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Congresistas glotones

Ir de la alcoba principal al cuarto de estudio o a la sala, de allí a la cocina y luego al sitio en que está el computador, no requiere ningún gasto de representación. 

Hagamos esta cuenta. Multipliquemos $14 millones de gastos de representación entre 280 congresistas colombianos,  lo cual nos arroja como resultado la suma de $3.920 millones mensuales, que si los volvemos a multiplicar por los cinco meses que restan de 2020 daría casi que $20.000 millones.

Esa es una cantidad nada despreciable que en la emergencia sanitaria generada por la pandemia del coronavirus podría servir -por ejemplo- para ayudas sociales o  bien podría ser la cuota inicial para un gran fondo cofinanciado con recursos nacionales e internacionales para emprendimiento o generar capital semilla para revivir en medio de la crisis...Y mil posibilidades más.

Pero no. En puras ilusiones se quedó la posibilidad de que los honorables padres de la patria hicieran ese aporte a Colombia, como una muestra de desprendimiento y sensatez en medio de esta crisis que además de amenazar peligrosamente la salud ha golpeado la economía, destruido empleos, cerrado empresas e impactado negativamente el aparato productivo del país.

Esos $14 millones que están dentro del salario de los legisladores y que se llama rubro de gastos de representación, lo destinan para ir a sesionar a Bogotá y para ir a regiones. Hasta ahí todo estaría bien si estuviéramos en la normalidad que tuvo el mundo antes del ataque pandémico. Pero no olvidemos que hoy nuestros padres  de la patria sesionan desde casa por Zoom.

Luego ahí ya pudiéramos estar diciendo que esa plata ellos no la necesitan, puesto que para protegerse de la COVID-19 ellos activan las computadoras, entran al sistema virtual de sesiones y ahí ya están en las sesiones de comisión o de plenarias. Si habláramos en términos macondianos, ir de la alcoba principal al cuarto de estudio o a la sala, de allí a la cocina y luego al sitio en que está el computador, no requiere ningún gasto de representación.

Sin embargo, no hubo poder humano que les hiciera cambiar esa actitud glotona y una proposición para devolver dichos recursos, fue hundida. O sea, tendrán sus $14 millones para el recorrido dentro de casa mientras trabajan por los colombianos que montan en buseta, en transporte masivo para ir a  laborar o a rebuscarse en las ventas informales, a los que no quisieron asignarle una renta básica, pues el Senado hundió un proyecto en ese sentido.

Pero en cambio, ¡oh sorpresa!, nuestros congresistas virtuales de la República, al contrario de la mayoría de los 50 millones de habitantes de Colombia, recibieron otro empujón a sus ingresos, al cual no se opusieron y recibieron sin decir nada: ¡sus sueldos les fueron aumentados a $34,4 millones mensuales!

¿Qué pensará el empresario que tuvo que cerrar porque se quebró? ¿Qué dirá el ciudadano que se quedó sin empleo en plena pandemia? ¿Qué opinará el empleado al que tuvieron que recortarle el salario para evitar que todo se perdiera? ¿Qué dirán de esto los médicos y enfermeras a los que no les pagan y no cuentan con todos los equipos de bioseguridad?

Un pésimo mensaje le envía el Poder Legislativo a una Colombia que lucha las 24 horas contra un cóctel de miles de problemas, mientras los senadores y representantes actúan como si fueran de una casta superior e inalcanzable que dentro de una burbuja opulenta ven transcurrir -sin que los toque- la miseria, la desigualdad y la tragedia causada por el coronavirus.

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Viernes, 31 de Julio de 2020
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