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El derecho a exigir

Ignoramos que las vías no son un lujo sino una necesidad básica.

¿Cuántas solicitudes respetuosas, como las llaman las normas legales, ha formulado Norte de Santander a todos los gobiernos centralistas que se han sucedido en el último siglo, por ejemplo, en busca de soluciones para su eterno aislamiento? Sin duda, la cuenta se debió perder hace mucho rato, y nadie en Bogotá se preocupó siquiera por responder a esas solicitudes respetuosas, ni nadie aquí, con poder para hacerlo, se comidió a reclamar, a insistir, a evitar el olvido, también eterno.

No es la única razón, pero quizás porque no se ha dejado de pedir, en vez de exigir con toda energía lo que por derecho le corresponde a esta región, hoy en Cúcuta estamos peor que en los tiempos de la: abandonados a nuestra suerte, aislados, sin posibilidad de salir siquiera a Pamplona o a Ocaña. Y con la frontera cerrada.

¿Cómo, en estos tiempos, la sexta ciudad del país en importancia depende, de viejas carreteras buenas para nada, que no resisten una semana de lluvias, porque se destruyen? Y ¿cómo es posible que la solución se limite a reparación de daños sin ninguna garantía de duración? ¿Cuántas veces, los derrumbes en la misma zona han bloqueado la vía a Ocaña, y cuántas veces ha ocurrido algo similar camino a Pamplona?

El hecho de que se esté construyendo la doble calzada entre Pamplona y Cúcuta no es garantía, por ahora, de que el peligro de la incomunicación terrestre quede disipado.  

Pero, estamos tan acostumbrados a que en cada invierno comienza el reino de la incomunicación, que ni siquiera somos conscientes de que tener vías en el mejor estado posible es un derecho elemental de los pueblos. Ignoramos que las vías no son un lujo sino una necesidad básica, y creemos que así como tenemos derecho a exigirlas, el gobierno central tiene el derecho de negarlas. ¡Pues, no...! 

Es necesario, imperativo, cambiar de actitud. Ya basta de solicitudes que ni siquiera se preocupan los burócratas por leer, así sea por mera cortesía. Hay que exigir, es decir, pedir imperiosamente todas las cosas a las que tenemos derecho. Con energía, con dignidad, con determinación.

Desde luego, hay que admitir que estamos en un departamento en el que de verdad se cumple aquello de que el pueblo es superior, muy superior, a todos sus dirigentes juntos. Ojalá uno solo de ellos saliera de ese molde, pero no es así.

En consecuencia, nos toca a los demás, asumir la responsabilidad que no han sabido ni querido asumir sus responsables políticos, sus burócratas, todos incapaces de hacer lo que tienen que hacer, es decir, defender los intereses de la región que les entregó su poder.

Para los nortesantandereanos es mejor sentirnos solos, pues así dejamos de confiar en quienes no pueden seguir representándonos, y haremos las cosas por nuestra cuenta, como ha debido ser desde hace mucho rato. Tenemos que hacer conciencia que lo poco que la corrupción no se ha llevado lo tenemos que defender solos. Es la realidad.

Viernes, 26 de Octubre de 2018
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