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Informar en redes no convierte a sus autores en periodistas

Las redes sociales fueron el avance más prodigioso y lo convirtieron en manipulación y mentiras, según Juan Gossaín.

Las herramientas tecnológicas han generado un debate acerca del papel del periodista en momentos en que cualquier persona puede informar a través de las redes sociales. En Cúcuta, por ejemplo, abundan portales y páginas con centenares de seguidores, atraídos por el lenguaje coloquial. Sin embargo, ¿es esto periodismo?

Para dar respuesta al interrogante, reflexionar acerca de por qué la ciudadanía se identifica con estas informaciones, si es ética la forma en que se dan a conocer hechos noticiosos y los retos que todo lo anterior representa para los medios tradicionales de comunicación, hemos reunido la visión de cinco expertos en periodismo.

Ellos son: Javier Darío Restrepo, referente de América Latina en temas de ética periodística; Édgar Allan Niño Prato, comunicador social, magíster en estudios políticos; Juan Gossaín, escritor y periodista colombiano; Mario Morales, analista de medios, profesor de la Universidad Javeriana y William Javier Gómez Torres, docente y presidente del Circulo de Comunicadores y Periodistas de Norte de Santander.

El tipo de informaciones que abundan en las redes, en concepto de Restrepo, pueden mirarse como un reto para los periodistas, un peligro para la ciudadanía o un entretenimiento.

“Es de interés analizar lo que llaman ‘información’, subrayar fallas, tener en cuenta aciertos informativos, si los hay, para concluir que son las fallas que debemos evitar, los aciertos que debemos buscar y abstenernos de tenerlos como competencia”.

Libertad de expresión 

De acuerdo con Gómez, “las normas internacionales y la Constitución colombiana garantizan la libertad de opinión y de expresión, lo que ampara un derecho fundamental: la información (recibirla y darla)”.

Pese a ello debe distinguirse entre la información periodística y la general que un ciudadano comparta. Para Gómez, “el que una persona difunda información a través de una red social no lo convierte en periodista, por más que su trabajo intente emularlo”.

Frente a ello, Gossaín argumenta que “la mayor revolución moderna se frustró con el mal uso de las redes sociales. Fue el avance más prodigioso y lo convirtieron en manipulación, mentiras y publicaciones interesadas. Lo peor es que ellos mismos se llaman periodistas y eso no es periodismo”.

Al respecto, Morales define que la cantidad de páginas y cuentas en redes sociales son espacios de gestión de contenidos desde la perspectiva ciudadana, pero no se pueden mirar bajo la lente del periodismo porque no gozan de estándares de calidad.

“Hay gestores de contenido que se autodenominan periodistas y no lo son. El abordaje de la información es sesgado, maquillado con la perspectiva de denuncia”.

En esa línea, Niño argumenta que “el periodismo busca veracidad y a través de su técnica desarrolla en forma ordenada los hechos y presenta los argumentos. En redes se intenta hacer periodismo ciudadano, pero se desdibuja porque el formato de lenguaje coloquial, altamente editorialista parcializa y confunde al receptor al no abordar las fuentes necesarias”.

Criterios éticos

La forma en que los contenidos populares informan, según Niño, no responden a criterios éticos. “Son parcializados, si bien desnudan irregularidades no todas las evidencias son contundentes. Se utiliza la amenaza para seleccionar los temas, que no corresponden a una agenda, sino a  información por conveniencia”. 

Frente al tema, Gómez señala que “si hablamos de ética periodística no se le puede exigir a alguien que no es periodista que conozca y asuma los principios y deberes que la deontología demanda, porque no los conoce. Esa situación no exime de ser responsable con lo que se publica en redes”.

Ahora bien, de acuerdo con Restrepo, si las informaciones “desorientan a la ciudadanía no hay nada que podamos hacer salvo ofrecer en los medios una información de calidad, y enseñar a la audiencia a calificar la información que recibe. ¿Los hemos acostumbrado a esto? ¿No saben distinguir entre información de calidad y basura informativa? Es un reto para la prensa crear en la mente de las audiencias las defensas necesarias”. 

Gossaín recordó que cuando comenzó el auge de las redes sociales se veía una formidable revolución, pero cuando cada persona creó su propio medio se descubrió que las fuentes no necesitaban a los medios y eso generó la primera manipulación.

“Lo grave es que los medios tradicionales, víctimas de eso, comenzaron a copiar las informaciones de redes para orientarse informativamente. Vino la desinformación y ahí estalló la crisis que vivimos actualmente”, dijo Gossaín. “La primera víctima de la manipulación es la verdad y la misma es base de la ética”.

