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Cúcuta
‘Tres meses sin recorrer las calles nos deja con hambre y deudas’
La situación de los vendedores ambulantes en esta pandemia.
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La opinión
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Miércoles, 27 de Mayo de 2020

El peso de los 15 años que tiene Emilia Sepúlveda rebuscándose la vida como vendedora ambulante se nota en su pelo y en cada arruga que tiene en el cuerpo. Sin embargo, esta mujer decaída y rodeada de necesidades en medio de la pandemia, mantiene una luz de esperanza de que todo pueda ser mejor.

Ayer esperaba ansiosa frente al colegio Integrado Juan Atalaya, en el barrio Tucunaré, para ser censada por la Alcaldía de Cúcuta y así ser incluida en cualquier ayuda humanitaria que permita sobrellevar esta emergencia.

Sin embargo, recuerda con agrado que el apego a la religión le mantiene con ilusión de seguir adelante con sus hijos.

Sepúlveda, de 68 años, aseguró que en cada ciclo de su vida, aprovecha las condiciones que tiene para mantener la esperanza y continuar.

“En mi rancho tengo piso de arena, por lo que aproveché para sembrar batatas y ahuyama y eso es lo que hemos comido con mis hijos”, dijo la mujer.

Vive en el barrio Gaitán parte alta y su gran preocupación es que la inversión que tiene de las licuadoras, metros, cuchillos y jarrones que vende en el centro de Cúcuta, está guardada desde hace tres meses, sin poder tener ingresos para mantenerse económicamente.

“Yo empecé en 2005 con $100.000 que me regalaron en un asilo y compré unas correas, gorras y medias para vender, pero poco a poco fui creciendo el plante”, dijo Sepúlveda.

El síndrome de down con coronavirus

La historia de Luz Marina Vargas, otra vendedora ambulante de pollo y hayacas, es otro ejemplo de constancia en medio de la pandemia.

Tiene un hijo de 16 años que sufre de síndrome de down por el que debe extremar los cuidados y tener la cultura del rebusque más latente que nunca.

Vargas asegura que no poder salir a ofrecer sus productos en la calle le ha generado momentos de desesperación, pues las deudas siguen en aumento y la poca alimentación les juegan una mala pasada en su hogar.

“La semana pasada le di arroz y lentejas a mi hijo toda la semana, porque no pude conseguir más. Es difícil pero ahí vamos saliendo poco a poco”, dijo Vargas, mientras observaba la larga fila en los alrededores del colegio donde pretendía ser censada por la Alcaldía.

En los últimos tres meses, Vargas ha podido alimentarse por una ayuda que le envió un hermano desde Bucaramanga y otro aporte de una de sus hijas. No obstante, sin poder tener los recursos propios por las medidas sanitarias le impide mejorar la calidad de vida.

“Yo he tenido el triciclo en el que trabajo ahí guardado estos tres meses, porque si salgo a recorrer las calles me expongo a un comparendo. Es muy difícil, porque yo tengo dos hijos menores de edad”, dijo la mujer.

Cabe recordar que la jornada que se desarrolló desde ayer y que terminará hoy, es la segunda fase del plan de la Alcaldía ‘Volver al centro de Cúcuta un espacio público bioseguro y de integración social’, en la que ya fueron caracterizados 1.220 vendedores informales.

Esta expectativa mantiene a los representantes de esta población con la motivación de que sean incluidos en las políticas públicas de la administración municipal.

No obstante, uno de los objetivos de la Alcaldía de Cúcuta es conocer a fondo las condiciones de los vendedores informales para generar estrategias que permitan tener una reubicación y además de esto, la inclusión social para esta población que generen cambios positivos.

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