Sobre la frontera colombo-venezolana soplaron de nuevo los vientos integracionistas y de  expectativa de paz con dos hechos que la marcan: la designación de embajadores por parte de los dos gobiernos y la coincidencia del gobierno y la guerrilla sobre la necesidad de reanudar las conversaciones de paz.

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Sobre el primer hecho que más allá de marcar un simbolismo, equivale a indicar que ahora sí arrancaron en serio las acciones para que vuelvan a operar los servicios diplomáticos y consulares, cortados desde 2019 cuando se rompieron las relaciones.

Un recuerdo importante aquí, es que los últimos diplomáticos que estuvieron en las embajadas fueron Ricardo Lozano, en Venezuela, e Iván Guillermo Rincón Urdaneta, en Colombia.

La ideologización que llevó a la tensión extrema entre los dos países derivó en que toda la institucionalidad quedara vuelta añicos y que los contactos se  hubieran vuelto imposibles en medio de un ambiente de acusaciones y señalamientos mutuos.

Por ese motivo, los embajadores Armando Benedetti y Félix Plasencia tendrán un arduo trabajo para la reconstrucción de ese tejido que es tan indispensable para atender las necesidades de la gente que es la finalmente afectada, porque ni siquiera han podido volver a hacer sencillos trámites porque los consulados  o están cerrados o ni siquiera tienen sede física en los actuales momentos.

Por lo expuesto por los presidentes Gustavo Petro y Nicolás Maduro debe entenderse que las acciones para que la normalidad comience a restablecerse entre las dos naciones hermanas es ahora sí un hecho palpable y hasta con metas ambiciosas en asuntos de intercambio comercial, teniendo en cuenta que antes de las acaloradas discusiones, los cierres temporales y el distanciamiento absoluto, ambos eran socios comerciales de alta valía, por los montos del intercambio que se daba en aquellos tiempos.

Deberá esperarse entonces una gran labor de Benedetti, con el apoyo del ministro de Comercio, Germán Umaña Mendoza -amigo de la integración colombo-venezolana- para que el comercio bilateral vuelva a fluir con el mismo ímpetu del pasado.

Por ese motivo es bueno tener presente esto que dijo textualmente Benedetti al agradecer su nombramiento, porque se convierte en la meta que ha prometido alcanzar y a la cual pues habrá que hacerle seguimiento: 

“Presidente Gustavo Petro, lo sorprenderé cuando lleguemos a 10.000 millones de dólares en intercambio comercial,  cuando beneficiemos a los más de 8 millones de colombianos que viven en la frontera. Ninguna línea imaginaria nos  volverá a separar como hermanos”. 

Y simultáneamente, para esta región tan martirizada por la violencia en todas sus formas, llega otra brisa refrescante y es la que podría ser el preludio de la paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln), al indicarse que Cuba volverá a ser sede de los diálogos y acercamientos para un acuerdo entre las partes.

Cúcuta, el Catatumbo, Villa del Rosario, Ocaña y otros municipios de Norte de Santander, al igual que Arauca, registran una alta incidencia con el accionar de este grupo alzado en armas que, precisamente, por la ruptura diplomática colombo-venezolana, vino a hacerse fuerte en los territorios fronterizos de ambos países.

La consolidación urgente de procesos de esa naturaleza son fundamentales para regiones como la nuestra, contemplando acciones sociales, educativas, económicas y de desarrollo que desactiven futuras probabilidades del retorno a esta clase de lucha armada, porque si el Estado no copa esos espacios con inversión y presencia institucional fuerte, de nada vale el esfuerzo, como lamentablemente se ha notado luego del acuerdo con las Farc.

Hay que dar un voto de confianza a estas acciones del Estado hacia la frontera, que debe ser vista como el lugar donde nace Colombia.

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