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Renegociación del tratado comercial inquieta a la maquila mexicana

Maquila es un sistema productivo que simboliza el impacto del Tratado de Libre Comercio América del Norte.

A los 15 años, Adriana llegó a Juárez para trabajar. Para arribar a esta ciudad, fronteriza con Estados Unidos. Gildardo viajó tres días desde Chiapas, en el sur de México. María vino de Oaxaca, también en el sur, y asegura que no regresaría a ser agricultora porque aquí está mejor.

Los tres llegaron para ser obreros de maquila, un sistema productivo que simboliza el impacto en la sociedad mexicana del TLCAN, el acuerdo comercial que hace 23 años transformó la relación de México con sus dos ricos vecinos: Estados Unidos y Canadá.

Desde esta semana, el acuerdo será renegociado principalmente por exigencia del presidente estadounidense, Donald Trump, quien cree que ha sido “desastroso” para su país, arrebatándole empleos e inversiones.

María Martínez, de 34 años, resume lo que sabe del tema en una idea: Trump se quiere llevar los empleos que la industria automotriz genera en México de regreso a Estados Unidos.

“No quiere dejar nada acá”, lamenta. “Yo digo que está mal porque todos trabajamos iguales, sean los de allá o los de acá”.

María trabaja en una fábrica de autopartes que tiene entre sus clientes a Ford, una de las primeras marcas estadounidenses que fabricó automóviles en México, mucho antes del TLCAN.

También fue la primera en cancelar en enero una inversión de 1.600 millones de dólares para construir una planta en México, tras los rugidos proteccionistas de Trump.

Para el presidente republicano, el TLCAN ha exportado puestos de trabajo estadounidenses al sur de la frontera, donde un manufacturero gana un promedio de 2,3 dólares por hora, según la web Trading Economics. En Estados Unidos y Canadá, el promedio es de 20 dólares.

Esa disparidad ha impulsado un boom industrial en Juárez, donde 64% de los empleados trabajan en la maquila.
  
Techo y estabilidad 

María, de mirada curiosa y sonrisa pícara, habla sentada en el sillón de una habitación, que sirve de sala, dormitorio y comedor para ella, su pareja y sus dos hijos.

Con 37 grados y el sol ardiendo sobre el humilde barrio de Riberas del Bravo, en el noreste de Juárez, la habitación es un sauna. En otro ambiente viven su hermana y su esposo y pese a las incomodidades, esta casa le pertenece.

La compró con el salario de 10 años como operadora de maquila, trabajo que empezó apenas llegó desde Oaxaca, donde era agricultora.

“En la maquila, tienes techo, no tienes ni calor ni frío, te dan de comida y allá no... Es muy difícil en el rancho”, afirma.

Aunque en su barrio más del 30% de los habitantes afirma que su ingreso no alcanza para vivir, según datos de la ONG Plan Estratégico de Juárez, la mayoría agradece tener empleo en la maquila.

“Nos dan la oportunidad de tener un trabajo estable... Duramos años y tenemos prestaciones”, dice Adriana Agüero, de 40 años y madre de tres hijos.

Adriana, que vino de Durango siendo adolescente, cuenta con orgullo que ya es propietaria de su casa y ha logrado sostener a sus hijos pese a estar divorciada y no recibir manutención.

Aunque la maquila, consistente en ensamblar productos en talleres industriales de países con mano de obra barata destinados a otros más ricos, surgió en Juárez décadas antes del TLCAN, su firma en 1994 le dio un impulso inusitado.

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AFP
AFP
Lunes, 14 de Agosto de 2017
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