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Ibargüen, la niña que no quería creer
34 años tiene la actual mejor atleta del mundo.
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Colprensa
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Sábado, 8 de Diciembre de 2018

Caterine Ibargüen Mena, la niña que no quería crecer más, para no distinguirse sobre sus compañeras de colegio, ha crecido hasta convertirse en la mejor atleta mundial del año.

Nacida en el barrio obrero de Apartadó, Caterine tuvo “una pobreza feliz”, según sus palabras, y soñó con ser bailarina hasta que su físico poderoso le permitió sobresalir en deportes como el voleibol antes de recalar en el atletismo.

Fue una niña de escasos recursos que se fue a vivir con siete años a la casa de su abuela Ayola Rivas tras la separación de sus padres. “La influencia de mi abuela fue muy importante en mi vida, fue la persona que estuvo ahí desde el principio cuando empecé a entrenar, con ella tuve una infancia feliz”, recuerda.

Probó fortuna en carreras que iban de la velocidad al mediofondo, pero la entrenadora cubana Regla Sandrino la condujo en Medellín, cuando tenía 14 años, al salto en todas sus versiones: longitud, altura y triple.

Ibargüen pasó inadvertida en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 (eliminada en la calificación de altura con un salto de 1,85), no se clasificó para los de Pekín 2008 y amagó con dejar el atletismo con solo 24 años.

Se graduó de enfermera en la Universidad Metropolitana de Puerto Rico, y allí, en 2008, fue recuperada para el atletismo por el doctor Ubaldo Duany, quien la hizo olvidarse del salto alto para convertirla en la mejor saltadora de triple del universo.

Un salto triple de 15,17 metros le dio el oro olímpico en Río 2016, cuatro años después de haber ganado la presea de plata en los de Londres.

Desde aquella final olímpica londinense, encadenó 33 victorias consecutivas en alta competición. Ganó la liga de Diamante de la especialidad de triple en 2013, 2014 y 2015, los títulos mundiales de Moscú 2013 y Pekín 2015, y alcanzó su actual récord personal (15,31) el 8 de julio de 2014 en Mónaco. Solo perdió en Birmingham, el 5 de junio de 2016, otra vez ante la kazaja Olga Rypakova, la misma que le había privado del oro en Londres 2012.

Ibargüen , amante del vallenato, tiene un biotipo privilegiado, por su combinación de potencia y agilidad, para los saltos: 70 kilos y 1,81 metros de estatura. Ahora, en plena madurez con 34 años, ha escalado los muros de la gloria.

El atletismo latinoamericano solo había sido distinguido una vez con el trofeo que reconoce la máxima excelencia mundial del año. Han transcurrido 29 años desde que la cubana Ana Fidelia Quirot recibió en 1989 el premio en compañía del vallista estadounidense Roger Kingdom, en la segunda edición de los premios.

Su trayectoria la avalaba como favorita: campeona de la Copa de Mundo, ganadora de la Liga Diamante tanto en triple como en longitud (con solo 24 horas de diferencia), campeona centroamericana y del Caribe en ambos saltos, invicta en sus ocho competiciones del año en triple.

Era la quinta vez que el nombre de la multisaltadora antioqueña figura entre las candidatas del trofeo a la Mejor Atleta Mundial del Año. Fue aspirante en 2013, 2014, 2015 y 2016, y regresaba ahora, ya como una de las cinco finalistas, después de su ausencia en 2017, cuando en su camino se cruzó la venezolana Yulimar Rojas para alzarse con el título mundial en Londres.

El año próximo, en los Mundiales de Doha, tendrá una sola misión, recuperar el título mundial que obtuvo con un salto de 14,85 metros en Moscú 2015 y cedió a Yulimar en Londres 2017.

Estuvo cerca de retirarse

Casi que suplicándole, vía telefónica, el entrenador de Caterine Ibargüen, el cubano Ubaldo Duany, le pedía a su pupila: “Por lo menos cálzate los tenis y sal a la pista a caminar o a trotar un poco”. Luego perdió contacto con ella más de un mes.

En ese instante y sumida en el dolor, la deportista, acostumbrada al glamour que le brindan sus triunfos y quien ha pisado los mejores escenarios atléticos en el mundo, estaba refugiada en un barrio donde aún se ven calles polvorientas y con huecos, pero en el que realmente encuentra su polo a tierra. El Obrero de Apartadó, Urabá antioqueño, donde se formó.

Y es que tres décadas después, tras conquistar la cima de su deporte, estuvo a un paso de poner fin a su carrera.

En un país que en ocasiones carece de memoria para recordar las gestas de sus embajadores, Ibargüen, actual medallista olímpica, sufría al sentir el ‘bullying’ que le hacían a ella y también a su familia luego de terminar subcampeona mundial en 2017 en Londres. Muchos vieron esa medalla de plata como un fracaso, luego de triunfar en las citas de 2013 en Moscú y 2015 en Pekín.

“A mis sobrinos los molestaban en el colegio, a mis tías, cuando iban a la tienda, les decían que era mejor que me retirara, y por poco sucede. Soy un ser humano y esas derrotas me afectaron bastante sicológicamente”, le confesó la atleta. En los tres meses que estuvo sin entrenar aumentó casi cinco kilos.

Sin embargo, como por arte de magia, la triplista retornó a la competencia en el mes de abril durante el Prix Ximena Restrepo, en el que empezó un camino triunfal que fue considerado, por la Iaaf, como el más exitoso de su andar.

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