. 

Uno es Francisco Javier Morales Caballero, 49 años, rector de la institución educativa Carlos Julio Torrado Peñaranda, de Ábrego, un colegio que se convirtió prácticamente en la casa de todos, porque allí se hacen todos los eventos. 

Con la frase ‘Con el Carlos Julio en el Corazón’ este rector logró ser nominado y estar entre los 8 mejores rectores del país, originarios de La Cumbre (Valle del Cauca), Arauquita (Arauca), Valle del Cauca, Santander, y Magdalena, así como la ciudad de Bogotá. 

Morales hizo de su escuela un polo de atracción para todos los eventos deportivos, culturales y de atención social, tanto así, que es la única escuela que tiene emisora: Favorita Estéreo, la cual ofrece información actual no solo a su escuela sino a los municipios de Catatumbo.  

“Es un rector que tuvo muy en cuenta a la comunidad, que trabaja por ella y que siempre está en la búsqueda del beneficio común”, dijo la directora del premio, María Helena Castillo. 

Morales vive en medio de una comunidad que ha sido afectada por difíciles condiciones de desplazamiento y de violencia, y tuvo que reformar una vieja casona de propiedad de la curia. 

Actualmente este director logró articular con el gobierno y su comunidad la construcción de un megacolegio, que además tendrá una cicloruta  para ayudar a la movilización de sus alumnos. 

Este rector es una persona muy activa en sociedad, que no solo representa a una escuela sino que es un actor social de la región que se moviliza hacia el desarrollo. 

El candidato cucuteño 

El segundo nominado a  los premios es Carlos Arturo Charria Hernández, maestro de ciencias sociales en el Colegio Los Nogales (Bogotá).

Es un profesor que específicamente ha trabajado en la reconstrucción de la memoria histórica.

Logró que sus estudiantes, la mayoría de elevado estrato social, sintieran empatía con todos los actores del conflicto, de esta manera logrando que desde las aulas se reconstruya la realidad de la guerra en el país. 

El docente hizo de su aula un museo en el que se guardan objetos, periódicos y elementos que traen recuerdos de la guerra para enseñar a los niños a entender el conflicto  interno colombiano.   

La Opinión