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El desafío de Maduro

Ya lo dijo el propio Maduro, que en la Tierra, Colombia es el peor enemigo de Venezuela.

Contra el querer de muchos colegas suyos, Nicolás Maduro asumió, en acto al que asistieron delegados de 94 países, un nuevo período presidencial de seis años, en abierto desafío que puede llevar a Colombia a enfrentar serias consecuencias.

El hecho de que hubiera 94 delegaciones extranjeras, además de enviados de organismos internacionales, deja sin mucho piso argumentos como el del canciller colombiano, Carlos Trujillo, para quien el Gobierno colombiano actúa conforme a la legalidad internacional, pues según eso, México o Bolivia, para no ir más lejos, son, para Colombia, gobiernos que están actuando fuera de la legalidad.

Hay que esperar el paquete de sanciones que, desde una posición de injerencia en asuntos de otras naciones, prometió el presidente Iván Duque para Maduro y altos funcionarios, pues de ellas dependerá, en mucho, lo que suceda, al menos en la frontera, de ahora en adelante.

Si por ahora la presencia, tolerada o no, del Eln en Venezuela, ha generado inquietud colombiana, una eventual respuesta venezolana a las sanciones se podría traducir en consentimiento formal para que la guerrilla pueda actuar sin mayores problemas desde territorio de ese país.

Y en una situación así, no hay duda de que los guerrilleros aprovecharán la oportunidad para desempeñar sus actividades contra Colombia en ambiente mucho más favorable que el actual. En reacción lógica, Duque podría dar pie a que surja una situación de conflicto que, como sucede siempre, pueda escalar y convertirse en enfrentamientos armados entre los dos países.

Ya lo dijo el propio Maduro, que en la Tierra, Colombia es el peor enemigo de Venezuela. No se refería, claro a Colombia en general, sino a Duque y su Gobierno, y mientras persista ese criterio, la amenaza de días grises, y quizás negros, seguirá flotando sobre los 2.200 kilómetros limítrofes.

No se trata de intentar neutralizar al Gobierno, sino de sugerirle que cuando piense en actuar contra Caracas pondere, con calma y sensatez, los pro y los contra derivados de sus decisiones.

No basta la palabra del canciller Trujillo de que “Colombia jamás ha pensado en apoyar una intervención militar –contrario a lo que piensan en Caracas– y toda medida se hará a través de la democracia”. Al fin y al cabo, cuando visitó Cúcuta junto con el secretario general de la Oea, Luis Almagro, su silencio oficial avaló las palabras guerreristas del visitante uruguayo, como también validó, al callar, las del embajador en Washington, Francisco Santos, cuando se expresó en el sentido de la vía armada para ponerle fin al gobierno de Maduro.

Tanto Duque como los más altos funcionarios del Gobierno deberían tener en cuenta el sentir de los fronterizos cuando pretendan asumir posiciones ante Caracas y hacer conciencia de que cualquier palabra de ellos genera un clima de nerviosismo e inquietud que, realmente, no se merece la región.

En caso de que las cosas se compliquen, ¿dónde, sino en Cúcuta, Maicao o Arauca, entre otros lugares, caerán los tiros que vengan de Venezuela?

Desde luego, desde Bogotá no se alcanza a ver sino Monserrate. Pero más allá de ese cerro está la mayor parte de Colombia, a la que deberían prestarle atención en sus temores e inquietudes, antes de dejarse llevar por la soberbia y la ligereza.

Jueves, 10 de Enero de 2019
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