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Editorial
Comiendo plástico
En Norte de Santander hay buenas estrategias puestas en marcha para hacerle frente al enemigo silencioso del medio ambiente sano.
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Viernes, 14 de Febrero de 2020

Botar una bolsa o una botella plástica a la calle tiene sus consecuencias directas para quienes acostumbran a actuar de esta anticívica manera. Aunque no lo crean y piensen que es una teoría conspirativa, ellos resultan consumiendo, por lo menos, cinco gramos de micropartículas plásticas.

Pero no solamente ellos. También ustedes y nosotros, nuestros hijos y nietos pagan esa desbordada utilización del contaminante material que está metido en todos los rincones de la vida diaria.
 
Verdad que si la humanidad persiste en la terquedad de mantenerse en la ‘era plástica’, las imágenes de peces, tortugas y animales marinos atacados por ese elemento serán la muestra de lo menos traumático que le continuará pasando en el planeta.

Por algo será que los científicos empezaron a hacer investigaciones y mediciones para determinar hasta qué punto la humanidad ha comenzado a sentir en, carne propia, los efectos por la exagerada y descontrolada utilización del plástico que está en la ropa sintética, en los neumáticos, los lentes de contacto, los platos y cubiertos, las botellas, bolsas, entre otros.

Sobre ese particular informaba la agencia AFP  que como resultado de estas estimaciones: un hombre adulto ingiere de promedio hasta 52.000 micropartículas de plástico al año. Si se les suma las que se encuentran en el aire, la cifra aumenta a 121.000, como lo indicaron los autores del estudio publicado en la revista Environmental Science and Technology.

Aunque claro, en un novedoso asunto como este hay voces discordantes como es la de Alaistair Grant, profesor de ecología en la Universidad de East Anglia, de Inglaterra, que no participó en el estudio, quien dice que nada prueba que las partículas de plástico de las que se ocupa el estudio supongan un “peligro significativo para la salud humana”.

Debemos resaltar que en medio de esta delicada situación, donde ya empezó a restringirse el plástico de un solo uso, en Norte de Santander hay buenas estrategias puestas en marcha para hacerle frente a este enemigo silencioso del medio ambiente sano y de la propia humanidad.

Rescatable y muy interesante lo hecho por Aguas Kpital, con su programa para inducir la cultura del reciclaje entre sus trabajadores; el emprendimiento de Wilmer Mogollón Vargas de acopiar plástico que luego convierte en madera, y el de la Asociación de Recicladores Emprendedores de Norte de Santander que transforma en materia prima para estibas los materiales plásticos que recoge.

Multiplicar, impulsar y promover  iniciativas de esa naturaleza debiera ser una de las funciones de la Gobernación, las Alcaldías y de Corponor, en su misión de procurar todas las acciones requeridas para la preservación y conservación del  medio ambiente sano, pues evitar que ese plástico quede por ahí a la deriva, finalmente ayuda a la protección de las fuentes hídricas, que son unas de las afectadas por la acumulación de ese material contaminante.

La educación es otro asunto fundamental para ir conjurando, de a poco, la futura destrucción, porque si a la niñez y a la juventud se les va inculcando desde ahora los riesgos a que se exponen y la necesidad de ir cambiando sus comportamientos de consumo, enseñándolos y motivándolos a dejar de usar una gran porción de artículos y elementos de plástico, el resultado final se reflejará en un agradecimiento del planeta y en la contención real de los factores de contaminación, deforestación y depredación de los recursos naturales. 

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