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El Escobal

Ahora volvió a ser motivo de grave preocupación ante el cierre del comercio del Nuevo y Viejo Escobal por las intimidaciones lanzadas por Pocho, el presunto comandante de un grupo armado ilegal.

No se encuentra en los extramuros ni tampoco en el rincón más alejado de Norte de Santander o por allá en un sitio inexpugnable en la geografía cucuteña, como para excusar  las fallas garrafales en el ejercicio de autoridad y la debida presencia constitucional del Estado en un barrio como El Escobal.

Tiene una estación de Policía muy cerca, a pocos metros hay un puesto de control cerca del puente internacional Francisco de Paula Santander, y se encuentra a dos minutos de un famoso centro comercial, a escasos segundos del sector de Prados del Este, a menos de diez minutos de El Malecón y a media hora del ‘corazón’ de la ciudad.

Que un estratégico y emblemático lugar, que en el pasado fue corregimiento, y que está pegado a la frontera con Venezuela, hoy sea sometido por la criminalidad deja muy mal paradas a las autoridades no solo ahora, sino en años pasados, dando la sensación de que la delincuencia ha tomado alas en su desafío a la institucionalidad.

La Policía, la Dijín, las fuerzas especiales, la Secretaría de Seguridad y los teóricos que levantan análisis en torno al fenómeno de la inseguridad deben de tener en cuenta ciertos detalles para que los lleve a acertar o al menos a acercarse a las soluciones más adecuadas al mal que aqueja a ese barrio cucuteño, del cual todos nos acordamos cuando circulamos por la glorieta que lleva su nombre en el anillo vial oriental.

Recordemos -por ejemplo- que El Escobal fue ‘cuartel de operaciones’ de la temible banda criminal La Línea que llegó a tener hasta casa de pique en la que torturaban y descuartizaban a  sus víctimas, desde su aparición en 2013, aunque últimamente ha resultado fuertemente golpeada hasta debilitarse, mientras en la zona se hace fuerte, hoy, la guerrilla del Eln con su presencia en la frontera.

Ahora volvió a ser motivo de grave preocupación ante el cierre del comercio del Nuevo y Viejo Escobal por las intimidaciones lanzadas por Pocho, el presunto comandante de un grupo armado ilegal. Esto es muy delicado si nos detenemos a recordar lo que dijimos al principio, que allí hay presencia policial, pero por lo visto su efectividad real para garantizar la seguridad ciudadana ni es fuerte ni da confianza.

‘Perder’ tan emblemático lugar fronterizo a manos de una criminalidad que crece, se fortalece y alimenta de la ilegalidad que circula y hace de las suyas en trochas como El Águila, La Marranera, La Trituradora, La Isla, Punto 8, El Italiano, La Carbonera, La Torre 51, por ejemplo, es una cuestión que merece algo más que los desgastados consejos de seguridad, porque están cayendo en la misma onda de los famosos documentos Conpes que hoy llenan los anaqueles.

A la luz de los acontecimientos, lo que pasa allí no es casual. Se trata de una acumulación de males que deben ser extirpados y enfrentados con la debida operatividad policiaca y militar, y desde los programas estatales de inversión social, apoyo a las microempresas, impulso al empleo y planes de mejoramiento urbano y de infraestructura.

De verdad que no suena nada bien que Cúcuta siga arrastrando ese lastre de violencia urbana y rural. A todas luces la ciudad está pagando las consecuencias de una frontera invadida por la delincuencia común y organizada, que como en tierra de nadie ha instaurado un peligroso imperio del crimen.

Sábado, 20 de Febrero de 2021
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