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Cultura
El periodista Gustavo Salazar vivió de manera intensa
Amigos del fallecido comunicador social hablan de anécdotas y recuerdos.
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Celmira Figueroa
Celmira Figueroa
Lunes, 14 de Septiembre de 2020

Gustavo Salazar Carrascal fue el primer reportero que tuvo La Opinión.  Escribía en la máquina Remington, en cuartillas de papel y le alcanzaba el día para producir tres páginas: dos de deportes y la judicial.

A comienzo de los años 60 no existía internet y sus únicos recursos eran la radio y las buenas ‘fuentes’. No tenía horario ni calendario para ir a cubrir un suceso. Siempre estaba dispuesto, salía a trabajar sin arrugar la cara, más bien se deleitaba cubriendo un incendio a altas horas de la noche, o yendo al estadio a ver jugar al Cúcuta Deportivo.

También era un gran contertulio, amigable, alegre, parrandero en el buen sentido de la palabra, sin perder nunca el control. 

Fue testigo de la transformación de la Quinta Yesmín y de la modernización de los talleres donde se imprimía el periódico.Gozó de la tecnología que llegó cuando estaba a punto de pensionarse.Es decir, pasó de la máquina de escribir a la computadora y del teléfono fijo  al sistema móvil.

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A su paso por la redacción de La Opinión dejó muchas huellas. Al igual que por las emisoras donde laboró en los últimos años.

 Excompañeros evocaron pasajes de ese ‘cargaladrillo’ consagrado y que lo caracterizaba ese guiño en sus grandes ojos verdes, inundados de picardía.

Cicerón Flórez Moya, quien hace 60 años era el jefe de redacción de La Opinión lo recuerda  como un  periodista con sensibilidad por su oficio. “Lo asumió con pasión e idoneidad. Era puntual en el cubrimiento de los hechos y no reparaba en el tiempo que necesitaba para conseguir la noticia”.

Llegó a La Opinión en los años 60 cuando el periódico había pasado de semanario a diario. “La redacción casi que apenas éramos él y yo. Le correspondió entonces cubrir deportes y la llamada crónica roja. Lo hizo con dedicación, con buen ánimo, escudriñando los hechos con rigor y la prevención de no tragar entero, ni dejarse embaucar por fuentes sesgadas.

Durante cuatro décadas estuvo Gustavo Salazar vinculado a La Opinión. Asistió al crecimiento y los cambios del periódico. Vio llegar a los redactores que fortalecieron el recaudo informativo de cada día. Tomó parte en las tertulias que se hacían en las pausas del trabajo habitual.

También fue protagonista de la bohemia recurrente y de los descansos con recreación. No le ponía distancia a sus compañeros y tenía un trato amistoso con todos.

Por el tiempo que estuvo vinculado y por el trabajo que le correspondió, Gustavo Salazar Carrascal está entre los actores que han hecho posible la circulación de La Opinión durante sus  60 años ya cumplidos”.

Rafael Pabón, quien también fue su jefe de redacción, recuerda que lo conoció en agosto de 1985 cuando ingresó al periódico.

“Era un hombre que  se abría  a la amistad, pero también era enigmático, tenía muchos secretos que no compartía. En judicial muchas anécdotas que contaba con gracia. Nunca lo vi molesto. Jamás lo vi protestar o mentar un madrazo porque se le corrigiera algo. Lo tomaba con calma, lo asimilaba. Por él empecé a jugar bolas criollas, juego que veía afeminado. En un campeonato interno me dijo que iba a ser el campeón de arrimes y qué tal ese orgullo que me llevo. Compartimos muchos momentos en la caseta y en otros lugares. Le encantaba el aguardientico y por ese lado congeniamos. Se sentaba a narrar historias. Algunas creíbles, otras en exceso, pero eran sus historias. Fue alegre y director de un conjunto vallenato. Cuando vivía en Los Patios, me ofrecía el transporte a Montebello porque él se quedaba en el camino.Nunca supe, pero intuía por qué se quedaba en el camino. Pasaron los años y se fue haciendo más veterano en la parte periodística. Luego se pensionó. Nos encontrábamos en la calle y nos saludábamos con alegría y respeto. Cuando estaba en la radio tenía más afán, iba a prisa por la edición del mediodía. Creo que disfrutó la vida. Creo que no le quedó faltando nada en esta vida. Lamento que se haya ido”.

