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Editorial
Autonomía y democracia
Permitirá que el ciudadano disponga de los mecanismos necesarios para expresarse.
Martes, 11 de Abril de 2017

La democracia se consolida en la medida en que se amplía la facultad de las personas para decidir sobre sus intereses sin interferencias. Y esto incluye el poder hacerlo en sus territorios, que para ello deben disfrutar de una autonomía que, por lo menos en Colombia, hoy no tienen.

No es que la autonomía regional sea la gran panacea con la que se curarán todos los males de los territorios, no faltaría más, pero sí permitirá que el ciudadano disponga de los mecanismos necesarios para expresarse, para sentirse partícipe de las decisiones sobre su propio terruño.

La autonomía regional es el ambiente más sencillo para hacerle frente al feroz centralismo que devora la democracia, los recursos y las esperanzas de millones de  personas que, en muchos casos, deben someterse a decisiones de extraños que ni siquiera conocen los territorios sobre los que buenamente deciden.

¿Qué sabe la mayoría de congresistas y de funcionarios que deciden sobre lo que significa ser fronterizo y vivir y padecer la frontera y sus problemas? Y, ¿qué, de la manera de relacionarse con los parientes del otro lado de la raya limítrofe —porque esos son, en la gran mayoría de los casos, los vecinos—, por ejemplo?

Por eso, hay que registrar con beneplácito, el anuncio de que el registrador Nacional del Estado Civil, Juan Carlos Galindo, y el presidente del Consejo Nacional Electoral, Alexánder Vega, tienen en sus manos el proyecto del Voto nacional por las regiones, que busca poner fin a las políticas centralistas y reconoce la autonomía regional.

La iniciativa la promueve el gobernador del Atlántico, el dirigente liberal Eduardo Verano de la Rosa, a través de la Federación Nacional de Departamentos (FND) y sería votada por todos los ciudadanos en menos de un año.

De ser aprobada, como se espera, la idea podría convertirse en base de otra necesidad sentida de Colombia: el reordenamiento de su territorio, a fin de lograr que, los departamentos, por ejemplo, sean realmente homogéneos en cuanto a su población, su cultura y sus intereses sociales.

En este aspecto, hay situaciones realmente dramáticas que invitan a que los ciudadanos nos preguntemos qué tienen en común, por ejemplo, los aristócratas y siempre distantes payaneses con los negros de la costa del Pacífico, amistosos como pocos, calurosos, fiesteros; católicos y conservadores, unos, en nada se parecen a los otros, liberales y afines a sincretismos entre el catolicismo y religiones surgidas del corazón de África.

La autonomía regional es una tendencia muy marcada en el mundo actual: España se debate entre la tradición centralista derivada de la monarquía y todas las aspiraciones autonómicas de catalanes, gallegos, andaluces y vascos, entre otros.

La autonomía regional es el fundamento del federalismo, sistema político que se ha intentado algunas veces en Colombia, con resultados lamentables derivados de las guerras con las que sectores tradicionalistas afectos al centralismo les han hecho la vida imposible a todas las descentralizadoras.

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