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287 años

Fueron 782 hectáreas las que  donó doña Juana Rangel de Cuéllar para levantar en ella a la muy noble, leal y valerosa San José de Cúcuta. 

Cúcuta está de cumpleaños, hoy. Una inmensa torta habría que preparar para que los 777.106 habitantes asistieran a la fiesta de celebración en que se tendrían que apagar 287 velas.

Sin embargo, la pandemia del coronavirus no nos permite reunirnos por obvias razones de salud pública, pero en cambio sí todos desde casa y del lugar de trabajo nos podemos tomar un minuto para pensar en cómo aportar para volverla una mejor ciudad.

Dejar de lado el individualismo y actuar como colectivo es un pilar sobre el que se debe trabajar, porque si continúan primando los intereses políticos, económicos y de poder sobre el bien común, pasaremos a la historia por dejarnos llevar por la peligrosa corriente individualista.

Rescatar los valores éticos y morales con una estrategia cívica y académica para que todos los habitantes de Cúcuta los tengan presentes y los apliquen en cada una de sus actuaciones de la vida diaria, es una misión ardua y de largo aliento en que se debe trabajar.

Si solamente lográramos ponernos de acuerdo como cucuteños raizales y por adopción en la aplicación y materialización de las dos anteriores metas, podríamos darnos por bien servidos porque evidentemente que estaríamos empezando a ir en la dirección correcta.

Por un lado, ya habría un compromiso tácito de que por encima de todo está el interés por sacar adelante una ciudad que merece no solamente más megaconstrucciones, sino muchas inversiones de carácter social y empresarial para restablecer estos dos tejidos que están maltrechos, por la sobrecarga de problemas estructurales sin solución y en crecimiento continuo.

Y la contención de la corrupción, que  ya sabemos los inmensos costos que ha acarreado a lo largo de los años, sería  también un logro que no debería medirse ni en pesos ni en dólares que dejarían de perderse, sino en la consolidación de una ciudadanía en que la legalidad sea el principio y el fin sin posibilidad de confundir el camino.

Hablar y pensar de esto en el cumpleaños de la ciudad da igualmente la opción de considerar que la clase dirigente en todos sus estamentos -políticos, gubernamentales y gremiales- es importante que actúe mediante los llamados bloques comunes, empujando el carro hacia el mismo lado, es decir, en función de lograr los resultados positivos que desde hace tanto tiempo se han estado esperando.

Otra acción que tampoco da espera es la que tiene que ver con el compromiso ineludible de quienes están en el gobierno local -Alcaldía y Concejo- no solo ahora sino a futuro, de que en ámbito presupuestal y dentro del Plan de Desarrollo la política social no se tenga como un simple asunto asistencialista o de adecuación de canales o de arreglo de unas cuantas calles o de asignación de algunos escasos subsidios. No.

Eso debería quedar allá como un mal recuerdo y proceder a desarrollar una agresiva misión en ese campo, teniendo en cuenta que la capital de Norte de Santander registra los peores índices de pobreza extrema, de miseria, de informalidad y de desempleo, las cuales se reflejan en el malvivir de miles de familias cucuteñas que  por obligación acuden al rebusque para solucionar una mínima parte de sus inmensas necesidades.

Ojalá en el cumpleaños 288 ya una de las velas diga que se está en marcha en la concreción de una de las acciones colectivas para sacar a Cúcuta adelante.

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Martes, 16 de Junio de 2020
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