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Cucutilla y los de fuera

El alcalde impuso sus propios controles tendientes a evitar que en su pueblo se asienten venezolanos ingresados de manera irregular.

La falta de solución adecuada para el problema de la inseguridad lleva, con cierta frecuencia, a adoptar medidas radicales, extremas, que pueden generar algo más grave, como situaciones de abuso y atropello.

Ante la ausencia de medidas efectivas para controlar el ingreso, y de manera especial el desplazamiento por todo el país, de extranjeros procedentes de Venezuela, el alcalde de Cucutilla, Rosendo Ortega, impuso sus propios controles tendientes a evitar que en su pueblo se asienten venezolanos ingresados de manera irregular.

Es entendible, la reacción del alcalde y de sus conciudadanos: hace solo dos semanas, una pareja de venezolanos que permanecían ilegalmente en Cucutilla, asaltaron y mataron a cuchilladas a un tendero.

Por fortuna, alguien les siguió la pista y fueron capturados.

Como consecuencia, ahora en Cucutilla, cualquier extranjero que no tenga al día sus documentos como inmigrante, será arrestado y entregado a Migración Colombia (MC), organismo que hace muchísimo menos de lo que dice en relación con el control de extranjeros.

Si esa persona está en su día de mala suerte, será llevado por MC a la línea de frontera y enviado de regreso a su país. Pero puede ocurrir que, por alguna razón inexplicable, así sea el argumento más baladí, sea puesto en libertad… Total, miles y miles de venezolanos están en todas las regiones del país viviendo sin documentos pero con todas las ganas de quedarse. Al fin de cuentas, nadie se opone.

Nadie, excepto el alcalde y la gente de Cucutilla, ejerce control sobre quienes llegan, para establecer en qué condiciones lo hacen o para qué. Realmente, el Estado no tiene la menor idea de quienes están viviendo en su territorio, ni desde cuándo.

Es posible que la decisión del alcalde Ortega y de su gente sea imitada por otros alcaldes y vecindarios, cansados de que sus calles estén llenas de personas que duermen en los andenes y piden monedas —incluso con insultos y amenazas— en los parques y las esquinas.

Pero es así como a veces comienzan procesos lamentables, cuando las gentes, motivadas por la necesidad de tranquilidad, comienzan a hacer un sospechoso de cualquier persona no conocida que se aventure por el pueblo.

Y, de sospechoso en sospechoso, el ambiente local se caldea y el abuso llega para quedarse. Y cuando ya nadie vaya, comenzarán los vecinos a buscar entre ellos mismos a los culpables de la ausencia de visitantes.

Desde luego, la de Cucutilla es una situación lógica. Es resultado de la negligencia de las autoridades migratorias, para quienes lo importante no es saber quién viene a Colombia por los puentes con Venezuela, sino contar cuantos pasan.

Por eso, las calles de Cúcuta —y de muchas otras ciudades y poblaciones— hoy están llenas de mendigos y de indigentes, y las cantinas y bares, de prostitutas y delincuentes venidos de más allá de la raya divisoria. Y los centros de asistencia en salud colmados de enfermos extranjeros a quienes atienden gratuitamente…

Es un punto de cuidado, el alcanzado por el alcalde Ortega, pero motivado por la impotencia que surge cuando quienes deben aplicar soluciones no las aplican, sin explicar con claridad su actitud omisiva. Y Migración Colombia está a la cabeza de la lista…

Jueves, 2 de Noviembre de 2017
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