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Editorial
Día del Trabajo
Acabamos de volver a ser noticia porque Cúcuta es la cuarta ciudad con más pobres del país, en un listado detrás de Quibdó, Santa Marta y Riohacha.
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Sábado, 1 de Mayo de 2021

Muy poco hay para celebrar en este Día del Trabajo, si detallamos los últimos informes  estadísticos y si abrimos la puerta de la casa y salimos para el centro u otros lugares, en los que se advierte que Cúcuta no la está pasando bien en materia de empleo, que tan fundamental es para cubrir las necesidades.

Coincidente con esta fecha dedicada al trabajador, el DANE revela que en la capital de Norte de Santander en el primer trimestre de este año el desempleo se trepó al 22,5 por ciento.

Revisando lo que ocurrió el año pasado entre enero y marzo, encontramos que la tasa de desocupación llegó en ese momento al 19,8%.

En aquella oportunidad todavía no podía hablarse de algún impacto de la pandemia del coronavirus sobre la destrucción de empleos en Colombia, mientras que hoy se evidencia que la confluencia de las crisis sanitaria, económica, social y de seguridad han roto el tejido laboral.

Graficando con un pasaje de la vida diaria, lo anterior quiere decir que por nuestras calles cucuteñas deambulan hoy otros 15.000 desempleados que muy probablemente caerán en la informalidad e inexorablemente entrarán dentro de los parámetros de la pobreza monetaria, lo cual no  es un buen indicio para el futuro local.

Aunque se habla por parte del Gobierno Nacional sobre grandes inversiones en obras y en impulso a las ZESES y en que la  región tiene a 680.000 beneficiarios por los programas sociales, lo que se nota y advierte al abrir la ventana es que las únicas que crecen a la velocidad de la luz son la pobreza y el hambre, tanto en Cúcuta como en los demás municipios de Norte de Santander.

Acabamos de volver a ser noticia porque Cúcuta es la cuarta ciudad con más pobres del país, en un listado detrás de Quibdó, Santa Marta y Riohacha, mientras que en el departamento la pobreza extrema monetaria pasó del 16,1% en 2019, al 22,2% el año pasado.

Debemos recordar que como un dominó, cada uno de esos comportamientos socioeconómicos están enlazados y al caer uno pues se lleva de paso a todos los demás, ensombreciendo el panorama y llenándolo de dificultades, que llevan inexorablemente al descontento social.

De paso los propios sectores económicos se resienten porque al contraerse la capacidad de compra de la población generada por la pérdida del empleo que era su fuente de ingresos, inexorablemente ocurre la disminución de la demanda de diversos bienes y servicios.

Y lógicamente la masa desempleada que va quedándose relegada, pasa a convertirse en población vulnerable por ser presa fácil de las bandas criminales, la guerrilla, el microtráfico, la trata de personas y la delincuencia común que ve allí oportunidades para reclutarlos y entonces exacerbar la de por sí altísima inseguridad que afecta a campos y ciudades.

La pandemia del desempleo no se cura con una pastilla para el dolor ni con paños de aguas tibias. 

Para ello es indispensable idear una agresiva estrategia de generación de empleo que pasa por una necesaria solidificación de la economía productiva con apoyo real a las micro, pequeñas y medianas empresas que son las reales generadoras de trabajo, la protección de la industria nacional y local, la reactivación del campo, con un compromiso real de entidades como las cámaras de comercio.

De lo contrario llegará el momento en que o se acabe esta fecha o tengamos que llamarla el ‘Día del Desempleo’.
 

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