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Relojería: el oficio que se está llevando el tiempo

En épocas pasadas, el reloj automático era un accesorio infaltable en las muñecas de hombres y mujeres. 

Entre tijas, hebillas, correas, pilas, pulsos, coronillas, ejes y muchos más elementos que componen un reloj, cuatro hombres pasan sus días ajustando el tiempo en este accesorio que orienta a los cucuteños que aún lo utilizan para saber la hora. 

En épocas pasadas, el reloj automático era un accesorio infaltable en las muñecas de hombres y mujeres. Hoy, las presentaciones modernas y la tecnología han ido desplazando el accesorio cuyos problemas son solucionados por relojeros. 

Con un destornillador de estría y otro de pala, una cuchilla, pinzas, alicates y unos lentes con enorme aumento, Uber Arboledas, un caleño conocido como el Paisa, se ubica en la avenida sexta entre calle 9 y 10 para arreglar relojes. 

Arboledas lleva 37 años en el oficio, que hace sobre una tabla cubierta por un mantel rojo. Inicia su día laboral a las 8 de la mañana hasta las 6 o 7 de la noche, tiempo en el que se toma por lo menos quince vasos de café y fuma varios cigarrillos. 

Su historia en la relojería se inició en 1982 cuando decidió venir a Cúcuta, pues le habían comentado que era una ciudad que ofrecía trabajo y podría tener una mejor calidad de vida. Antes de venir, se dedicaba a las labores del campo que según él, solo le daban para comer. 

Desde su llegada pidió una oportunidad a uno de los vendedores y este le dio la confianza para que lo hiciera. En medio de esos días de ventas, notaba que los clientes llegaban a donde los vendedores más experimentados. Eso lo motivó a empezar a abrir las máquinas y conocer su funcionamiento. 

Revisando, preguntando y viendo el trabajo de otros, aprendió a solucionar cualquier problema de los aparatos. Desde entonces, los vende y arregla, y con esta sencilla labor pudo comprar una casa y criar a 4 hijos. 

Pero ahora su preocupación radica en que las ventas son muy bajas, los relojes que se fabrican ahora son desechables y la gente prefiere no arreglarlos. Esto lo ha llevado a que algunos días se vaya “en blanco”, sin vender si quiera los rosarios, cadenas o anillos que también ofrece.

Ismael Paz, de 91 años, es otro reconocido relojero que se ubica en la avenida quinta entre calles 11 y 12. Cuenta que el oficio no da mucho dinero, pues los arreglos van desde mil pesos en adelante pero “si uno es honrado y respetuoso con la clientela, se va haciendo un nombre y llega la gente”. 

Por problemas de vista y su edad, le enseñó a su nieto Esteban Paz, de 19 años, el oficio y desde hace cuatro años lo practican juntos. Para Esteban los SmartWatch (relojes inteligentes) están acabando poco a poco con los relojes convencionales, pues resultan más prácticos. 

David Esteban, otro relojero que se instala al lado de los Paz desde hace 32 años, coincide en la preocupación por la llegada masiva de relojes inteligentes y afirma que en 10 años ya no habrá personas que practiquen este oficio.

Gustavo Contreras - Practicante De Periodismo*

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Lunes, 18 de Marzo de 2019
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