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Cultura
Juan Gabriel Vásquez explora la vida de Sergio Cabrera en ‘Volver la vista atrás’
No es la biografía del cineasta colombiano, sino una novela sobre el impacto de la historia y de las ideologías en una familia.
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Colprensa
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Lunes, 15 de Febrero de 2021

La novela narra los hechos que marcaron la vida del cineasta colombiano Sergio Cabrera y de su padre Fausto. Cuenta de la guerra civil española y del exilio en América; de la China de la Revolución Cultural, de los movimientos armados de los 60. Es un relato íntimo, pero también la imagen de medio siglo de historia.

¿En qué momento identificó la posibilidad de narrar la vida de Sergio Cabrera en un libro?

Muy pronto me di cuenta de que la suya era una vida extraordinaria, pero eso no basta para escribir una novela. Una biografía, sí, pero una novela no puede limitarse a contar lo que pasó: una novela explora el significado oculto de los hechos visibles, trata de encontrarle un sentido a la experiencia que la experiencia no revela por sí misma. Cuando me di cuenta de que la vida de Sergio no sólo era una gran aventura sino algo mucho más profundo, supe que iba a tratar de escribirla.

¿Cómo fue el proceso para la construcción de Volver la vista atrás?

La principal fuente fue la memoria de mis personajes. La novela está montada con más de treinta horas de conversaciones con Sergio, pero también con su hermana Marianella y con Carl Crook, un amigo de los dos durante sus años en la China de Mao. Luego están las conversaciones con los muertos: las memorias que escribieron Fausto Cabrera y David Crook, padre de Carl, porque en esta novela es muy importante lo que pasó antes de que los protagonistas nacieran. Luego viene lo que llamo el acto de la ficción, que no es inventar sino moldear, dar forma a las vivencias ajenas.

¿Por qué contar la vida de Sergio Cabrera empezando por su padre Fausto?

Bueno, porque el libro no es una biografía de Sergio, sino una novela sobre el impacto de la historia y las ideologías en una familia. Siempre me han interesado esos mecanismos extraños de la experiencia humana: cómo lo que le pasó a Sergio en 1972 comenzó a gestarse en la España de la guerra civil, más de 30 años atrás.

¿En qué se diferencia y en qué se parece Volver la vista atrás de sus otros libros?

Creo que comparte las mismas obsesiones de toda mi obra. Por un lado, el peso del pasado, que nunca es pasado en realidad: siempre está con nosotros, afectando nuestras vidas. Por otro lado, la manera en que eso que llamamos historia se mete en las vidas de los individuos, lo vulnerables que son nuestras vidas privadas a los grandes movimientos sociales. ¿En qué se diferencia? Bueno, nunca había yo escrito una novela sobre personas que conozco, que están vivas y que aparecen tal como son, sin invención ninguna. Es tratar con material explosivo. Es un ejercicio de una enorme responsabilidad.

En la novela hay una serie de experiencias y emociones experimentadas por su protagonista. ¿Cree que éstas fueron direccionando al nacimiento de su vocación como artista?

Por supuesto. Una lectura posible de la novela es ésa: la educación sentimental de un artista, digamos, o un retrato del artista adolescente. Si alguien quiere saber de qué fondo profundo salen las películas de Sergio Cabrera, dónde nacen sus preocupaciones o sus obsesiones, esta novela es un buen sitio para empezar.

¿Qué significa para Juan Gabriel Vásquez escribir este libro?

Ha sido un reto enorme, un verdadero campo minado. Como digo, trabajar con una vida ajena es tratar con material explosivo durante casi 500 páginas. Pero significa también un acto de confianza que no dejo de agradecer, y también el privilegio enorme de asistir a uno de los espectáculos más bellos que hay: una persona que recuerda lo que preferiría olvidar, que se enfrenta a un pasado doloroso o difícil para contarlo. Escribir el libro era sobre todo hacerle justicia a un acto de memoria muy valiente.

Fragmento

Según me lo contó él mismo, Sergio Cabrera llevaba tres días en Lisboa cuando recibió por teléfono la noticia del accidente de su padre.

La llamada lo sorprendió frente al Jardín de la Plaza del Imperio, un parque de senderos amplios y empedrados donde su hija Amalia, que por entonces tenía cinco años, trataba de dominar la bicicleta rebelde que acababa de recibir como regalo.

Sergio estaba sentado junto a Silvia en una banca de piedra, pero en ese instante tuvo que alejarse hacia la salida del jardín, como si la cercanía de otra persona le impidiera concentrarse en los detalles de lo sucedido.

Al parecer, Fausto Cabrera estaba en su apartamento de Bogotá, leyendo el periódico en el sofá de la sala, cuando se le ocurrió que la puerta de la casa no tenía puesto el seguro, y al levantarse bruscamente sufrió un desvanecimiento.

Nayibe, su segunda esposa, que lo había seguido para pedirle que volviera a su silla y no se preocupara, pues el seguro ya estaba puesto, alcanzó a recibirlo en sus brazos antes de que Fausto se fuera de bruces contra el suelo.

Enseguida llamó a su hija Lina, que pasaba unos días en Madrid, y era Lina quien ahora le daba la noticia a Sergio.

«Parece que ya va a llegar la ambulancia», le dijo. «¿Qué hacemos?»

«Esperar», le dijo Sergio. «Todo va a estar bien».

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