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Cúcuta
Un italiano que se quedó en Cúcuta a ayudar a los pobres
El sacerdote Francesco Bortignon llegó hace 16 años "de curioso" a la ciudad.
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Martes, 4 de Octubre de 2016

“Me vine de curioso a Cúcuta y me quedé”, son las palabras con las que el sacerdote católico italiano Francesco Bortignon explica cómo llegó a Cúcuta hace 16 años para iniciar su misión en favor de los pobres.

Sin titubear y con un acento bastante marcado, a sus 65 años  asegura que escuchó hablar de Cúcuta en una visita a Venezuela, por eso cuando los misioneros de San Carlos, un grupo de 700 misioneros internacionales conocidos con el nombre de scalabrinianos, que le dan la vuelta al mundo para luchar contra la pobreza, congregación a la cual pertenece, le propusieron volar a territorio colombiano para emprender una nueva misión en Bogotá, pidió la capital nortesantanderena, para conocer la tierra de la que tanto le hablaban.

Sabía que en Cúcuta un paisano, el sacerdote Roberto Maestrelli adelantaba una labor social con las familias marginadas de unas comunas y tenía que trabajar arduamente para conseguir ayudas, por lo que se aventuró a conocer la ciudad.

Llegué a aventurar, pero el padre Maestrelli era muy listo y ya le había pedido a sus superiores que me asignarán acá y terminé reemplazándolo y continuando con su labor”, explicó en medio de risas el sacerdote.

En mayo de 2000, Bortignon empezó su misión por las polvorientas calles de la ciudadela Juan Atalaya e impulsó a decenas de familias desplazadas a conformar el barrio Juan Bautista Scalabrini, para brindarles un techo donde vivir, por lo que se ganó a pulso el cariño y el respeto de estas comunidades.

Aunque Maestrelli, su antecesor, había iniciado la fundación del barrio con 127 familias, Bortignon logró en un tiempo récord de 6 meses ponerles los servicios públicos básicos para que pudiera ser habitado.

Y es que cuando de ayudar a alguien se trata, Bortignon no repara en esfuerzos ni gastos y se las ingenia para lograr su cometido, así le toque pedir, insistir y seguir pidiendo a conocidos, empresas privadas y hasta a los mandatarios locales de turno.

En alianzas con empresas privadas y entidades del Estado ha conseguido miles de mercados para las familias más pobres de la comuna 7, las mismas para las que gestiona capacitaciones laborales y educativas.

Su misión y su labor han tenido eco, especialmente de las comunas 6 y 7 donde hace presencia con siete colegios que benefician a más de 4 mil estudiantes de Camilo Daza, Juan Bautista Scalabrini, Colombia 1, Guadalupe, La Conquista, Buenos Aires, La Ermita y Simón Bolívar; el Centro Piloto Camilo Daza, y cuatro comedores escolares donde a diario se reparten cerca de 1.500 almuerzos y unos 2 mil refrigerios.

Adicionalmente, Bortignon lidera un taller de confección de ropa en el barrio La Ermita donde decenas de mujeres de la comuna 7 aprenden a fabricar prendas de vestir y las comercializan.

Su labor social traspasa los límites de la ciudadela Juan Atalaya y se extienden hasta el barrio Pescadero, donde coordina el Centro de Migraciones.

En sus primeros 30 años de ordenación fue misionero en Roma, Nueva York, Caracas, Australia y México. Hoy, a sus 44 años de vida religiosa, sigue amañado en la tierra que escogió siguiendo sus impulso de curioso.

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