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Bajar la temperatura

A la Registraduría le corresponde hacer un esfuerzo para generar garantías reales en el proceso electoral.

Al Gobierno, la Registraduría, el Consejo Nacional Electoral, los partidos políticos y los candidatos presidenciales, cada uno desde su órbita, les corresponde asumir el compromiso de ayudar a aplacar los ánimos y las tensiones permitiendo que las elecciones del 29 de mayo sean una fiesta democrática y no vayan a terminar siendo escenario de confrontación.

Le asiste toda la razón a la preocupación expresada por la Misión de Observación Electoral (MOE) sobre una eventual no aceptación de los resultados en las urnas, si la diferencia llegara a ser muy apretada, que podría abrir paso a situaciones insospechadas y altamente riesgosas.

Nada ha hecho calmar las aguas que se enturbiaron por lo sucedido en los comicios del 13 de marzo, puesto que siguen oyéndose afirmaciones de posible ‘fraude’, ‘robo’ o ‘irregularidades’, no solo expuestas en las redes sociales sino por prestantes figuras  políticas, lo cual nada ayuda a bajarle la temperatura al tenso ambiente preelectoral.

Pero claro, a la Registraduría le corresponde hacer un enorme esfuerzo para quitar ese velo de desconfianza y generar las garantías reales de que será un proceso transparente y alejado de todo lo que pasó hace dos meses, siendo precisamente esa una de las grandes alarmas que tiene encendida en este momento la MOE.  

Esta plataforma de organizaciones de la sociedad civil que desarrolla procesos de monitoreo y observación electoral, insiste en que la Registraduría Nacional del Estado Civil debe ser clara en mostrar las medidas de transparencia para que el día de las elecciones todo funcione como un relojito.

Pero además, quienes hoy tienen la posibilidad de darle una gran y refrescante bocanada de oxígeno a la democracia  son aquellos ciudadanos que están en la franja abstencionista y que si se movieran hacia las fórmulas que consideren pueden ayudar a dar una mayoría clara en el resultado.

Hacia ellos es que tiene que  dirigirse el pedido de que no siempre la apatía es la opción y que en cambio ir a la urna y expresarse incluso en blanco, conllevará un mensaje fuerte más allá de los simbolismos, en el sentido de que como ciudadanías libres quieren utilizar su voto como herramienta en favor del país.

Y a los candidatos, bien sea en sus últimas salidas a la plaza pública o en los debates o entrevistas en los medios de comunicación o por redes sociales, la misión a cumplir en estos días previos a las elecciones, es a exponer su compromiso cumplible de que aceptarán lo que las urnas hablen.

Más allá de las normales controversias y abismales diferencias ideológicas e irreconciliables posiciones programáticas, a los aspirantes les corresponde entender que  primero está la suerte de Colombia y de su institucionalidad que entreverarse en una riesgosa batalla por el poder, que no se sabe a dónde puede llegar.

Es que ellos como líderes natos les deben decir a sus seguidores algo muy sencillo: ‘hay que saber perder’ y reconocer el triunfo del contrincante.

Si eso sigue dejándose en la nebulosa o en declaraciones poco contundentes y si más bien están llenas de frases vagas o amenazantes, los caminos de los problemas de orden público y de incredulidad ciudadana en los resultados serían los que transitaríamos a partir del 29 de mayo.

Suficiente conflicto armado y violencia hemos padecido como para llegar a alimentar esa hoguera con los elementos de la intolerancia política.

Lo anterior se ratifica en lo expuesto por la propia MOE: “preocupa la narrativa que se da desde

la semana pasada, que va desde fraude electoral hasta golpe de Estado y son narrativas que se salen de control cuando se meten a las redes sociales…”.

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Lunes, 16 de Mayo de 2022
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