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En el arte del tejido encontró su “verdadera vocación”

Marielena Villadiego, quien pasó por el quirófano varias veces, descubrió su mayor fortaleza en momentos de angustia.

“Las situaciones complicadas de la vida son una prueba para hacernos más fuertes” esta frase es una de las enseñanzas que dejó a Marielena Villadiego el hecho de haber sido sometida a varias cirugías, entre ellas una histerectomía en el 2018 para prevenir un cáncer de útero, debido a un diagnóstico de miomas que presentaba para esa fecha.

La depresión y la angustia se apoderaron de ella, después de varios pasos por el quirófano, de largas incapacidades y periodos de inactividad laboral que terminaron dejándola sin empleo siendo toda una profesional. 

Su familia, a raíz de ello, empezó a preocuparse por su estado de ánimo y fue así como su hija María del Mar Romero, le propuso que asistiera a los Círculos de Sororidad de donde conocía a Fidelina Gómez, una mujer que le extendió la invitación para que participara.

Lo que en un principio para ella era una situación triste y desesperanzadora, terminó convirtiéndose en lo que hoy más le gusta hace: tejer y bordar. Ahora, junto a la fundación Moiras, participa de espacios que, según ella, le llenan el corazón de alegría. 

Marielena llegó al Círculo de Sororidad después de someterse a unas cirugías que, debido a su complejidad, la incapacitaron para seguir desempeñándose en su trabajo como ingeniera.

Los Círculos de Sororidad que se hacen  en el corregimiento de Juan Frío, en Villa del Rosario, son oportunidades de dialogo e intercambio de vivencias por medio de prácticas artesanales, fomentando la cultura de paz. “Estos colectivos y encuentros son como oasis en el desierto, donde uno se retroalimenta y aprende”, afirmó.

Junto con sus compañeras, fue parte de la elaboración del primer mural tejido en la ciudad, en la Diagonal Santander, una iniciativa que continúa llevando mensajes de paz a través de diferentes manifestaciones artísticas. 

Este mural hace parte de la iniciativa Tejiendo Vida, liderada por esta fundación, donde sus integrantes son mujeres y hombres que se expresan a través del arte textil y la cultura, transformando diferentes escenarios públicos. 

Para Marielena, la actividad que hoy hace le ha permitido explorar capacidades que no sabía que tenía, y tal es su amor por este arte que la lleva a entrelazar vínculos y dejar atrás tristezas o rencores, empezando a renovar su espiritualidad. 

Entre las historias que más le gusta contar está la de su cambio de trabajo. Ella es ingeniera civil de profesión, pero desde que conoció el arte textil decidió que esta sería la actividad a la cual se dedicaría por completo. 

“Esto es algo que me gusta, lo hago con amor y además de eso puedo generar un ingreso”. La idea de emprender esta en su mente y desde ya trabaja por encargo diferentes objetos, como bolsos, atrapa sueños y muñecos para el hogar. 

Las habilidades que ha tenido que desarrollar para continuar con esta práctica le han fortalecido en aspectos de su vida personal.

“Cuando te equivocas en el tejido, se nota, al igual que en la vida, lo que debes hacer es soltar y comenzar de nuevo, con la mejor energía y pensando siempre en hacerlo mejor”, esta es una de las lecciones más importantes, la cual intenta aplicar en su día a día.

El liderazgo es clave en cualquier proceso; por eso, Marielena agradece el esfuerzo de la directora del colectivo Moiras, Andrea Quiñonez, quien ha sido además un apoyo en el aprendizaje de este arte. 

“Saber corregir cuando es necesario y hacerlo de la mejor manera, eso es ser un buen líder”, comentó.

La enseñanza también es una faceta en su vida, siendo guía de algunas de sus compañeras de bordado, quienes la visitan para recibir asesoría y continuar aprendiendo de este oficio. 

“Espero prontamente consolidar mi emprendimiento y vincular a más personas para que se unan y poco a poco aprendamos cada día más e innovemos juntas”.

El hecho de pertenecer a un colectivo de mujeres ha sido para ella la oportunidad de desarrollar habilidades. En su tiempo libre también se dedica a pintar cuadros, después de descubrir ese talento artístico que posee, ha visto de cerca cómo estas actividades llegan a transformar la vida de quienes asisten.

A pesar de que no ha sido víctima directa del conflicto, es testigo de las secuelas que deja en las personas, algunas de ellas compañeras de tejido, las cuales han tenido un cambio muy grande, en cuanto a seguridad y confianza en sí mismas. 

“Es lindo ver como, poco a poco, les cambia el semblante y se ven más felices; de eso se trata el tejido, tejer la vida con amor, sanar y dejar atrás las heridas”, enfatizó la tejedora.

 

Redacción Karen Gallego | Practicante de periodismo

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Domingo, 25 de Octubre de 2020
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