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Editorial
Ayuda a los venezolanos
36 mil venezolanos ingresan a Colombia para abastecerse de alimentos, productos básicos y medicamentos.
Jueves, 17 de Agosto de 2017

La llegada masiva a Cúcuta de ciudadanos venezolanos y colombianos que huyen desesperados del vecino país por su deplorable y virulenta situación política, económica, social y humanitaria nos está generando muchos inconvenientes y dificultades para los que realmente no estábamos preparados. Es otra calamidad que se suma a nuestros problemas seculares de pobreza, informalidad, desempleo, violencia e inseguridad.

Según los informes de las autoridades de migración, cada día del 2017, en promedio 36 mil ciudadanos venezolanos ingresan a Colombia para abastecerse de alimentos, productos básicos de la canasta familiar y medicamentos que no se consiguen en su país. De ellos, 34.000 regresan a Venezuela, lo que quiere decir que entre nosotros se quedan 2.000 personas que buscan la forma de establecerse en Cúcuta, o en otras ciudades colombianas, o considerar la posibilidad de viajar a otros países como Ecuador, Perú, Chile y Brasil. 

Nos da inmensa tristeza ver a centenares de hombres, mujeres, y niños – muchos de brazos o recién nacidos – recorriendo las calles de nuestra ciudad pidiendo comida, agua, ropa, dinero, medicamentos o cualquier otra cosa para poder sobrevivir. También los hay al pie de los semáforos vendiendo toda clase de objetos, haciendo malabares o subiéndose a las busetas a cantar o a contar sus desgarradoras historias de vida a cambio de unas monedas.

Es una conmovedora situación social que está ad portas de convertirse en una tragedia humanitaria de proporciones. Lo que nos está ocurriendo ahora es mucho más grave de la situación vivida hace dos años cuando el gobierno del presidente Maduro decidió unilateralmente el cierre de la frontera con Colombia. 

Pero nos alivia un poco saber y comprobar el espíritu generoso y solidario de las gentes de Cúcuta y de los colombianos en general. Espontáneamente han surgido personas, fundaciones, empresas, comercios y grupos de colombianos y venezolanos que están recogiendo alimentos, refrigerios y toda clase de ayudas para donar y entregar a nuestros vecinos en desgracia. Nadie se lo ha pedido. Es su voluntad formidable de ayudar y socorrer a nuestros hermanos. Pero esta tarea tan noble y gratificante no se puede seguir haciendo en forma aislada y desordenada. 

Por todas las calles y en los parques no se puede estar repartiendo comida o ropa sin ninguna planificación y control. De esto se aprovechan los avivados que nunca faltan. Por eso resulta de la mayor importancia la decisión de las autoridades municipales de centralizar y coordinar los esfuerzos de las entidades públicas y los particulares para la ayuda a los venezolanos. 

Se ha establecido, por ejemplo, que el Banco de Alimentos de la Diócesis de Cúcuta es el único lugar autorizado para recibir alimentos perecederos y no perecederos. Y el único lugar para llevar alimentos preparados es la parroquia de San Antonio, frente al parque Mercedes Ábrego, donde se encargarán de repartir los alimentos bajo las debidas normas de salubridad establecidas. 

Los alimentos que lleguen al banco de la Diócesis serán distribuidos en siete parroquias donde los prepararán y los darán en forma ordenada. La Diócesis tiene amplia experiencia en este asunto. No más entre junio y julio de este año repartió cerca de 80.000 almuerzos. También trabaja en forma coordinada con instituciones como la Cruz Roja y la Defensa Civil y entidades gubernamentales como la Unidad para la Gestión del Riesgo, las secretarías de Gobierno y de Seguridad Ciudadana. Hay que seguir ayudando a los colombianos y venezolanos que nos llegan todos los días en condiciones deplorables. Pero tenemos que hacerlo en forma ordenada y responsable para que las ayudas lleguen a quienes realmente las necesitan y merecen.

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