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Editorial
Efecto dominó
Remesas que llegaban por Cúcuta para los venezolanos cayeron en el 85%.
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Martes, 9 de Junio de 2020

Los estragos económicos ocasionados por el coronavirus revivieron la pesadilla del hambre y las dramáticas condiciones sociales a miles de venezolanos que dependían del dinero que desde el exterior les giraban sus familiares que  se fueron a buscar un mejor futuro.

Pero a esa diáspora compuesta por unos cinco millones de migrantes que salieron desde 2015, la COVID-19 no solo les amenazó la salud como al resto de la humanidad sino que también les cortó los empleos y la irrigación de recursos para  mantener desde lejos a los suyos en casa.

Como lo expuso un informe periodístico de La Opinión, esta crisis sanitaria ha marchitado las remesas, al registrarse una caída del 85 por ciento de los envíos de dinero desde otros países con destino a venezolanos y que eran cobrados en Cúcuta.

Lo generado por esta pandemia es como un efecto dominó, puesto que por ejemplo mientras María Corina, en Barinas, otra vez tiene que racionar, porque su hermana que trabajaba en Chile tuvo que dejar de mandarle plata, al perder el trabajo, y ahora ha emprendido el camino de regreso, pero, además, la capital de Norte de Santander también se resiente con este sacudón.

Sucede que de esos dineros que tenía como destino el hogar de María Corina y otros miles al otro lado de la frontera, pues el 70 por ciento servía para hacer compras en el comercio cucuteño, llámese supermercados, droguerías, almacenes de vestuario y de calzado.

Habrá que esperar el nivel de recuperación de las economías latinoamericanas, sobre todo, como la chilena, peruana, argentina y ecuatoriana, lo mismo que la estadounidense, para determinar si estarán en la capacidad de reenganchar a esos migrantes o definitivamente no tendrán oportunidad durante mucho tiempo.

Las inmensas filas cruzando el parque Santander o la peatonal 11A se borraron del panorama citadino cucuteño, no por las restricciones pandémicas, sino porque el porcentaje de descenso del que hablamos antes equivalió a que en casas de remesas el movimiento cayera de 2.800 transacciones diarias a solo 300.

Vemos entonces a nuestra ciudad siendo de nuevo plataforma -esta vez en el sentido contrario- para el retorno de miles de migrantes, que al ver que el sueño de la prosperidad el coronavirus se los volvió en pesadilla crítica, ahora pusieron rumbo hacia Venezuela.

Al venirse abajo esta otra ficha del dominó, entramos en una etapa complicada en medio de la crisis fronteriza, porque por un lado llegan y llegan retornados, pero en la misma medida no los dejan pasar las autoridades de su país, generando aglomeraciones o que en últimas muchos de ellos decidan quedarse aquí.

El seguir siendo una estación receptora y de rebusque es algo muy delicado, hecho por el cual debe plantearse al Gobierno Nacional y a la cooperación internacional que adopten estrategias económicas y sociales extraordinarias para esta zona fronteriza con Venezuela.

Una crisis adicional a la que ya cargábamos a la que se unió el problema de la pandemia y ahora otra más, con un desempleo desbordado y cifras socioeconómicas en rojo, hacen ver la urgencia de medidas de carácter especial e inmediato -no asistencialistas- sino estructurales, porque de lo contrario las pandemias de la miseria, el estancamiento económico y la inseguridad, nos harán ver como una zona de desastre.    

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