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Editorial
$1 millón por día
El salario que se asignaron, con autorización de quienes les otorgaron el poder para decidir, da la impresión de ser algo elevado.
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Viernes, 30 de Junio de 2017

No son 30 millones de pesos mensuales. Es necesario ser justos: en realidad, los congresistas colombianos ganan solo 29’814.275 pesos por mes, que no es lo mismo. Al menos así lo estableció la Contraloría General de la Nación. Que sea retroactivo al 1 de enero es solo resultado de pequeños tecnicismos legales.

Pero, acostumbrados a ajustar cifras hacia arriba o hacia abajo, es factible hablar de 1 millón de pesos diarios que los contribuyentes les pagamos a senadores y representantes por ir tres días a la semana al Capitolio a contestar presente cuando el secretario llama a lista. Como en la escuela, pero en este caso, con un bagaje interminable de excusas que, a la postre, resultan todas válidas.

No es la gran cosa, recibir 1 millón de pesos cada día —porque como bien lo explicó hace seis años el senador nortesantandereano Juan Manuel Corzo, con ese dinero ‘no tengo cómo pagar gasolina de dos vehículos’, el suyo y el de sus escoltas—, pero 268 colombianos ilustres y honorables sacrifican su bienestar por la patria. Y están dispuestos a seguirlo haciendo, incluso hasta jubilarse.

Sin hablar de primas ni viáticos ni boletos aéreos ni otras gabelas, un congresista colombiano gana hoy 40,4 veces el salario mínimo mensual de cada uno de los millones de colombianos a los que la suerte ha favorecido con un empleo de los de sol a sol. No de los de oficina y mullido sillón y asistentes y secretarias, como el de los congresistas.

Desde luego, la responsabilidad que les corresponde a estos 268 personajes se compensa, aunque no del todo, con el pago. Es una responsabilidad asignada por sus patronos, es decir, por los ciudadanos que los eligieron y a quienes se deben. Los senadores y representantes, como todos los gobernadores y los alcaldes son empleados de los ciudadanos, son sus servidores, no lo contrario.

Tienen que decir cómo debe andar el país —que ellos vayan por otro camino es cuestión de preferencias, muchas veces reñidas con el Código Penal—, y para ello se trenzan en discusiones que el resto de colombianos no estamos en capacidad de comprender, pero de las que resultan leyes como las que les permite ganarse un millón de pesos cada día, sin incluir los demás beneficios.

Tienen vacaciones, obvio, como los demás asalariados, y escoltas y franquicias para todas sus comunicaciones y autos y oficinas lujosas y amplias y con todos los servicios, obvio, y puede, eso es claro, desempeñar otras actividades que también les generan algunos dinerillos adicionales…

Trabajar solo martes, miércoles y jueves —porque el resto de días están en sus regiones en lo que mejor saben hacer: clientelizar a los electores con dineros del Estado— es consecuencia de la falta de problemas y de  las pocas necesidades de los ciudadanos: si hubiera más problemas y necesidades, quizás permanecerían más días trabajando en Bogotá.

El salario que se asignaron, con autorización de quienes les otorgaron el poder para decidir, da la impresión de ser algo elevado. Pero para responder por él están los impuestos de los mismos que los eligieron, y a quienes, por alguna extraña razón, han convertido en seres que deben mirarlos hacia arriba.

Desde luego, como en todo, allí hay congresistas que asisten a la mayoría de sesiones, se preocupan por estudiar los temas que se les asignan y participan activamente en las discusiones de comisión y plenarias con mucho juicio. No todo es malo en el Congreso colombiano, valga la salvedad. Pero son los menos, desafortunadamente.

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