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Cultura
Museos de Ocaña se resisten a morir
"Lo peor que podría pasar es que desaparezcan", dijo Luis Eduardo Páez García, director de estos históricos lugares.
Domingo, 31 de Mayo de 2015

Los museos de Ocaña han sobrevivido a amores y desamores con la cultura y se resisten a desaparecer del contexto local. Esta historia comenzó en 2003, cuando el Ministerio de Cultura desempolvó las colecciones y creó el Museo de la Gran Convención, en el complejo histórico de San Francisco. Un año después, inauguraron el Museo Antón García de Bonilla.

De acuerdo con Luis Eduardo Páez García, director de museos en Ocaña, las colecciones de arqueología, para esa época, estaban en un estado lamentable y tenían como mejores amigos a insectos y humedad.

“Luego se tuvo un respiro cuando se gestionaron recursos por $80 millones y se contrataron profesionales en museografía, quienes se encargaron de organizar las colecciones históricas de acuerdo con lineamientos nacionales”, dijo Páez García.

Sin embargo, la alegría duró poco, porque el dinero alcanzó solo para un museo. Se distribuyeron seis espacios de manera cronológica, desde la época prehispánica hasta el Siglo XX. Así, el visitante puede hacer un recorrido didáctico.

“La historia de los museos ha sido como un libro abierto, con aciertos y desaciertos. Lo peor que podría pasar es que desaparezcan, porque hacen parte del acervo cultural y debemos unir esfuerzos para rescatarlos y mantenerlos”, acotó Páez García.

Sin duda, el que en mejores condiciones está es el Antón García de Bonilla, que conserva colecciones de arte, historia y arqueología. La arquitectura del museo es colonial, tiene sus paredes en tapia pisada, techos con teja española y dos balcones. En esta casona también funciona la Academia de Historia.

Paula Andrea Bautista, quien es visitante asidua de los museos, considera que “da la impresión de que no están completos los elementos que pertenecen al Museo de la Gran Convención”.

Otro de los problemas que tiene el Museo de la Gran Convención es que no cuenta con vigilante y los niños ingresan sin dificultades a jugar con los objetos históricos, se sientan en las sillas antiguas y nadie los controla.

Y para rematar las peripecias por las que ha pasado este recinto cultural, tiene los libros de colección expuestos a que cualquier persona los manipule, sin tener cuidados especiales por la fragilidad de sus páginas. Además, cualquier ciudadano puede llevárselos y no pasa nada.

Este hecho viene desde la administración de Yebrail Haddad Lineros, cuando se trasladó la Secretaría de Educación y Cultura al espacio, por obras de remodelación que se harían en la Alcaldía.

Páez García emprende una nueva cruzada por los museos y pide el apoyo de la ciudadanía.

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