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Editorial
A Dios rogando...
Ni todos los extranjeros ni todos los venezolanos tienen mal comportamiento, pero, por unos, la imagen que se genera es muy negativa.
Martes, 20 de Noviembre de 2018

El incidente fue realmente grave, pero no único, protagonizado por inmigrantes venezolanos que, como lo recuerda el viejo refrán, exigen con golpes de mazo más de lo que, en su desprendimiento, los colombianos les dan para paliar su situación.

Esa de exigir más allá de todo límite acostumbrado entre los colombianos, es una práctica reiterada en las ciudades donde se han asentado de manera ilegal, no solo en el refugio de buena voluntad que entregó el Gobierno distrital a un numeroso grupo de extranjeros que se había adueñado de predios junto al Terminal de Buses.

Con el fin de ayudarlos ante las duras inclemencias del clima bogotano de esta época del año, la Alcaldía les asignó un terreno amurallado, levantó tiendas y le dio un reglamento al lugar. Prohíbe, con buen tino, el ingreso de niños y de comida, y le exige a cada venezolano un comportamiento acorde con las circunstancias sociales del barrio donde está el refugio.

En Cúcuta, numerosas personas se han quejado de los malos tratos de parte de venezolanos a los que no les satisfacen lo que les regalan. Exigen más y más, tal como estaban acostumbrados en su país por razón del carácter paternalista de todos los planes sociales del Estado.

En dependencias como la Registraduría Nacional del Estado Civil han ocurrido escenas muy reveladoras: venezolanos hijos de colombianos, que buscan tramitar la cédula de ciudadanía, han gritado a las funcionarias encargadas de atenderlos, por razón de que ellas se niegan a que las maltraten y a que los extranjeros aspirantes a la ciudadanía se quieran saltar los turnos.

En Cali, donde una numerosa colonia se apoderó de algunos predios del norte de la ciudad, los índices de inseguridad en el sector se dispararon de tal modo que las mismas autoridades se abstienen de circular por allí.

En Bucaramanga, varios inmigrantes golpearon a un tendero que se opuso a que su negocio fuera saqueado por los venezolanos que duermen en las aceras de la zona, y que exigían que les dieran varias botellas de licor.

En el hospital Erasmo Meoz y en los centros de atención en salud han ocurrido incidentes con pacientes que exigen que los atiendan antes que a los colombianos, y que, además, maltratan al personal si no les entregan medicamentos gratuitos.

De acuerdo: ni todos los extranjeros ni todos los venezolanos tienen ese mal comportamiento, pero por unos —no pocos, por cierto—, la imagen que se genera en la conciencia de la sociedad es muy negativa, pues identifican a los venezolanos, sin ninguna excepción, como personas groseras, de pésimos modales, ingratas e irrespetuosas.

Hay hastío en algunas ciudades por la presencia venezolana, y es inocultable. En todas partes se ha procurado ser generosos con las docenas de miles de personas que no tienen a dónde más ir, pero el abuso y el hecho de estar a Dios rogando y con el mazo dando ya tiene a muchos más que preocupados.

Una de las razones para estos incidentes tiene que ver con el hecho de que en Cúcuta, y en general en Colombia, se están quedando, mayoritariamente, aquellas personas que carecen de recursos de todo para ir a otros países, y que eran, además, las beneficiarias de un Gobierno que satisfacía gratis todas las necesidades básicas.

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