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Editorial
Contaminante golpe
Según Corponor, para el solo caso del río Zulia, el 85% de las aguas residuales son vertidas desde Cúcuta a la altura de la quebrada Tonchalá.
Jueves, 15 de Agosto de 2019

Se calcula que a lado y lado de los 23 kilómetros de extensión que tiene el Anillo Vial Occidental de Cúcuta habitan 100.000 personas que desde sus viviendas descargan al río Zulia las aguas residuales que van a caer primero a las quebradas Tonchalá y Quebrada Seca, transformándolo en una gran cloaca olorosa, negruzca y coronada por una blancuzca espuma contaminante.

Hoy, muchos se rasgan las vestiduras. Otros reclaman identificar a los responsables del desastre y unos más levantan el dedo acusador en varias direcciones. Lamentablemente, a estas horas el espejo retrovisor es poco lo que aporta, pero sí mucho lo que deja de enseñanza, en medio de esta crítica situación ambiental y de salubridad pública.

Aquí el gran error es el de la falta de planeación en todos los campos que ha desencadenado en un crecimiento desordenado de la ciudad, en la que los cuerpos de agua son mirados con desdén y tomados como vertederos de desechos, creyendo que garantizándoles agua, luz y alcantarillado a los nuevos sectores urbanísticos, ya están suplidas estas necesidades básicas.

Pero no. Y la naturaleza ya está enviando un mensaje certero y contundente sobre los efectos nocivos e irreparables de la práctica de convertir a las corrientes cristalinas en cloacas. Lo que está sucediendo con el río Zulia es más que suficiente para que definitivamente se entre a tener en cuenta el asunto del tratamiento de esas aguas servidas.

No puede pasar un minuto más sin que la autoridad ambiental, como lo es Corponor, las alcaldías y la Gobernación y las empresas de acueducto y alcantarillado, aprovechando la preocupación expresada por el Gobierno Nacional en ese campo, le asignen carácter prioritario a las famosas plantas de tratamiento de aguas residuales o a las lagunas de oxidación, para que después no tengamos que estar sufriendo de un arrepentimiento con los ríos desechos, los acueductos sin agua y la gente padeciendo de sed, escenario que en la lógica empujaría a un éxodo.

A la capital de Norte de Santander le corresponde, en este mismo instante, definir la estrategia en ese campo, con la estructuración de un plan concreto, con fechas, recursos, metas y compromisos, porque no hay que ser expertos para comprobar que es la principal responsable del acelerado deterioro de los ríos Pamplonita y Zulia, que los tiene con la doble misión, que no se sabe hasta cuándo resistirán, por un lado operar como surtidores de  sus dos acueductos, pero a la vez ser las grandes alcantarillas a las que arroja sus desechos.

No podemos seguir asistiendo al triste y lamentable espectáculo de la olorosa y nauseabunda espuma que corre por las aguas de los ríos y quebradas. Llegó la hora de contener este daño. La política en este aspecto debe estar por encima de los intereses partidistas y al servicio de la comunidad, sin importar quién lidere, ejecute y ponga en marcha las vitales obras requeridas y exigidas.

Y para quienes insisten en exigir culpables, la respuesta está en que ya la conciencia les debe estar pasando la factura a muchos de los responsables que en el pasado o en el presente debieron actuar y no lo hicieron para evitar el desastre que se está materializando en nuestra hidrografía. ¡Salvemos nuestros ríos Zulia y Pamplonita para salvar la vida de las actuales y futuras generaciones!

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