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El asunto es otro

Más allá de si el transeúnte tiene uno u otro documento, el problema es la falta de autoridad y de control en los tres puentes.

Está bien cualquier medida que se adopte con el fin de superar el desorden en los pasos fronterizos internacionales del Área Metropolitana de Cúcuta.

Pero, quizás, la creación de la Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF) no sea suficiente si no se cumplen las normas legales elementales correspondientes a unos lugares de los que dependen cosas de mucha importancia para el país, incluida la propia seguridad nacional. La TMF es un mecanismo similar al que se estila en muchas fronteras del mundo para facilitar el tránsito de las personas de las zonas fronterizas.

Documentos para reglamentar el cruce de personas en ambos sentidos no han faltado: el pasaporte, documento por antonomasia para identificarse e ir de un país a otro siempre ha estado presente. Como consecuencia de la reapertura de la frontera, surgió la Tarjeta Migratoria de Tránsito Fronterizo. Incluso, la cédula de identidad ha permitido cruzar la raya.

Pero, más allá de si el transeúnte tiene uno u otro documento, el problema es la falta de autoridad y de control en los tres puentes internacionales de la zona: varias veces se ha denunciado la inoperancia de los funcionarios destacados bajo unas toldas sobre el puente.

Frente a ellos cruza cualquier persona sin que nadie se preocupe de exigirle un documento que demuestre su identidad (menos, de revisar los equipajes). Y este problema puede ocurrir por varias razones que van desde la eventual negligencia de los funcionarios hasta su incapacidad física para atender a miles de personas que van y vienen, pasando por las condiciones lamentables de los recursos que se han dispuesto para el trabajo.

No es grato permanecer durante horas y horas bajo el sol de Cúcuta y sobre el pavimento, amparado solo por una carpa, atendiendo personalmente a una fila eterna de personas que van y vienen y que, en muchos casos, buscan eludir a las autoridades.

Tampoco es cómodo revisar maletas llenas de ropa en la mitad de un puente y a la vista de todo el que quiera pararse a mirar y a generar más desorganización en torno de lo que allí ocurre.

Y ocurre porque, por razón de las circunstancias del cierre intempestivo del paso y las acciones de reapertura parcial y caprichosa, ha sido necesario improvisar y cometer errores para aprender.

Pero ya ha pasado un tiempo suficiente como para descartar la atención en la mitad de los puentes y concentrarla en dependencias más cómodas y con mejores recursos humanos, técnicos y logísticos.

De todos modos, la TMF es una buena medida, muy sencilla de tramitar en línea  —que ojalá se complemente con tecnología y espacios físicos adecuados—, porque permitirá comenzar a pensar en cómo actuar cuando todo el tráfico humano y automotor se normalice.

El hecho de que la TMF obedezca exclusivamente a una decisión colombiana no descarta la posibilidad de que Venezuela fije, también, un mecanismo similar. Porque a todo país le conviene saber quiénes lo visitan y por cuánto tiempo, algo que, hasta ahora, es imposible, pues ni siquiera se puede establecer sin duda que el portador de un pasaporte sea quien dice ser: no hay revisión.

Sábado, 18 de Febrero de 2017
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