La periodista Patricia Giraldo le decía ‘Taviño’ y considera que era el periodista más sereno, “jamás lo vi salirse de casillas, o de alterarse, era su sello personal. Era muy respetuoso, enamorado de su trabajo, encontró en el periodismo su arma, su razón de ser, y lo abrazó de manera intensa. La reportería la trabajó con las uñas. Hacía deportes y judicial sin quejarse. Tampoco lo recuerdo enfermo. Vivía para el periodismo y para su familia. A pesar de haber lidiado una de las áreas más dificiles del periodismo como es la muerte, Gustavo era pacifista”. 

Mary Stapper dice que hablar de Gustavo, es evocar al amigo, al colega y hasta el confidente “porque fue él quien me presentó, en Popayán, en un congreso del Colegio Nacional de Periodistas, a Carlos Negrinis, quien se convertiría más tarde en mi esposo, en el padre de mis dos hijos. Gustavo era alegre, dicharachero. Nunca lo oí de mal talante. Aunque escribía para la muerte, porque era el encargado de la página roja de La Opinión, era el alma de la fiesta porque le encantaba el vallenato y el deporte.Paz en su tumba”.

Luis Castañeda Pérez recuerda que siendo gerente del Grupo Radial Grancolombiano “tuve contacto con Salazar como colega. Pasado el tiempo me ofrecen en RCN la posibilidad de ser el director y presentador de las noticias populares de La Cariñosa. Teniendo ese compromiso me puse a pensar quién podría ser el periodista que reuniera las condiciones y recordé que Gustavo había trabajado en La Opinión en judicial. Lo contacté y lo integré a mi equipo con un absoluto éxito. Era excelente trabajador. Adaptó su escritura a las circunstancias y llevó al primer lugar el noticiero. Me duele su partida”.

Carlos Humberto Ortega tuvo siempre contacto con Gustavo Salazar porque, primero, fue integrante de Cicrodeportes Norte de Santander, que era la antigua agremiación de periodistas deportivos.Después en La Cariñosa de RCN.

“Él salía a las 12:30 y nosotros entrábamos a ‘Los dueños del balón’.Yo lo molestaba por una camisa de cuadros que se ponía los viernes y le decía que era la de parrandear. Nos queda el mejor recuerdo de este periodista que fue muy querido en nuestra región”.

Alfonso Pacheco Bayona se remontó a la época que Gustavo pasó en Barranquilla y dijo que “las prácticas del periodismo las hizo en Radio Riomar”. También fue docente en el colegio José Eusebio Caro de Ocaña.

“Le gustaba el vallenato, la ranchera y música papayera.Tocaba la caja, el platillo, el bombo, el redoblante. Era generoso, callado, tranquilo frente a las adversidades. Lo conocí en el 2010, cuando me invitó a ser parte del equipo de La Cariñosa. Estuvimos hasta marzo. Pasamos a La Voz del Norte. Era un enamorado de los micrófonos.  Yo le dije: Gustavo estás con tos, disfónico, qué te está pasando. Y él me respondió: es una gripita,me resfrié, me cayó aguita, pero estoy bien. Finalizando el noticiero le dije que se fuera para donde el médico. Pero no hizo caso. Al día siguiente, jueves 27 de agosto, sus familiares lo ingresaron a la clínica descompensado, ahogándose. Y a la emisora nunca más regresó. Lamento su partida”.

El exfutbolista Germán ‘El Burrito’ González recuerda las tertulias que armaba con Amilkar Lemus, Eduardo Jaimes, Edgar Pantaleón, en una fuente de soda de la calle 12 con avenida Quinta. “Hablaba de deportes porque esa era su otra pasión. Los diciembre  nos invitaba el  rector del Colegio Eduardo Cote Lamus,  Daniel Rodríguez para que hiciéramos entregar de diplomas a los alumnos y nos quedábamos en la cena o brindis, en tertulia. Gustavo fue un periodista serio, digno”.

La enfermera Irene Salazar Carrascal, su hermana menor, dijo que fueron muy unidos. En Convención, donde nació, estudió en la Escuela Normal de Varones y fue profesor del colegio Jose Eusebio Caro en Ocaña.Después se metió al periodismo. “Fue mi amigo y yo su confidente”. Y el  último día que fue al noticiero lo llamó para hacerle unas nebulizaciones porque  se sentía ahogado. Pero él se negó y se quedó esperándolo. 

Este lunes se cumplieron las honras fúnebres y una gran caravana lo acompañó hasta el cementerio La Esperanza. 

Paz en su tumba.

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