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Un celador que se la juega por los más viejos de su barrio

El cucuteño Jorge Ramírez les consigue medicamentos, mercados y hasta sillas de ruedas y bastones.

Ver que los ancianos de su barrio estaban desamparados y no tenían quien velara por sus derechos, impulsó a Jorge Eliécer Ramírez, 57 años, celador del barrio Cormoranes, a trabajar voluntariamente por mejorar sus condiciones de vida.

No le importó que hacerlo le implicara recurrir a la caridad de la gente.

Empezó su labor en 2013 con sus vecinos del barrio Ospina Pérez, quienes ni siquiera sabían cómo inscribirse para recibir los subsidios al adulto mayor que ofrece el Estado. Así empezó a alternar las tareas diarias con su labor social.

En las mañanas, sale muy temprano a vender condimentos por las tiendas de la ciudadela Juan Atalaya, y antes del mediodía guarda sus productos y empieza a pasearse por las oficinas municipales para gestionar las ayudas para sus 60 viejos de la asociación Nueva Vida.

Posteriormente, megáfono en mano, pasa por las calles de Ospina Pérez, convocando a los ancianos que no reciben ayudas y que las necesitan.

A punta de pedir a gobernantes,  parientes, conocidos y extraños, les consigue desde medicamentos y mercados hasta sillas de ruedas y bastones.

Cuando cae la noche, Ramírez deja a los ancianos y va a clases. Valida sexto y séptimo grados para hacerse bachiller y tener mayor dominio en su gestión social.

Al terminar las clases se prepara para su rol de trabajador.

Todas las noches presta sus servicios de celaduría en el Centro de Desarrollo Infantil (CDI) de Cormoranes, mientras piensa en su agenda del día siguiente, a fin de no dejar de lado las obligaciones que tiene con sus viejos.

Una de las metas que más lo desvelan es poder afiliar al subsidio del adulto mayor a los aproximadamente 40 ancianos de su asociación que se encuentran en espera de esta ayuda.

“Yo quisiera que el Gobierno pensaran en mis abuelitos y llegaran las ayudas. Porque ellos son de escasos recursos, no saben cómo pelear por sus derechos y yo estoy acá para hacérselos valer”, dijo impotente ante la última respuesta negativa que ha tenido por parte de la administración municipal.

Con franqueza asegura que la intención de ayudar a la gente no surgió de un día para otro. Ramírez vivió una infancia marcada por las drogas. Cuando tenía 8 años  sus padres murieron y  él sus 5 hermanos quedaron desamparados, y sobrevivieron gracias a la caridad de sus vecinos y a que acostumbraba a ir al río Pamplonita a pescar para llevarles un plato de comida a casa.

Ramírez asegura que volvió a encontrar su camino de la mano de la iglesia cristiana. Un día cualquiera un joven cristiano toco a su puerta, le hablo de Dios y lo invito a asistir a la iglesia. Desde allí su vida cambio, y se dedicó a servir a las personas.

Entre lamentos asegura que dejó pasar 40 años de su vida sumido en las drogas. El vicio lo llevó a robar para poder comprar  sus dosis, por lo que  hoy, a sus 57 años, y lejos de ese infierno se prometió ayudar a quienes no tenían nada al igual que él.

Según Ramírez, esta labor social no habría sido la misma sin el apoyo incondicional de Yanet, su esposa, quien pese a que padece de parálisis cerebral lo motiva a diario para salir adelante y luchar por sus sueños.

Natalia Parada | Practicante de periodismo

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Martes, 4 de Octubre de 2016
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