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Editorial
El desempleo
El solo hecho de volver a fortalecer las actividades de comercio exterior, es previsible que conlleve a la recuperación de numerosos empleos perdidos.

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Martes, 3 de Enero de 2023

Mientras en Colombia la tasa de desempleo en noviembre mostró un descenso del 3,1 por ciento en relación con el mismo mes de 2021, en Cúcuta el nivel de desocupación no da tregua y sigue por encima del promedio nacional, al llegar al 12,4 por ciento.

Todavía la ciudad sigue mostrando este molesto síntoma, que ojalá empiece a perder fuerza ahora que prácticamente la reapertura fronteriza colombo-venezolana ha sido completada y sus esperados efectos positivos comiencen a sentirse en la economía local.

Es evidente que ahí radica una misión en la que deben embarcarse las fuerzas de la región, para que más temprano que tarde haya reportes como este: por segundo mes consecutivo la población desocupada en Colombia estuvo por debajo del 10%, luego de cuatro años en cifras de dos dígitos que llegaron a rondar el 25% durante la crisis sanitaria del coronavirus.

En un contraste que nos deja bastante alejados de la realidad del país en el campo de la población ocupada y desocupada, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) determinó que en esta región del país hay 408.000 personas empleadas y 58.000 desempleadas, contabilizando 1.300 desocupados más que hace un año.

Para este 2023,  es indispensable que Norte de Santander y Cúcuta decidan entre sus proyectos de mejoramiento la disminución sostenida tanto del desempleo como de la informalidad laboral, asunto en el cual es indudablemente necesario el respaldo del Gobierno Nacional.

Debemos buscar aquí, que la generación de puestos de trabajo no sea simplemente por necesidades de temporada ni que se muevan al ritmo de inusitados crecimientos en la actividad comercial, por ejemplo, sino que se pueda llegar a consolidar como una consecuencia lógica del fortalecimiento del modelo económico regional.

Ser zona de frontera y estar en un proceso de reactivación y recuperación de las actividades tiene que  implicar que la aguja de la generación de nuevos puestos de trabajo se convierta en uno de los medidores sobre el real beneficio que este paso fronterizo trae para los habitantes.

El solo hecho de volver a fortalecer las actividades de comercio exterior con todos sus servicios incluyendo la dinamización del transporte de carga y los servicios complementarios, es previsible que conlleve a la recuperación de numerosos empleos perdidos por efecto del prolongado cierre fronterizo.

Salir del grupo de regiones con altos volúmenes de personas afectadas por la carencia de fuentes que les garanticen los recursos necesarios para atender, por lo menos, lo básico para su sostenimiento y el de  sus familias, es una cuestión imprescindible y a la que tiene que fijársele metas, fechas y métodos para lograrla. Ahí se encuentran Quibdó, Riohacha, Ibagué, Valledupar, Montería, Armenia y Tunja, por ejemplo, con dos dígitos.

Hay que buscar las mejores alternativas que lleven al departamento a entrar en el listado de los puntos del país con más bajas tasas de desempleo como Manizales y Bucaramanga con el 9 por ciento o la misma Bogotá con el 9,1 por ciento.

Encaminarse hacia metas como esas requiere de un esfuerzo extraordinario pero indispensable, porque no podemos quedarnos contemplando este panorama de desempleo como si fuera un elemento normal del paisaje, puesto que sus efectos son demoledoramente dañinos.

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