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Cultura
Los apodos en Cúcuta, para reír, gozar… y hasta castigar
Según expertos, el apodo define a la persona con una gran economía de palabras.
Sábado, 4 de Junio de 2016

Un apodo es, según el DRAE, un «nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia»;  o bien, un nombre similar en origen o pronunciación al del nombre primigenio.

Los apodos no son exactamente lo mismo que los hipocorísticos: estos son las formas familiares o afectuosas de los nombres propios de las personas, por ejemplo, Pacho es un hipocorístico de Francisco; a los José les decimos Chepe; a los Ramón, Moncho; a los Juan, Juancho; a las María, Mayo o Mayito; a las Mercedes, Mencha o Mechas; a las Isabel Chava; a los Vicente, Chente, etc. A los Gabriel les decimos Gabo. Apenas, pues pocos pueden acordarse fácilmente del nombre completo de nuestro ilustre Nobel: Gabriel José de la Concordia García Márquez.

Según el profesor Antonio Vélez Montoya, escritor, columnista, ingeniero electricista de la Pontificia Bolivariana de Medellín y máster en matemáticas de la Universidad de Illinois, los apodos, sobrenombres, motes o alias son en cierta forma resúmenes de aquellos aspectos de la persona que encajan o concuerdan de alguna manera con los de los elegidos; en cierta forma, definen a la persona con una gran economía de palabras. Suelen emplearse por amistad y afecto o ser despectivos.

“Si además son jocosos, o ingeniosos y creativos, prosperan hasta convertirse en un segundo nombre, y se eternizan, lo que los convierte, sin buscarlo, en un reconocimiento al acto creativo”, sostiene el profesor Vélez Montoya. El término «apodo» proviene del latín apputare (‘evaluar’ o ‘comparar’).

Pamplona y El Zulia

Como en todas partes del mundo, en Cúcuta y la zona de frontera siempre hemos sido muy dados a poner apodos. Y llamar a la gente más por como la apodan que como figura en la partida de nacimiento o en la cédula. Nadie está exento de que los familiares, amigos de la escuela o compañeros de trabajo, le encuentren cierto parecido con alguien o algo, para que inmediatamente le pongan su alias, término este más del bajo mundo de la delincuencia y el crimen. Pamplona tiene fama como ciudad de apodos. Tanto, que merece una crónica aparte.

Por muchos años en la esquina de una calle del municipio de El Zulia funcionó una farmacia que la llamaban Punta Arrecha. A todo el que pasaba por allí le clavaban su apodo. Nadie se escapaba y en pocos días todo el mundo en el pueblo lo sabía.

En la política

La política es una cantera de apodos. Consultando varias fuentes encontramos que en Cúcuta operó por muchos años un grupo que le llamaban “gallina vieja”. Sus integrantes se aparecían en todas las fiestas y reuniones. Comían, bebían, picaban y se deleitaban con los pasapalos… pero no ponían… ¡Gotereros de profesión!

Fue notoria una pareja de políticos a la que llamaban “tomatín y cebollín”… porque estaban en todos los guisos. Un exalcalde le puso al gobernador William Villamizar “Mechiparao”. Eso fue hace varios años y el gobernador tuvo que cambiar de look.

‘Gato seco’ fue el apodo que hizo famoso al hoy presidente del Concejo, Víctor Suárez. Decimos fue porque desde que llegó al Concejo se pasó de kilos y hoy le dicen ‘Gato gordo’.

A propósito, al exsenador conservador Gustavo Sánchez Chacón le decían ‘Bon Bon’, por sus cachetes generosos.

Hace varios años, a un diputado de la Asamblea lo apodaban ‘Patepuntilla”: caminaba como si tuviera un clavo en un zapato.  Al dirigente ocañero Fernando Carvajalino le decían ‘Rabanito’ y al exconcejal y expersonero de Cúcuta José Félix Román lo llamaban ‘Palito’. A Hernando Díaz Parada casi todo el mundo le decía ‘El borugo’.

Cuando fue alcalde de Cúcuta al exministro de Comunicaciones José Fernando Bautista le pusieron el apodo de ‘La marmota’. Al exconcejal  Juan Manuel Morelli Santaella le dicen ‘Guanábano’. Y a su hermano Jorge Enrique todo el mundo lo llama por su apodo: ‘Koki’.

En el deporte, la radio y el periodismo sí que hay gente con apodos. Uno de los personajes de la radio más populares en la ciudad por muchos años fue el dirigente cívico Carlos Ramírez París, a quien todo el mundo le decía ‘Trompoloco’ o ‘Trompo’.

Recordamos también al dirigente ‘Perico’ Fuentes, al ‘Mocho’ Barreto, a Carlos Pérez Ángel (‘El ronco), a Jesús Ramírez (‘Chucho’ Mentiras’), a Germán ‘Burrito’ González y a ‘El faraón’ Serrano.

