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Editorial
Amenaza latente
Esa oleada violenta y criminal que se abate sobre el Catatumbo y la frontera se refleja en la inseguridad en la capital nortesantandereana.
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Martes, 11 de Febrero de 2020

Leyendo los informes de organizaciones especializadas en el conflicto armado y los reportes de las mismas autoridades, advertimos que Norte de Santander está en un real ‘polvorín’ en medio de la disputa entre múltiples organizaciones guerrilleras, narcotraficantes y criminales que hacen la vida imposible de sus habitantes, pues esa temible influencia no solo se concentra en el Catatumbo sino que llevó los tentáculos al área metropolitana de Cúcuta, a otros municipios y a la frontera. 

Somos campo de batalla entre el Epl o Pelusos -que ahora está aliado con las bandas criminales del Clan del Golfo, La Línea, La Frontera y Los Rastrojos- y el Eln que hizo ‘sociedad’ con las disidencias de las Farc. Eso puesto así indica la alta peligrosidad, el poder de fuego, la presencia territorial y influencia de dichas estructuras, todas permeadas por el narcotráfico.

Como si no tuviéramos bastante, en ese ‘ajedrez del mal’ se mueve en nuestro departamento una ficha altamente violenta y con un poderoso músculo financiero como lo es el tenebroso Cartel de Sinaloa, que maneja el negocio de las drogas ilegales como una empresa en la que la muerte es la paga a quienes los traicionan y las  vendettas sangrientas son la manera de enfrentar a sus enemigos.

No se requiere ser ningún experto en seguridad para determinar que toda esa oleada violenta y criminal que se abate sobre zonas como el Catatumbo, la frontera  colombo-venezolana (entre Norte de Santander y Táchira) y municipios en específico como Tibú y Puerto Santander, evidentemente se refleja en la inseguridad en la capital nortesantandereana, que figura en puesto destacado en los asesinatos con armas  de fuego en la evaluación que entregara Medicina Legal, por ejemplo, aparte de la cantidad de  robos y atracos que se suceden a diario.

Y en el corazón catatumbero, que está inmerso en ese caldo de cultivo de  violencia, en lo corrido de 2020 han muerto violentamente cuatro líderes sociales, situándose Norte de Santander entre los departamentos con alta incidencia de crímenes contra estos dirigentes que defienden a sus comunidades. 

Mientras escribimos estas notas, se  ratifica el paro armado de 72 horas  por parte del Eln, que según la Fundación Ideas para la Paz tiene fuerte influencia en siete de los diez municipios con mayor número de hectáreas de coca en Colombia como son Tarazá, Tambo, Barbacoas, El Charco, El Tarra, Sardinata y Tibú.

Y su enemigo acérrimo, el Epl también hizo lo propio, pero desatando una acción similar a  partir de hoy, con lo cual se ratifica que en últimas la población civil es la gran perdedora en todas estas manifestaciones del conflicto interno, porque aunque algunos desde las esferas gubernamentales digan que no existe, lo cierto es que el posconflicto luego del acuerdo de paz con las Farc merece  ser consolidado y sacado definitivamente adelante.

Todos sabemos que el cese de la  violencia en sus diversos factores no cesaría  de la noche a la mañana, pero lo visto en los campos, ciudades y veredas, que  tiene como soporte lo analizado por los expertos, indica que debe hacerse un esfuerzo mayor, definir otras estrategias y no descartar la posibilidad de diálogo con el Eln, por ejemplo, vigorizar el punto de los acuerdos sobre la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, pero igualmente enfrentar y combatir con rigor a esas estructuras del crimen transnacional que ahora llegaron a nuestro territorio para empeorar el panorama.

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