La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Dejen estrenar el colegio

Suena inexplicable que esto suceda en una ciudad y un departamento en los que se necesitan más y modernas edificaciones para albergar a quienes van a cursar la primaria y el bachillerato.

El año 2010 le dejó una marca indeleble a Norte de Santander con la destrucción de Gramalote y severos daños en otras infraestructuras de los cuales hoy todavía se ven las consecuencias, como consecuencia de la torrencial e histórica temporada de lluvias que azotó y asoló diversas zonas del país.

En las últimas semanas, en Cúcuta hemos asistido a la discusión sobre la sede educativa María Auxiliadora del colegio Carlos Ramírez París, que en aquella temporada resultó severamente afectada, obligando a construir una estructura nueva, en el barrio La Primavera, en la ciudadela Juan Atalaya.

El milagro se hizo y surgieron unas modernas instalaciones de 954,10 metros cuadrados en las que el Fondo Adaptación invirtió $3.193 millones, que cuentan con seis aulas, centro de recursos, laboratorio, dirección administrativa, restaurante, cocina, baños, entre otras locaciones.

Lo lógico aquí hubiera sido que los alumnos ya hubieran estrenado el nuevo plantel y estuvieran recibiendo cómodamente sus clases. Pero no, ellos siguen estudiando en una sede del colegio Gabriel García Márquez, en el vecino barrio Tucunaré.

Suena inexplicable que esto suceda en una ciudad y un departamento en los que se necesitan más y modernas edificaciones para albergar a quienes van a cursar la primaria y el bachillerato. Resulta falto de lógica que un proyecto ya concluido en el que se invirtió la millonaria cantidad de dinero, esté sin uso alguno y corra riesgo de deterioro. Es igualmente incoherente con la realidad que un hecho de esta naturaleza ocurra, cuando sobran las quejas por la falta de oportunidades escolares y abundan las peticiones para que sean solucionadas mediante la inversión en infraestructura educativa.

¿Cuál es el motivo para que esto suceda? ¿Qué pasó que no la estrenan? ¿Se va a dejar perder?, y todas las preguntas que se ocurran caben aquí, pero la respuesta es la que genera desasosiego: los que representan a la comunidad de ese barrio no lo recibieron porque le hace falta una cancha de microfútbol. Y eso que ahí al lado hay un recién construido polideportivo. ¡A este extremo se ha llegado! 

A la fecha, ya se van a cumplir cinco meses desde que el Fondo Adaptación iba a entregar la obra para el necesario traslado de los estudiantes a un colegio absolutamente distinto a la agrietada,  inestable y riesgosa sede de donde debieron salir para irse a estudiar, provisionalmente, a otra parte.

Ahí se armó el debate, porque a la cancha de la discordia no se le dio prioridad al existir un coliseo vecino donde los muchachos pueden jugar, autorizándosele al contratista a que aumentara las cantidades en excavaciones y las dimensiones de la cimentación. “Se priorizaron las aulas sobre la cancha del proyecto”, según el Fondo Adaptación. En respuesta, el presidente de la junta de La Primavera, Jonathan Ordóñez, contestó: “(...)  no estamos dispuestos a recibir una obra a medias”.

Debe recordarse que el derecho a la educación, consignado con el Constitución Nacional, debe ser respetado y acatado tanto por el Gobierno Nacional como la ciudadanía, razón por la cual estos radicalismos tan solo llevan a afectar a los niños y jóvenes. 

Lógicamente la obra debe completarse, pero y si ya hay un bien dotado escenario deportivo ahí de vecino, por qué no pensar en un teatrino, en un espacio para el emprendimiento comunal o en un salón de conferencias y eventos para beneficio del colegio y de la comunidad. Las alternativas están en la mesa, pero dejen que los niños vayan a estrenar su colegio.

Domingo, 29 de Septiembre de 2019
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día