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Editorial
El absurdo del pimpineo
En las últimas semanas, como una consecuencia de la aguda escasez de gasolina que hay en Venezuela, el contrabando se ha detenido. 
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Sábado, 25 de Mayo de 2019

Solamente en un país como Colombia, que según el presidente venezolano, Nicolás Maduro, vive de exportar café traído de contrabando de los grandes cafetales de Venezuela, se da una situación absurda como la que ocurre estos días en Cúcuta con la gasolina.

Acostumbrados por décadas a consumir combustibles ilegales (los traen de contrabando de Venezuela), por razón de precios ridículamente bajos pero que a los contrabandistas les dejan millonadas inverosímiles de pesos, los automovilistas de Norte de Santander, pero en especial de Cúcuta, crearon poco a poco la idea de que si el auto no consume gasolina venezolana, no se comporta de la mejor manera.
  
La situación ha llegado a extremos tales como el de que Cúcuta es la ciudad colombiana que menos estaciones de servicio tiene. ¿Para qué, si la mayoría de los automovilistas tiene puestas sus preferencias en el pimpinero, es decir, el vendedor de gasolina ilegal al que se puede encontrar en cualquier garaje y al que nadie, ni la Policía le impide delinquir. Porque contrabandear y vender contrabando es delito. Y comprar lo ilegal, también.

Pero, en las últimas semanas, como una consecuencia de la aguda escasez de gasolina que hay en Venezuela, el contrabando se ha detenido. Prácticamente ha llegado a cero, pues el único combustible está en Caracas, y traerlo desde allá hasta Colombia lo encarecería, de manera que haría inviable el negocio de las mafias.

Como solución, y esta es la parte realmente increíble, los pimpineros compran gasolina colombiana, y la revenden a precios increíblemente altos para la tradición del negocio. Un galón de gasolina colombiana en manos de pimpineros, cuesta hasta 3.000 pesos más que la que venden en las gasolineras. Y, sin embargo, son muchos los automovilistas que prefieren pagarla a esos precios, antes que hacer las colas que se presentan en las estaciones de servicio.

La actitud de estos automovilistas no se explica con facilidad, y menos si se tiene en cuenta que algunos de estos vendedores ilegales de gasolina le agregan un colorante que se usa para lubricar motores, para darle el tinte un poco más rojizo que tiene la gasolina venezolana. Y ha habido casos en que, en vez de esa sustancia, le adicionan polvo para elaborar bebidas refrescantes, lo cual les causa daños irreparables a los motores.

¿Qué pretenden demostrar estos automovilistas, que prefieren pagar mucho más dinero por un producto en apariencia ilegal en su origen, pero que no lo es? No hay explicación sensata posible… Sencillamente están haciendo el ridículo, con una absurda actitud que a nadie le hace bien, pues en realidad siguen alimentando las cuentas bancarias de las mafias que manejan el negocio ilegal en la región.

Por otra parte, actuar así es reafirmar lo que tanto critica Colombia entera de los nortesantandereanos: su permanente actitud contraria a las normas legales, y con mayor razón si, en una situación en la que todo es normal, legal, se ilegaliza el comercio de combustibles nacionales, con pretextos que nadie puede entender, y con precios que realmente son escandalosos si se comparan con los de la gasolinera.

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