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La comida china, a la espera de su clientela

Este sector de restaurantes de Cúcuta no ha escapado la crisis por la pandemia de COVID-19.

Susana Tang llegó a Cúcuta, procedente de China, hace treinta años y nunca antes había tenido que ‘alzar’ el delantal en su restaurante Confusio.

Su voz se escuchó angustiada por esta atípica situación que vive el mundo entero a causa de la pandemia generada por el coronavirus. 

En su embolatado español dijo que la venta de comida estaba ‘malo’ y su preocupación, al igual que la mayoría de restaurantes, es por la poca captación de ingresos para cumplir con toda esa cadena que involucra el negocio. Es decir, pagar arriendo, servicios públicos y empleados.

En estos casi tres meses de cierre se le han venido acumulando recibos y junto con su esposo se las ha ingeniado para ofertar a su clientela utilizando el sistema de domicilios.

A sus cuatro ayudantes les tocó decirles que se quedaran en casa para que acataran la orden presidencial de la cuarentena porque, además, no hay flujo de transporte público de busetas y utilizar carreras de taxi no era rentable.

Susana también extraña el bullicio de su clientela que la acompañaba en horas del almuerzo y por las noches. Antes que apareciera el invisible virus, en Confusio se vendían 30 y hasta 50 especialidades de platos. La complacía con la comida oriental y haciendo las venias tradicionales de su país. Pero ahora con las puertas cerradas solo ve a su esposo que le ayuda en la preparación de los variados pedidos y a los rostros tapados de los domiciliarios.

Confusio cumplió 16 años de estar abierto al público. Antes, el negocio ha tenido variedades de nombres, según atina a decir su propietaria, quien espera que pronto se levante la cuarentena, porque de lo contrario no sabrá qué hacer.

Cristian Villegas, en cambio, dice que se han ido acostumbrando a  atender a la clientela sobre pedidos a domicilio, tal como ha venido girando el mundo en torno a lo digital. En el restaurante Pekín, que también es de familia china desde hace 35 años y al que hace parte, se extraña a la gente que se siente en la mesa, mire las cartas y escoja el menú.

A futuro, afirma, desaparecerá la atención personalizada, a la que estábamos acostumbrados. “Tendremos que amoldarnos a comprar vía virtual así como se pagan los recibos de servicios públicos. Llegó la hora de la tecnología y aquí está involucrada la comida”.

Cristian sintió en carne propia el estigma de pertenecer a una familia china desde el mismo momento que se descubrió el brote en  Wuhan, donde ha cobrado la vida de más de 2.200 personas. “En la calle me han gritado palabras soeces, hasta me han tirado cosas y se burlan”.

Antes de propagarse el coronavirus, en el restaurante Pekín se vendían unos 20 comidas en dos horas. Hoy solo dos o tres y un promedio de ocho entre semana.

Una empleada del restaurante Funcg, quien pidió omitir su nombre, dijo que la situación que están viviendo es terrible porque la gente piensa que se va a contagiar comiendo comida china y la clientela está reacia. “Los dueños están muy tristes. Yo estoy colaborándoles, es decir sin recibir pago porque lo que se vende por domicilio no alcanza”.

Edith Cabrera Rodríguez es la propietaria del restaurante Casa Miyagi, y aunque el nombre esté inspirado en una provincia de Japón, la familia es netamente cucuteña. Siempre han admirado la cultura japonesa y a la mesa han llevado las delicias de Miyagi.

Dice que ha tenido que ajustarse porque los ingresos por el sistema de domicilios no es la misma que cuando atendían a su clientela.

“No nos alcanza para el arriendo ni para pagar a los once empleados. Además existe una guerra de precios y así no se puede sostener un negocio que cumplió 14 años abierto al público”. Además implementar las normas de protocolo para poder seguir vendiendo comida encarece. “No solo es dotarlos de tapabocas, mascarillas, guantes y demás sino que a cada trabajador le compré un  aparato para que se tomen la temperatura al llegar al negocio. Y el aseo se hace tres veces al día”.

Lo que más se vendía por las noches era el sushi.

El panorama en el restaurante Shangai Gold también es desalentador. Katherine González, una trabajadora, de los tres que quedaron, advirtió que solo se venden dos o seis domicilios. Y espera que pronto pase esta pesadilla.

En La Gran Muralla se ha venido moviendo la venta a domicilio y en estos tiempos de confinamiento la clientela sigue siendo fiel, sobre todo con el arroz chino. En horas del almuerzo se está vendiendo un promedio de hasta 30, según referenció un empleado que no quiso ser identificado.

En La Casa del Arroz Chino, Beatriz Medina, recuerda que cuando se dispararon los casos de la COVID 19 en Cúcuta tuvieron que dejar de laborar durante dos semanas. Y poco a poco se fue reactivando la venta, con la estrategia del domicilio.

Sin embargo, en estos diez años que tiene el restaurante nunca se había presentado un cierre tan prolongado como el de ahora por la declaratoria de la pandemia.

Confía en Dios para que pronto se normalice esta situación.

En La Embajada China Imperial dicen que la gente se está habituando a hacer sus pedidos y algunos llegan a tocar al restaurante y regresan por la comida.

Atienden desde las 12 del mediodía hasta las 4:00 de la tarde y hoy en día están sacando un promedio de 50 almuerzos, según cuenta la administradora Nelcy Ramón Jiménez, quien advierte que los propietarios no son orientales sino oriundos de Bucaramanga. Hasta el momento han podido mantener a los cinco trabajadores de nómina.

El futuro, cree se seguirá implementando la estrategia del servicio a domicilio para continuar  complaciendo a los clientes.

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Celmira Figueroa
Celmira Figueroa
Jueves, 14 de Mayo de 2020
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