Entretenimiento

Restrepo plantea: ¿la gente busca esta clase de informaciones para entretenerse o informarse? “La diferencia entre entretenimiento e información la deben hacer ver los periodistas, pero es una condición previa que en los medios esa diferencia se vea”.

Ahora bien, de acuerdo con Gómez, las redes permiten expresarse directamente y allí el morbo y el escándalo siempre tienen audiencia.

“Si una persona divulga algo gritando, insultando, ridiculizando, atentando contra la intimidad y el buen nombre de otro ser humano, o mostrando algo de forma sensacionalista, siempre va a tener un auditorio”.

Para el analista Morales, cuando esto ocurre, “la gente se siente reivindicada. Las redes ofrecen la posibilidad de que alguien diga lo que ellos están pensando y además, las personas no buscan información argumentada, sino lo que quieren oír y ver”.

A los argumentos se suman los de Niño. Para él, los formatos populares gustan entre la ciudadanía porque ofrecen insumos informativos rápidos que dan la sensación de estar al día, actualizados. Sin embargo, “en realidad quedan incompletos por la ausencia de tratamientos profundos”. 

A ello Niño suma que el otro fenómeno es el desencanto con las fuentes gubernamentales. “Los políticos y funcionarios no gozan de la misma confiabilidad. Estos informativos crean una especie de Robin Hood, defensor de los que no tienen voz, capaz de decir lo que se comenta en la calle con la misma jerga, aspecto que no recogen los medios tradicionales. Es una mezcla de heroísmo, desahogo y lenguaje coloquial”.

Impacto en la ciudadanía

De acuerdo con Restrepo, lo grave es que se esté creando la idea de que todo lo que circula en redes es información confiable. “Una población que se informa así puede ser manipulada por cualquiera que tenga uno de los juguetes digitales a la mano”.

Para Niño ese tipo de formatos  “desdibujan la profesión del periodismo y cualquier persona que no ha estudiado cree que posee los requisitos profesionales y va más allá de una denuncia ciudadana, convirtiéndose en líder de opinión con espacio para las imprudencias con la comunidad y la sociedad, generando desinformación”.

Frente a la cantidad de me gustas en una publicación, Niño argumenta que eso no es indicador de cuántas personas miraron el contenido en forma completa. Para él, “pautar allí puede ser rentable, el amarillismo toda la vida ha tenido pauta, pero eso se devuelve y las imprudencias profesionales tarde o temprano dejan en tela de juicio las marcas y el prestigio de los anunciantes”.

¿Cómo contrarrestar el fenómeno de las redes?

Lo que ocurre en redes sociales plantea del debate acerca del papel del periodista y de los medios. De acuerdo con Juan Gossaín, en eventos como la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), cumplida este año en Cartagena, él planteó que lo primero que debe hacerse y antes de que sea tarde, es una unión de medios por la verdad, la ética y la recuperación de la confianza.

“Debe crearse un plan de trabajo y de acción para rescatar la credibilidad que el periodismo necesita tener en la gente. Los principios de independencia, neutralidad, imparcialidad, veracidad y sentido de oportunidad no pueden cambiarse. Es formar una especie de congregación y dirigirse a la opinión pública, pero para ello los medios tradicionales deben empezar por purificarse a sí mismos”.

Unido a lo anterior, Niño señala que “el periodismo tradicional da prioridad a las fuentes oficiales y poca importancia a los testimonios de la comunidad y sus vivencias. Hay que invertir la figura Estado-Comunidad, por Comunidad-Estado para que los espacios ligeros y poco profundos no ganen terreno en un mundo donde solo se quiere ver escándalo y expresiones que causen polémica”.

Para él, los programas de comunicación deben orientar a los estudiantes al periodismo ciudadano serio y con rigor profesional. Si el enfoque es opinión, que los argumentos lleven sus evidencias.

Frente a ello, Gómez señala que “la credibilidad es uno de los dones más preciados de los periodistas. Para llegar a ella se requiere independencia, honestidad intelectual, rigor y un incondicional compromiso con la verdad. Si estas condiciones se cumplen, las audiencias tendrán una buena opción para informarse, y quienes creen que hacerlo es fácil, quedarán obligados a formarse.

Para Morales estos contenidos generados desde lo emocional, se pueden contrarrestar con narrativas que ofrezcan una visión completa de los hechos. Además, los medios “deben ayudar a los ciudadanos a reconocer que no es periodístico. Lo que pasa es que en muchos casos se citan esos contenidos como fuentes y terminan legitimándolos”.

Para Restrepo, la conclusión es que hay que “hacer informaciones de tal calidad que no pueda ser reemplazada por un aficionado y contar más con las audiencias, tanto que nos echen de menos cuando se encuentren con una información de mala calidad”.

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Lunes, 22 de Julio de 2019
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