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Editorial
Dos mundos, una realidad
Son dos culturas igualmente poderosas, pero en desventaja una, por razón de la indefensión a la que está condenado su pueblo.
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Martes, 21 de Mayo de 2019

Desde hace unos tres años, las autoridades de Cúcuta hacen cuanto está a su alcance, para solucionarles todos sus problemas a los indios yukpa rama Perijá, que los obligaron a venir a Colombia como su única posibilidad de supervivencia.

Los han llevado dos veces hasta sus aldeas en lo profundo de la Serranía de Perijá, en Venezuela, de dónde, más se tardan en llegar que en regresar a basurales junto al río Táchira, donde acampan y hacen vida, si permanecer allí en medio de las ratas y las enfermedades se puede llamar hacer vida.

En el fondo, lo que se percibe son los estertores de un mundo que se resiste a morir ante el embate de otro, arrollador, que no ofrece solución alguna diferente de la aceptación a rajatabla de sus reglas abusivas o la condena a dejarse morir en medio de la indiferencia más abyecta.

Son dos culturas igualmente poderosas, pero en desventaja una, por razón de la indefensión a la que está condenado su pueblo, que al cabo de los tiempos se encontró en medio de una revolución que le insinuó un nuevo mundo y se lo ofreció, pero que terminó sumiéndolo en la arremolinada debacle que consume a Venezuela.

Es tan grave la situación de su país, que ellos, los yukpa, acostumbrados a la vida frugal que permiten los medios disponibles, tuvieron que huir, para no tener que sucumbir esperando por lo que jamás vendría a satisfacerles sus necesidades más elementales: comida, salud, vivienda. Ni siquiera se trataba de educación o de ayuda técnica…

Estos días, equipos del gobierno departamental dirigen un plan destinado a regresar a su territorio a 4.200 yukpa que se sentaron en Cúcuta, Ocaña y Tibú, en donde enfrentan situaciones de calamidad, por razón de la carencia casi absoluta de todo medio de subsistencia y la falta de atención por parte de las autoridades.

En el proyecto participan organismos internacionales, pero quienes deberían estar más involucradas, es decir, las autoridades venezolanas, no tienen presencia alguna. Es obvio que no les interesa, pues mientras los indios permanezcan en este país, el Gobierno venezolano tiene menos de qué preocuparse…

También hay yukpa en Colombia. Están en Becerril y Codazzi (Cesar), pero algunos asuntos los distancian de los venezolanos. Entre ellos se distinguen como yuko (salvaje) y yukpa (manso), por razón de su resistencia ante la invasión europea hace cinco siglos. A pesar de que en Colombia no disponen de todo lo necesario para su desarrollo como pueblo, su situación está muy adelante, comparada con la que soportan sus hermanos del otro lado de la raya fronteriza.

El distanciamiento parece ser la causa para que los venezolanos se asienten en centros urbanos alejados de los lugares habituales de sus hermanos, lo que repercute en el desconocimiento oficial de las costumbres de este pueblo que vive en la selva y subsiste gracias a la pesca, la caza y alguna agricultura.

Solo que en Venezuela no disponen de la menor ayuda oficial, que sus líderes buscan desesperadamente en Colombia, donde el rechazo es creciente, por razón de sus costumbres ancestrales, que riñen con las del llamado mundo civilizado.

¿Qué harán las autoridades para convencer a los indios de que para ellos —y para todos— lo mejor es vivir en su territorio? No se sabe, como tampoco se sabe si esta vez la idea de llevarlos permitirá que se queden. Pero, en verdad, lo dudamos.

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