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Colombia quiere guerra

Venezuela tiene capacidad de respuesta, ¿a dónde disparará, si no a la frontera, para obstaculizar que desde acá llegue apoyo a la invasión?

Dolorosamente, el gobierno colombiano pareciera querer que suenen los tambores de la guerra en torno de Venezuela. Dos actitudes similares, en 48 horas, así lo corroboran.

Todo esto según parece, por complacer a Luis Almagro, secretario general del organismo, y su guerra personal con Nicolás Maduro.

El viernes, durante una rueda de prensa conjunta con Almagro, el canciller Carlos Holmes Trujillo y el embajador ante la Oea, Alejandro Ordóñez, la reportera de La Opinión preguntó al secretario general si consideraba que una intervención militar en Venezuela, como la predican algunos portavoces, es la solución para ese país.

Almagro dijo que ninguna opción, ni la militar, se pueden descartar. Esas palabras, en boca del líder de una organización creada para la paz y la concordia, para la convivencia de todos los países americanos, y para la búsqueda de solución a cualquier problema por la vía del diálogo, dinamitó los principios de la Oea.

Y Colombia lo avaló, pues su canciller y su increíble embajador ante el organismo hemisférico guardaron silencio.

Solo un día después, el llamado Grupo de Lima, creado con el fin exclusivo de buscar solución a la crisis venezolana, se pronunció, obvio, contra la declaración de Almagro. De los 14 votos, 11 fueron de rechazo. Y Colombia, el país que sería, sin la menor duda, el principal afectado con una guerra, se negó.

O, cuando suene el primer tiro de una invasión de Estados Unidos, ¿a dónde correrán en estampida los venezolanos? A Cúcuta, no nos podemos equivocar. Y, si como puede pasar, Venezuela tiene capacidad de respuesta, ¿a dónde disparará, si no a la frontera, es decir, a Cúcuta y sus carreteras, para obstaculizar que desde acá llegue apoyo a la invasión?

Desde luego, esa situación, como lo han demostrado, tiene a los políticos de Bogotá sin el menor cuidado. No les importa. Si no, ¿por qué no han reaccionado por la complacencia del gobierno con Almagro y su apoyo a la intervención militar, su silencio en el grupo de Lima, y el asentimiento de Ordóñez y Trujillo a todas las palabras del secretario de la Oea?

No se trata de la defensa del régimen venezolano, ni mucho menos. Se trata de la defensa de nuestro derecho a vivir en paz, a que los problemas venezolanos no crucen la frontera en forma de acciones militares. Si bien es cierto que a Colombia le estaba haciendo falta tener una posición más firme frente al desastre venezolano y su absurdo gobierno, no se puede jugar con candela; aceptar lo que dijo Almagro es servirle en bandeja de plata el anzuelo a Maduro, quien -ansioso de desviar la atención de sus enormes problemas económicos, políticos y sociales- es capaz de morderlo para enfocar toda la atención en otra cosas distinta a la crisis que enfrenta.  

A eso se suma el factor Trump, quien por estos días también enfrenta graves problemas por cuenta de las culpas que han aceptado sus más cercanos colaboradores y abogados; no es descabellado pensar que al mandatario norteamericano –con su forma de ser conocida- también le serviría una cortina de humo que atraiga la atención del mundo y le alivie la presión y los señalamientos de los que es objeto por estos días.  

En cuanto a la declaración de Almagro, al menos en esta región fronteriza, no le vamos a caminar. El problema es que las decisiones a nombre del país están en escritorios en los que la obcecación corre parejas con la irresponsabilidad.

Si no hemos podido solucionar el problema de los 30 mil inmigrantes diarios que cruzan la línea en busca de su supervivencia, algunos de los cuales se quedan aquí, ¿cómo le haremos para recibir a decenas de miles que quieren escapar al tiempo de la guerra?

Domingo, 16 de Septiembre de 2018
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