A Ricardo Gélvez todavía le dicen ‘El cabezón’, pues sobre su testa se puede jugar dominó. En los últimos años se convirtió en un émulo de ‘Chucho mentiras’, según varios colegas. Hubo una empleada en la administración a la que llamaban ‘La tuteca’, porque en todas partes “dejaba la cola…”   

La gente castiga igualmente a los movimientos políticos cuyos dirigentes toman atajos que no debieron. A Convergencia Ciudadana, por ejemplo, la llaman ‘Sinvergüenza Ciudadana’ y a Civismo en Acción todo el mundo le dice en Cúcuta ‘Cinismo en Acción’.

Y hasta hace poco a Corponor le decían ‘Corzonor’ por el dominio político y burocrático que allí tuvo en los últimos años el senador Juan Manuel Corzo.
 
‘Compañerito’, ‘Turupe’ y ‘La garza’

El exgobernador Álvaro Salgar Villamizar les decía ‘Compañerito’ a los periodistas y a muchos de sus amigos políticos. A él también todo el mundo le dice ‘Compañerito’.

Entre los funcionarios del poder judicial se destaca o es muy conocido el apodo de ‘Turupe’, que corresponde al abogado Carlos Arturo Mutis. Otro apodo famoso es el de ‘Lengua peluda’ que corresponde al odontólogo Germán Pérez Aranguren.

A un hermano del exgobernador Luis Morelli Navia una dama lo abofeteó en una ocasión porque la llamó por el apodo. Entonces sus amigos comenzaron a decirle ‘Cachetano’. Era uno de los hijos del exgobernador Cayetano Morelli Lázaro. Imposible olvidar a otro gobernador de Norte de Santander, conocido por su bonhomía y don de gentes: Jorge García Herreros, a quien todos llamaban cariñosamente ‘El gordo’ García Herreros. Y un gobernador más famoso por su apodo fue Sergio Entrena López, a quien todo el mundo le  decía ‘Pañete’.

En La Opinión recordamos al inolvidable ‘Molinillo’, por varios años conductor del fundador y director de este diario, doctor Eustorgio Colmenares Baptista, y celoso portero de sus instalaciones hasta los últimos días de su vida. En la redacción le decíamos ‘Piolín’ a José Suárez; ‘El tigre’ al reportero gráfico César Obando; y ‘aún conserva su apodo de ‘Caballo’ el periodista y contador público juramentado Pedro León Jáuregui.     

Entre los voceadores de periódicos, imposible olvidar a ‘Elefante’, ‘El Pollo’, ‘Chicharrón’, ‘La diabla’, ‘Tambá’, ‘El mago’ y ‘El toche de oro’.

Seguramente no están todos los que son ni son todos los que están, pero el tema da para más escritos como este.  

Entre choferes y músicos

En el gremio de los choferes de Cúcuta – de ayer y de hoy – los apodos dan para un gran zoológico: ‘El gorila’, ‘El duende’, ‘El chivo’, ‘El burro’, ‘Caregallina’, ‘El ovejo’, ‘Vampiro’, ‘Alacrán’, ‘Burro con sueño’, ‘El zorro’, ‘La cabra’, ‘El mico’ y ‘Cara e’ tigre’.

También hay muchos músicos con apodos y algunos de ellos son: ‘Rubirosa’, ‘Canta bonito’, ‘Bocachico’, ‘Fumanchú’, ‘Bejuco’, ‘El gato’, ‘Vikingo’, ‘Pecueco’, ‘Macarrón’, ‘Cacho e’ teléfono’, ‘Patecanoa’, ‘Chancleta’, ‘Pelícano’, ‘El toro, ‘La mula’ y ‘Fosforito’.

En los colegios

Según el profesor Vélez Montoya, en los colegios, los apodos son el pan de cada día, para diversión de los estudiantes. Es muy común que los profesores tengan su apodo, sobrenombre burlón que circula por todo el colegio, a espaldas, claro está de la víctima. Se cuenta que a un profesor de origen alemán, de nalgas abundantes, los estudiantes lo bautizaron Fondillón (por Von Dillón).

Alguien en Cúcuta nos contaba que en su clase del colegio, de los 40 compañeros, solamente 4 o 5 se salvaban de que los llamaran por el apodo. “Eso era un zoológico”, nos decía. Allí estudiaban ‘El gallo’, ‘El ovejo’, ‘El cocodrilo’, ‘El burro’, ‘El mico’, ‘El pato’, ‘Carecabra’, ‘Muela linda’, ‘Volkswagen’, ‘Careteta’, ‘Bocadillo’, “Carevieja’, ‘Ccucaracho’, ‘Masato’, ‘El chino’, ‘Guarapo’ y en fin otros más.

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