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Espadachines paralímpicos, guerreros en silla de ruedas

Los esgrimistas paralímpicos encontraron en este deporte de combate una forma de expresarse.

Los espadachines paralímpicos entran a la arena con el tema de James Bond de fondo, aunque el agente 007 no podría encarar un combate pegado a una silla de ruedas como estos guerreros.

Muchos talentosos atletas superan sus incapacidades en los Juegos Paralímpicos de Río. Sin embargo, los de esgrima tienen una ventaja única.

“Es uno de los pocos combates deportivos que se pueden hacer en una silla de ruedas”, explicó el canadiense Pierre Mainville, después de avanzar a los cuartos de final de sable.

Este espadachín comenzó a practicar esgrima en silla de ruedas a los 15 años, luego que un policía empeñado en matar a su exnovia comenzó a disparar contra el auto en el que ella se encontraba, junto a otras tres personas.

Mainville era uno de ellos. Recibió seis disparos y quedó parapléjico.

Si un arma moderna casi le quita la vida, la antigua espada lo ayudó a recuperarla.

“Cuando te pones esa máscara, te conviertes en un guerrero”, indicó.

Los combatientes tienen que permanecer sentados en las sillas de ruedas fijadas al piso, inmovilizando la parte inferior de su cuerpo, puedan o no mover las piernas.

Libres de la cintura para arriba, se lanzan a furiosos combates, atacando, defendiendo, echando el cuerpo hacia atrás para escapar del filo del sable.

El sonido agudo del choque de las espadas se adueña de la sala, interrumpido por los gritos de victoria o decepción.

“Es como el ajedrez, sólo que muy rápido”, afirmó Mainville.

Inteligencia... y brazos largos

Los combatientes se asemejan a algo entre alienígenas, ninjas y caballeros medievales.

Se colocan una máscara y un traje blanco con cables para registrar los golpes del oponente. Unas cobijas cubren como faldas el área de la cintura a los pies.

El color de la ropa data de los duelos entre aristócratas, explicó Mainville. “La regla era que perdía el primero que sangrara. La gente comenzó a hacer trampa vistiendo ropa oscura por lo que se decidió que todo el mundo debía vestir de blanco”.

Como Mainville, el brasileño Fabio Luiz Damasceno (33) resultó paralizado de la cintura para abajo tras un disparo. Describió el incidente como una “pelea callejera”.

Y no es la única víctima de un tiroteo que terminó en la esgrima.

Su compatriota Jovane Guissone fue herido y perdió el control de las piernas. Comenzó en el deporte paralímpico hace cuatro años en Londres, cuando ganó el oro.

Damasceno explicó que descubrió la esgrima en silla de ruedas --deporte paralímpico desde 1960 pero que llegó a Brasil recientemente- por “cosas del destino”.

Y no fue fácil aprender la técnica para manejar las armas que escogió: el florete y la espada.

“Estás en un área muy pequeña, hay que atacar y defenderse muy rápido. Hay mucho entrenamiento, tienes que repetir las cosas 10.000 veces para hacerlas bien”, aseguró.

Damasceno destaca una complicación importante que incluso puede llegar a ser imperceptible para los espectadores.

A pesar de que todos los competidores están atados en sus sillas y la competencia se realiza en tres divisiones según la discapacidad, las variaciones en el estado físico, y por lo tanto, de movilidad, todavía pueden ser enormes.

Damasceno tiene piernas, pero que no responden, mientras que un oponente con ambos miembros amputados puede conservar la utilización de sus muslos, dándole un poco más de agilidad y fuerza en la parte superior del cuerpo.

Con todo, admite, todo se resume al final una tradicional pelea de espadas.

“En la esgrima, tu objetivo es tocar al oponente, tocarlo primero”, apuntó.

O como dice el griego Panagiotis Triantafyllou, que ganó plata en sable: “ayuda tener brazos largos y ser inteligente”.

Sebastian SMITH | Río de Janeiro | AFP

Viernes, 16 de Septiembre de 2016
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