El 26 de septiembre de 2022 quedará en la historia de la frontera como otra de las fechas a tener en cuenta dentro de todos los hechos que para bien y para mal han ocurrido en esta región colombo-venezolana.
Los simbolismos y la esperanza que llenaron el puente internacional Simón Bolívar resultan importantes por la significación de dejar atrás años de confrontación dentro de una especie de ‘guerra fría’ entre Bogotá y Caracas, con severo impacto socioeconómico y de seguridad en esta zona del país.
Pero con el fin de que ese alentador momento no se vaya a diluir y después a ser recordado pero por la frustración, las autoridades de ambos países con la participación de los gobiernos y voceros de Norte de Santander y Táchira –en nuestro caso- tienen que proceder a reconstruir la institucionalidad y los mecanismos para darle un orden a la frontera.
Evitar que se caiga en el caos es, por ejemplo, reabrir de inmediato los consulados de San Antonio y de Cúcuta para proceder a aplicar lo expuesto en el acuerdo de Tonchalá para el tránsito de personas hacia las poblaciones cercanas y al interior de ambos países.
Definir si volverán los permisos fronterizos. O si la cédula será suficiente para ir hasta San Cristóbal. O si habrá necesidad de tener el pasaporte, para el caso de los colombianos, es algo que no puede dejarse en el aire, porque la misma dinámica de lo ocurrido el 26S, exige que se tome una pronta decisión.
Igualmente habrá que sentar y escuchar a las autoridades migratorias porque esta reapertura tiene un elemento adicional al paso pendular de personas hacia lado y lado, como es el de los migrantes venezolanos que salieron en la mayor crisis y que según cifras de la ONU alcanzan los seis millones, de los cuales 2.5 millones están en nuestro país.
Eso es nuevo y constituye un factor a ser tenido en cuenta en el ámbito de la seguridad para enfrentar el delito de la trata de personas y el reclutamiento forzado por parte de muchas de las 14 organizaciones ilegales identificadas, que delinquen a lo largo de la frontera.
El reordenamiento también pasa por la consolidación de la lucha común contra el narcotráfico y el contrabando pero, además, con un ingrediente adicional, ponerle freno a la corrupción porque de lo contrario nada mejorará si las coimas hacen de las suyas y permiten que la vista gorda permita que crucen los grandes cargamentos.
Quince camiones cargados con exportaciones e importaciones cruzaron los puentes internacionales, en una imagen que ya la retina fronteriza había olvidado. Ese esperanzador hecho sobre ruedas tampoco puede quedarse ahí, sino procederse a consolidarlo, porque los fieles de la balanza nos recuerdan que el intercambio comercial llegó a los fabulosos 7.200 millones de dólares en 2008 y que el año pasado se desplomó hasta los 400 millones.
Es tanto el trabajo por hacer, que las autoridades no deben olvidar el transporte terrestre de pasajeros y el paso de vehículos particulares. Sobre ese par de temas hay mucha ansiedad y gran cantidad de preguntas por resolver, pero que deben tener un plan concreto para su reactivación.
Otro asunto común que tiene la frontera de Colombia y Venezuela, es el de la presencia de la guerrilla del Eln, en ambos lados, asunto que nos convierte en jugador importante en la reanudación de los diálogos de paz anunciados por el gobierno y en los que Venezuela será garante.
Para el mediano y corto plazo en el futuro fronterizo, la cristalización de esos acuerdos para la desactivación de ese perturbador elemento, razón por la cual hay que apostarle a que la anunciada paz total se consolide, pues no olvidemos que esto nos conducirá a un mejor futuro.
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