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El campeón nacional no quiere pedir más limosna
Gabriel Jaimes Chacón camina todos los días desde su casa en Atalaya hasta la calle octava con avenida cero, y la esquina de la fuente luminosa le sirve como su única posibilidad de empleo. Se sienta y descansa en las bancas de cemento, pero se levanta con una energía increíble cada vez que el semáforo se pone en rojo.
Sábado, 2 de Mayo de 2015

Cuando el periodista del canal antioqueño le preguntó a quién le dedicaba el récord nacional que acababa de imponer, la voz se le cortó y se transformó en un mar de lágrimas. Entre balbuceos se acordó de su mamá, y lo único que pidió fue que le dieran trabajo porque está cansado de tener que madrugar a pedir monedas para completar todos los días lo del almuerzo.

El mes pasado, la delegación nortesantandereana de atletas con parálisis cerebral viajó a Medellín para participar del  I Open Internacional de Para – Atletismo, que además sirvió como clasificatorio a los Juegos Paranacionales que se cumplirán a finales de año.

El balance no pudo ser mejor. Los ocho deportistas que viajaron a la capital antioqueña clasificaron para las justas, y Gabriel Jaimes Chacón logró imponer un récord nacional que no se movía hace seis años.

Después de su último lanzamiento, los jueces se acercaron y observaron el disco clavado en el terreno a una distancia de 15,95 metros. De inmediato lo llamaron y le pusieron una marca en su mano derecha.

‘Gabo’, como lo llaman sus compañeros de entrenamiento y su profesor, salió disparado como una bala con la palma de su mano apuntando al cielo en busca del entrenador Alberto Benavides. Aunque la pronunciación le cuesta bastante, no podía creer la frase que los jueces le plasmaron en su mano.

Cuando lo encontró, varios metros afuera de la zona de lanzamiento y después de cruzar la pista de atletismo repleta de deportistas de todas las regiones, Gabriel se lanzó sobre su entrenador y le mostró el “récord nacional” que llevaba escrito en su mano.

Además de la medalla de oro en lanzamiento de disco, Gabriel ganó bronce en lanzamiento de bala y logró clasificar en tres pruebas para los Paranacionales: disco, bala y jabalina.

Cada atleta puede clasificar un máximo de cuatro pruebas para los juegos, y en Medellín a Gabriel le sobraba gasolina para participar en todas las competencias que lo inscribieran.

Todavía con la marca de “récord nacional” escrita en su mano, ‘Gabo’ le preguntaba con incansable afán a su entrenador a qué horas se iniciaba la clasificación para la prueba de 100 metros planos, otro de sus competencias favoritas.

Benavides, observándolo jadiar por el agotamiento que arrastraba de haber clasificado a tres pruebas, además del amplio desgaste que hizo para imponer la marca nacional, le pidió que descansara y disfrutara del inmejorable clima de competencia que adornaba el Estadio de Atletismo Alfonso Galvis Duque, de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot.

La misma rutina, todos los días

Su complexión menudita y la ropa ancha, dos tallas más que la suya, lo hacen parecer, a la distancia, como un muchacho adolescente que lleva siempre mucha prisa al caminar.

Una vez se acerca, las marcadas líneas de expresión en su rostro y su piel casi rostizada por el sol entregan otro concepto de él, quizá más cercano al del hombre de 35 años que tiene que caminar más de diez kilómetros, todos los días, para rebuscarse su almuerzo y el de sus papás.

Su padres, ancianos y sin trabajo, aguardan en su casa hasta el mediodía esperando por lo que pueda conseguir ‘Gabo’.

Gabriel Jaimes Chacón vive en la ciudadela Juan Atalaya. A las 5:00 de la mañana se amarra lo que le queda de zapatos, que más bien parecen un monumento a quienes utilizan sus pies como único medio de transporte, los mismos que utiliza para ir a entrenar, y los que utilizó para aferrarse como un felino al suelo de la jaula de lanzamiento y aventar con todas sus fuerzas el disco, y sale de su casa a cumplir con su inamovible rutina.

En un bolsillo unas cuantas monedas, no mucho para evitar pérdidas y, en el otro, una bolsa de plástico azul con las medallas de oro y bronce que le colgaron en Medellín.

‘Gabo’ camina todos los días desde su casa hasta la calle octava con avenida Cero, y la esquina de la fuente luminosa le sirve como su única posibilidad de empleo.

Se sienta y descansa en las bancas de cemento como cualquier ciudadano que espera el transporte público, pero se levanta con una energía increíble cada vez que el semáforo se pone en rojo.

Con su rostro empapado en sudor y con una sonrisa de oreja a oreja, Gabriel se acerca a las ventanas de los carros y a cada motociclista, y le extiende su mano esperando una moneda de $200 o $500,  cuando le va bien se lleva un billete de $1.000.

Cuando el día se complica y no llegan ni siquiera monedas de $50, Gabriel apela al resplandor de sus medallas, las que guarda como un tesoro en el bolsillo de su pantalón, y las luce en su cuello curtido buscando una mayor atención de todo el que transita por el sector.

Con el entrecejo fruncido y señalando con su mano la fuente seca, Gabriel trata de explicar que ahora no saca muy a menudo sus medallas del bolsillo porque hace varias semanas unos muchachos más jóvenes, con aspecto de viciosos, intentaron robárselas.

Cuando reúne más o menos lo de dos almuerzos, Gabriel emprende su camino de vuelta a casa, valiéndose únicamente de la energía que le queda en sus piernas y de los dos pedazos de tela y caucho que usa como zapatos.

Por las tardes acude a los entrenamientos de atletismo en el Estadio Centenario, y antes de las 7:00 de la noche regresa a su casa a seguir cuidando a sus papás.

Gabriel Jaimes Chacón, más allá de un par de zapatos para entrenar y seguir preparándose para los Paranacionales, donde muy seguramente ganará medallas, pide casi que clamando una oportunidad para trabajar y no tener que salir de su casa todas las mañanas a esperar la caridad de las personas,  muchas de las cuales lo tratan como a un indigente.

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