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Nuestro territorio, ¿un contexto de acogida para las familias transnacionales?

Es un hecho que los migrantes venezolanos llegaron para quedarse y Colombia se prepara para acogerlos. ¿Ignoramos sus realidades? Dimos una mirada a las familias transfronterizas para conocer sus dinámicas y necesidades.

Estar en una posición de frontera ha hecho vivir a los nortesantandereanos situaciones económicas, políticas y culturales que han sido derroteros de los cambios histórico-sociales en la región. Cambios como bonanzas y dependencias, pero también pérdidas y rupturas que acentúan las alianzas y dificultades políticas del transcurrir cotidiano. Este compartir ha permitido construir lazos en diversos escenarios, que describen múltiples realidades, pero ninguna, como la vivida después de 2016 con la masiva migración venezolana por situaciones de pobreza, enfermedad y violencia política, que han marcado al país vecino como un territorio expulsor de sus ciudadanos. 

Desde el inicio de la migración venezolana al país han ingresado, según datos reportados por Migración Colombia, 1,8 millones de venezolanos con vocación de permanencia en el territorio y 740.000 se han regularizado, lo cual ha llevado a ver diariamente en las calles, barrios y asentamientos cientos de personas -hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes, niños, incluso,  comunidades indígenas venezolanas-, quienes sin importar la edad, su nivel educativo o situación social y de salud, conviven en la cotidianidad de la ciudad, intentando construir una nueva vida que les permita continuar sus proyectos familiares y laborales. 

Sin embargo, el cierre de fronteras y las dificultades propias que traen consigo las migraciones, vienen generando una creciente preocupación: en dos años aumentó notablemente la irregularidad de migrantes en el país, haciendo que estos sean invisibles, no solamente en las estadísticas sino en el acceso a oportunidades personales y en el desarrollo de la misma región. 

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Según la profesora y directora de la Maestría en Familias e investigadora del Grupo Altos Estudios de Frontera (ALEF) de la Universidad Simón Bolívar, Carolina Ramírez Martínez, son precisamente estas condiciones de aumento poblacional y carencia de oportunidades, las que están haciendo que el contexto de acogida aborde solamente al migrante y deje invisible la realidad de los grupos familiares. 

“Es muy usual escuchar, o incluso repetir, la frase ‘la familia es la célula básica de la sociedad’, pero en la práctica relacional identificamos al sujeto, al vendedor que nos ofrece su mercancía, al que nos presta sus servicios o simplemente espera una oportunidad para laborar en un semáforo, a quienes deambulan en las calles o incluso mendigan en un andén y aun mirando sus rostros no nos detenemos a preguntarnos ¿quiénes hacen parte de su vida? ¿Dónde están sus padres, hermanos, esposas e hijos?  ¿A quienes tuvo que dejar atrás? ¿Cuánto sueña por un reencuentro? ¿Qué hace día a día por enviar remesas a quienes han quedado esperando de su apoyo? y ¿para quienes representa una esperanza de vida?”, comentó Ramírez.

Según la docente, el término correcto para describir esta nueva tipología familiar es familia transnacional, “una familia dividida en dos o más territorios, que se desarrolla en varios lugares y hogares con dos o más núcleos, multisituadas, como la realidad misma de quien se queda en Venezuela, en Cúcuta y quienes continúan su marcha a otros países buscando esperanzas”.

Estos grupos de migrantes pertenecen a familias que han experimentado la reducción a fuerza de separaciones, que albergan una esperanza de bienestar y reunificación; familias sin espacios ni rutinas físicas, con duelos, nostalgias, con restricciones y pobreza, que sustentan su unidad con llamadas telefónicas y fuerza de deseos que les permitan enviar remesas económicas, enfrentando entre sus múltiples avatares, el de mantenerse unidos a pesar de las distancias y afrontar el riesgo de desintegrarse y de perder sus funciones por los múltiples impactos emocionales de dolor, soledad, abandono y nostalgia, sostuvo la profesora de la Unisimón. 

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Entre otras cosas, estas familias transnacionales lidian viendo a sus hijos madurar a temprana edad y asumiendo trabajos, el dolor del hambre o mercantilización del cuidado de sus pequeños, quienes deben ser dejados en hogares desconocidos para poder laborar sin la certeza de que ellos estén recibiendo afecto y compañía que les ayude a crecer mejor.

Por ello, la docente aseguró que su meta es visibilizar esta realidad enfrentada por las familias transnacionales, lo que le permitiría a la sociedad receptora ser más solidaria y adoptar acciones de política pública que propendan por un acompañamiento que defienda la consolidación de la familias democráticas, en las que se fortalezcan vínculos y estrategias para el sostenimiento afectivo y comunicacional, con acciones de soporte a su salud mental e interacción en pro de un desarrollo familiar, a pesar de su situación. 

“Se debería abordar la migración con un enfoque familiar que brinde entornos protectores, pacíficos y que propicien el desarrollo familiar y comunitario a través de iniciativas de autogestión y proyectos productivos para sus miembros; que prevenga la vulneración de sus derechos y desarrolle capacidades para la convivencia, la comunicación, la solidaridad intergeneracional y la resolución de conflictos”, expresó Ramírez.  

Carolina Ramírez Martínez, directora de la Maestría en Familias y profesora investigadora de la Unisimón. /FOTO: Cortesía

Proyecto de ley en trámite

Dado que recientemente en la Comisión Segunda de la Cámara de Representantes se realizó una audiencia pública para debatir las circunstancias de la migración, la seguridad, la política migratoria y la aprobación de un proyecto de ley por medio del cual se establezcan las definiciones, principios y lineamientos para la reglamentación y orientación de la Política Integral Migratoria del Estado Colombiano (PIM), cobra pertinencia esta investigación sobre las familias transnacionales dado que hace visibles las necesidades que se enfrentan, pues esta realidad no solo es vivida por los venezolanos como lo evidencia el Policy Brief (PF) titulado Las familias transnacionales en la política pública colombiana documento que profesoras de la Unisimón han enviado a diferentes dependencias gubernamentales y en el cual hacen visible tres tipos de familias transnacionales: 1) Familias transnacionales emigrantes colombianas. 2) Familias transnacionales, migración colombiana de retorno. 3) Familias transnacionales de inmigran
tes venezolanos, hacia quienes es oportuno un reconocimiento de su situación, interacción, debilidades y fortalezas para que puedan ser acompañadas política y psicosocialmente. 

¿Cómo ser buenos territorios de acogida para estas familias transnacionales?

Debe preocupar la salud mental de todos los habitantes y trabajar como comunidad en el desarrollo de territorios de convivencia pacífica, bienestar e inclusión y esto es posible si se aborda a las familias como organización social y jurídica; que reciban protección desde las relaciones conyugales y parentales, orientadas hacia la reunificación familiar, la participación de las mujeres en hogares democráticos y en la vida laboral, fomentando cuidadores para estos menores.

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Además, es necesario activar procesos de aculturación, brindarles apoyo en las conexiones internacionales, educar en economía para el hogar –para el envío y uso de remesas-, así como el emprendimiento familiar. Articular las responsabilidades en la manutención de los hogares, ofrecer soporte emocional a mujeres y abuelas cuidadoras. Otro elemento importante es la desjerarquización de género tanto de padres como de hijos que puede fomentar la violencia al interior de estos hogares que ya están bajo situaciones de estrés y duelo, tras los cambios que les generó la separación. 

Grupo de Investigación Altos Estudios 

de Frontera (ALEF).

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Domingo, 11 de Abril de 2021
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