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El efecto Macías

Aunque se insista en que a la ‘jugadita’ no debe dársele trascendencia, la misma afecta la capacidad para llegar a la conciliación nacional.

El senador Ernesto Macías pareciera estarse abriendo camino a tener un lugar en la historia política colombiana como el hombre que opacó al presidente de la República, Iván Duque, quien es su copartidario del Centro Democrático. Lo hizo el día en que Duque asumió la presidencia y lo volvió a hacer el pasado 20 de julio, al darle inicio a las sesiones ordinarias de Senado y Cámara. 

La famosa jugadita para atravesársele a la réplica de la oposición, el día de la instalación del Congreso de la República, quedó en la retina y no, por ejemplo, que Duque se haya acercado hasta las curules de congresistas del partido FARC, a saludarlos, o que en su discurso regiones como el Catatumbo y otras de Norte de Santander quedasen notificadas del regreso de las fumigaciones con glifosato a los cultivos de coca.

Como lo hizo el 7 de agosto del año pasado, cuando Macías en su discurso terminó alabando al senador y expresidente Álvaro Uribe, y utilizó el espejo retrovisor para cuestionar al gobierno del saliente presidente Juan Manuel Santos. De ese acto quedó para el recuerdo cuando Macías en la Plaza de Bolívar pidió rendirle el más sentido homenaje “al expresidente Álvaro Uribe Vélez por su grandeza”.  

Con su característico estilo de evitar las confrontaciones Duque prefirió bajarle el tono a lo ocurrido: “Yo no le pongo a eso misterio. Yo no tengo contendores políticos. Yo no estoy compitiendo por la reelección, yo soy el presidente de todos los colombianos y quiero gobernar para todos  los colombianos”. Y como colofón, en referencia a lo hecho por su copartidario del Centro Democrático, notificó que la instalación del Congreso “no se puede reducir a lo que dijo Macías”.

Pero aunque el jefe de Estado quiera que todo no se reduzca a eso, los acontecimientos muestran que el efecto Macías abrió más la brecha entre el gobierno y sus opositores que vieron en esa ‘jugadita’, una posible violación al Estatuto a la Oposición. Esa maniobra les dio argumentos a quienes contienden al Ejecutivo, para hacerle más señalamientos, considerar que todo esto haría parte de una estrategia para acorralar a los contradictores y no respetarles los espacios que les da la democracia.

El efecto Macías seguramente ayudó a incrementar la polarización entre las fuerzas políticas y de los mismos colombianos, porque aunque se insista en que a la ‘jugadita’ no debe dársele trascendencia, lo cierto es que como afirman algunos observadores, la misma afecta la capacidad de liderazgo para llegar a la conciliación nacional que debe encabezar el presidente de la República, para el manejo de los asuntos del Estado.

Como se le quiera llamar a las actuaciones del ahora expresidente del Congreso de la República, lo cierto es que estas figuran con más fuerza en la retina de la gente, que la misma convocatoria de Duque para que salga adelante el estatuto anticorrupción. Tal vez, el senador Álvaro Uribe, como jefe máximo del Centro Democrático y al que Macías como presidente le mandó a poner una placa en el Senado para exaltarlo como “colombiano ejemplar”, tenga que llamarlo al orden. Estos episodios como el protagonizado por Macías solo le hacen daño al país, pues generan que las buenas intenciones del presidente, algunas veces, sean opacadas por los miembros de su partido.

Lunes, 22 de Julio de 2019
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