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Editorial
¿Desgastado?
La oposición está en la obligación de oír ese grito del pueblo que le dice que no es ninguna alternativa.
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Miércoles, 8 de Diciembre de 2021

Dos acontecimientos -de no poca monta, por cierto- llevan al foco de la evaluación sobre si ha llegado el momento de sepultar el mecanismo de la ‘presidencia interina’ en Venezuela que ya parece desgastado y que va perdiendo apoyo dentro y fuera de las fronteras de su país.

En una videoconferencia desde Colombia donde está exiliado, Julio Borges al renunciar como canciller del presidente encargado Juan Guaidó, reclamó el desmonte del gobierno interino, figura que en su concepto tiene que desaparecer completamente por haberse deformado y perdido el rumbo.

Eso ocurrió el domingo 5 de diciembre. Y al otro día, esta vez desde Nueva York, ocurrió la aprobación de la resolución para confirmar las credenciales  de los estados miembros, incluidos los diplomáticos designados por la administración del presidente Nicolás Maduro. En la votación, 16 de 193 países se negaron a reconocer a Maduro.

Ese ya es un número inferior a los 60 que estaban apoyando antes a Guaidó, aunque Colombia afirmó: “no debería ser interpretado como un reconocimiento tácito de nuestros países a Nicolás Maduro o sus representantes designados en esta asamblea”.

Pero lo cierto es que algo pasa en ese mandato sin sede fija que se proclamó desde enero de 2019, el cual cuando entra en la senda de los tres años, no ha logrado uno de los objetivos centrales como  alcanzar el cese de la usurpación del poder por parte del alumno avanzado del fallecido expresidente Hugo Chávez, a quien se le considera que instauró la dictadura en la vecina nación.

El fallido intento de sacar de Miraflores al régimen chavista muestra evidencias como la derrota sufrida en las urnas por la oposición que se suponía debería estar monolíticamente unida, pero que finalmente no pudo ganarle al régimen en los comicios para gobernaciones, perdiendo incluso estados emblemáticos como el Táchira, por ejemplo.

En medio de la complejidad de la crisis venezolana que hasta el 24 de noviembre de este año había provocado el éxodo de 6’038.937 personas, es indudable que la clase dirigente que está en oposición debería sentarse a evaluar con cabeza fría lo actuado hasta el momento y darle otro aire a la lucha por la democracia.

Tienen que entender que no solamente sus hermanos huyen por razones socioeconómicas, sino porque tampoco están viendo en el corto y mediano plazo un proyecto político que los salve de la catástrofe.

La oposición está en la obligación de oír ese grito del pueblo que le dice que no es ninguna alternativa y que por eso prefiere irse a aventurar en otras latitudes, antes que seguir apoyando a quienes finalmente tampoco son capaces de garantizarles un mejor futuro.

Como elemento de discusión y análisis se encuentra lo expuesto por Borges cuando afirma que el esquema liderado por el diputado Guaidó ha perdido legitimidad y apoyo internacional porque ha habido demasiadas contradicciones, ha habido demasiados errores y ha habido demasiados escándalos.

Y si esas afirmaciones provienen de alguien del corazón opositor venezolano, es porque el gobierno interino podría estarse hundiendo como el Titanic, perdiéndose la ocasión de demostrarle al mundo la capacidad de gestión y de acciones conducentes a tejer lazos fuertes con el pueblo que se siente huérfano de liderazgos.

Alejarse de la corrupción y del despilfarro, también es necesario, porque nadie entiende cómo se pretender llegar a gobernar si este par de fantasmas hacen sonar sus cadenas en ese frente opositor venezolano. La rectificación, la purga interna y un mayor compromiso ciudadano son necesarios para que esos liderazgos no sucumban.      

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