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A punta de puntos dibuja rostros, animales y flores

Jairo Manzano Reyes se dedicó de lleno a vivir de la pintura desde hace año y medio. 

Jairo Manzano Reyes es un arquitecto que descubrió hace año y medio su verdadera vocación: dibujar.

Pero no común y corriente sino ‘disparando’ diminutos puntos negros sobre un papel y captando texturas, sombras y detalles de rostros, animales y flores.

Para ello solo utiliza un  rapidógrafo 0.1 y es capaz de ‘bombardear’ 300 punticos por minutos.

Esa técnica conocida como puntillismo, que ha sido usado por grandes artistas del impresionismo y el expresionismo (Vincent Van Gogh, Signac, Monet...)  y que transmite emociones por medio del efecto especial que crea con la unión de puntos, la practica Jairo Manzano desde que tiene uso de razón, pero siempre la tenía ahí como entretención.

Primero le dio cabida a la arquitectura, cuando terminó, en el 2004, su bachillerato en el colegio La Salle de Cúcuta, donde se crió desde los 15 meses, después de llegar procedente de Tibú.

Viajó a Bogotá y en el 2010 se convirtió en un arquitecto. En la Universidad de Los Andes aprovechaba las horas libres para recibir clases de arte. Ese cúmulo de teoría la fue aplicando en las pinturas,  encargos que le hacían los amigos, vecinos o familiares. 

Así fue calentando la mano con el puntillismo en los rostros. Vendía cuanta obra le encargaban sin darse cuenta que se iba quedando sin nada para mostrar o exhibir.

El rapidógrafo que usa para dibjar es un 0.1. Es como usar la punta de una aguja.

La carrera de arquitectura no la tiró a la caneca de la basura sino todo lo contrario. La disfrutó seis largos años diseñando en diferentes oficinas.

Hizo un proyecto de una cubierta en Yopal  y en Cúcuta también diseñó casas.  Se dio un año sabático y viajó a  Nueva Zelanda. El año pasado se sometió a un concurso que le dio la señal de que estaba por el camino correcto. La convocatoria la  organizó la fundación Mecenartes, la Academia de Artes Fábula y el Misterio de Cultura, llamado Primer Salón Promesas Mecenarte. Se participaba con una pieza en la que se plasmara de forma bidimensional y en cualquier técnica artística una opinión sobre el Proceso de Paz en Colombia. Se seleccionaron 20 obras, de  500, que hicieron parte de una exposición en la galería de la escuela, y se premiaron  tres. Su obra que tituló ‘La atadura’ ocupó el segundo lugar. El jurado se impresionó por la manera en que se las ingenió. Agarró  el Acuerdo de Paz, impreso en papel, y envolvió una pistola y después de lograr el efecto lo pasó a pintura, a puntilla. Hasta las letras las hizo en esa técnica que duró unos tres meses largo concibiéndola. Pero dice que valió la pena. 

Esa fue la prueba reina que le ayudó a renunciar a la arquitectura. Su familia lo apoyó y empezó a dar rienda suelta al rapidógrafo. 

Hace tres meses inició una serie de piezas con el propósito de exponer. Pintó seis flores colombianas  y tres insectos, la mayoría cucarrones.  Las nueve obras las expuso en Bogotá como lanzándose al ruedo del arte que guardaba  en su interior.

Ese reto, lo considera exitoso gracias a la paciencia  y a la constancia. Vio en los cucarrones una opción para llenar de puntos y lograr efectos.Alcanza a poner 300 puntos por minuto. Es decir,  18.000 puntos por hora en una sola pieza artística. “En puntillismo puede tomarme más de 250 horas de trabajo”.

Le gustaría exponer en el Banco de la República de Cúcuta o en la Torre del Reloj, pero mientras tanto sigue concentrado, ‘exprimiendo’ su rapidógrafo de tinta negra y consolidando sus nuevas creaciones para ofrecerlas al público.

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Celmira Figueroa
Celmira Figueroa
Viernes, 28 de Abril de 2017
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