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Editorial
Cúcuta, la desconfiada
El ciudadano no tiene por qué creer en promesas que nunca llegan a materializarse. 
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Viernes, 22 de Septiembre de 2017

Es cuestión de confianza, de principios y de historia... 

En la mayoría de ciudades de Colombia, la historia y los hechos han llevado a los ciudadanos a desconfiar de las instituciones y de quienes las ocupan…  Y muy seguramente no se trata de una actitud que se asumió sin razón alguna… No hay necesidad de extenderse en las razones por las cuales en nuestros tiempos eso es un hecho… Los ciudadanos no son tontos ni tienen mala memoria y son muchos los casos que podrían citarse para demostrar porqué, poco a poco, las promesas incumplidas han hecho mella en la credibilidad.  Que cada vez elijan a los mismos tiene explicación en el manejo de las clientelas por parte de los partidos políticos, en una democracia como la nuestra que no es tal, sino, como en casi todas las ciudades del país, una feria mercantil en la que la compraventa de conciencias y votos juegan un papel importante. Muy bajo precio paga el elegido, que para hacerse candidato ofreció, como en viejos tiempos, el oro y el moro, en un programa de gobierno que todos saben que, con contadas excepciones, no cumplirá; es la costumbre. Y es la razón por la cual nadie cree en nada de lo prometido. El ciudadano no tiene por qué creer en promesas que nunca llegan a materializarse.  Por estos días Cúcuta anda alborotada. Muchos ciudadanos están convencidos de que algo extraño, además de un decreto del Ministerio de Educación que se relaciona con la jornada única para los colegios,  se cocina detrás del traslado forzoso de estos de unas edificaciones a otras, en apariencia sin argumentos sólidos. Temen los ciudadanos que, por ejemplo, el edificio y el terreno donde funciona el Colegio Sagrado Corazón, en el cruce de la avenida 4 con calle 16, terminen en las manos de particulares, y recuerdan episodios como el del colegio de La Presentación o la sede C del colegio Nacional de Comercio, y del frustrado negocio con el terreno del llamado hueco Bavaria. Y, en esas oportunidades, oficialmente la Alcaldía —o el alcalde de turno— negaron que el futuro de esos bienes del Estado fuera el que finalmente fue: el patrimonio de ciertos particulares con poder económico apoyados por un poder político entonces inmejorable.

En este caso, como en otras ocasiones, los ciudadanos les creen más a los rumores que a las voces oficiales —en verdad, casi siempre ha sido aquí así— y citan nombres de una cadena de supertiendas y el nombre de un exalcalde, como interesados en adquirir las sedes de algunos colegios, entre ellos, precisamente, el Sagrado Corazón. Hay un detalle importante: siempre se ha argumentado que el Municipio no tiene dinero y necesita mucho. Y esta vez no es la excepción. La Alcaldía ha dicho que no será así, pero por los antecedentes de otras administraciones, quizás esto no convence… Tendrá el alcalde, César Rojas, que idear una manera de desmentir los rumores para siempre. Jurar que no hay razón para lo que se rumora no le será suficiente. Tendrá que convencer a su ciudad más allá de toda duda de que ni la cadena de tiendas ni el exalcalde Ramiro Suárez, como lo dan por hecho algunos, tienen algo que ver con eso extraño que los ciudadanos consideran que se mueve detrás del traslado de colegios. Mientras no haga eso, toda su administración se irá en medio de rumores y consejas que, así sea por simple casualidad, en otras ocasiones, la realidad terminó por confirmar. 

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