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Con M de Maduro

Un país en el que tanto la revolución como la oposición, toman vacaciones decembrinas.

En cuanto escenario les ha sido favorable lo han llamado ignorante, incapaz e incluso estúpido y se han burlado hasta el hastío de sus dislates frecuentes. Pero, así, el presidente Nicolás Maduro les ha ganado todas las batallas a sus opositores y contradictores. Al menos hasta ahora.

Lo han intentado todo, hasta la violencia barrial masiva, para obligarlo a irse del cargo, pero sigue ahí, impertérrito, haciendo alarde de su poder y burlándose de todos los que han hecho mofa de él, refregándoles en la cara los papeles con los planes de relevo que no han fructificado.

Hoy, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) es un despojo de guerra en la que lamen sus heridas los principales opositores de Maduro y del chavismo, todos derrotados por el gobierno y su endemoniado manejo del poder del Estado.

Henrique Capriles, vencido dos veces en sus aspiraciones presidenciales, es crítico de la misma MUD que lo catapultó y lo paseó triunfal, no victorioso, porque le parece que ha manejado mal las más recientes negociaciones con Maduro.

Para nada se refiere a los fracasos de la MUD cuando hacía lo que él decía, cuando organizó El Paro, La Salida, El Revocatorio y otros proyectos tendientes a deshacerse, como fuera, del presidente.

Con ‘nadadito de perro’, para usar un colombianismo muy preciso, Maduro ha manejado, como ha querido, a la MUD, a Capriles, al opositor preso Leopoldo López, a Jesús Torrealba y a todos los que le han puesto por delante en plan de pelea.

Y ni qué decir de la Asamblea Legislativa, donde su ego no le permite a Henry Ramos Allup el espacio suficiente para maniobrar al frente del único órgano legal y electoralmente ganado por la oposición, desde donde pudo, pero ya no, lanzar un devastador ataque político contra el gobierno, como lo prometió.

El problema de la MUD ha sido el mismo desde cuando surgió en enero de 2008: todos sus dirigentes tienen aspiraciones más o menos secretas de llegar a ser el reemplazo de Maduro, de que le entreguen las claves del poder absoluto. Porque en Venezuela es difícil concebir el Estado sin los poderes concentrados en una sola persona.

El último intento de la MUD por desalojar a Maduro y de este por demostrar que es fuerte, fue un diálogo inconcluso, en un país en el que tanto la revolución como la oposición, con todo y la furia que aparenta, toman vacaciones decembrinas.

Para Torrealba, un diálogo que la MUD no debió aceptar sin tener alternativa a la mano, es una victoria que se complementa con las presiones que según él ha estado ejerciendo el Vaticano sobre Maduro.

Pero no parece entender que, día tras día, la MUD y la dirigencia opositora en general han estado perdiendo fuerza y, especialmente, credibilidad y respaldo del pueblo, ni se detiene a reflexionar en que la mesa de diálogo, a la que le otorga Torrealba muchas posibilidades, será un escenario del que el último en irse será el presidente. Se siente allí cómodo, cazando y matando fantasmas como el referendo revocatorio, que ya no le genera ni sonrisas.

Por ahora, la única posibilidad de que Maduro se vaya antes de tiempo está en la decisión de todos los opositores de barajar de nuevo. Pero nadie lo hará si no tiene la garantía de ser el señalado para ser el reemplazo.

Jueves, 8 de Diciembre de 2016
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