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Editorial
El espacio público
El alcalde electo tiene ahí un gran trabajo que asumir para solucionar ese gravísimo problema.
Viernes, 6 de Diciembre de 2019

Caminar y circular por el corazón de Cúcuta, en especial la avenida sexta, es más que una aventura en estos tiempos decembrinos. Como dicen los expertos, la velocidad es casi de cero y la gente prácticamente no anda sino que va en un asfixiante apretón entre vendedores ambulantes y estacionarios, los ofrecedores de dólares y bluyines, personas que van con maletas y la intensa bulla de los carreteros.

Toldos multicolores caracterizan esa zona de la ciudad, debajo de la cual se ofrecen mercancías de todo tipo, con el inconveniente que en temporadas como la navideña, la presencia de expendedores callejeros se multiplica en razón de que esta es la forma de rebusque de muchas personas, entre las que ahora también se cuentan los inmigrantes venezolanos.

Dejar esta zona sin control alguno, en últimas equivale a generar efectos demoledores sobre la movilidad vehicular, porque como se ha visto y palpado, la tendencia es prácticamente a reducir a la calzada para que escasamente pase un carro a la vez, lo cual ocasiona un lento flujo que finalmente termina extendiéndose y afectando a otros puntos de la ciudad.

La agitación ocurrida el pasado jueves por la tarde en aquel lugar, obedeció precisamente a que la Policía llegó a tratar de imponer orden, especialmente en lo relacionado con la contaminación acústica  porque quienes expenden frutas, medias, alimentos y otros artículos utilizan equipos sonoros que por la cantidad de ruido que generan pues implican, finalmente, problemas para la salud e impacto negativo para la tranquilidad de este sector cucuteño.

Un acuerdo debe salir desde la calle y el municipio y las autoridades que controlan el espacio público con el propósito de buscarle una salida a este problema de ocupación de las vías por parte de quienes no tienen otra alternativa para sobrevivir.

Y es que ese gigantesco mercado al aire libre surgen las evaluaciones sociales sobre lo que está ocurriendo, ratificándose, como se ha insistido hasta la saciedad que los alimentadores de esta crisis son el desempleo y los inconvenientes para suplir las necesidades básicas insatisfechas y, ahora, el éxodo venezolano.

Cifras del DANE ratifican una sustentación técnica a esa masa de vendedores informales, al indicarse por parte del organismo oficial que en Norte de Santander la pobreza monetaria, a 2018 se situó en 41,7% y en Cúcuta llegó al 36,2%. Y en el mercador de la pobreza extrema tampoco salimos muy bien librados: 10,2% en el departamento y 7% en la ciudad.

Por lo tanto, la administración del alcalde electo, ingeniero Jairo Yáñez, tiene ahí un gran trabajo que asumir para solucionar ese gravísimo problema que debe hacerse mediante una política estructural y no de acciones coyunturales, porque de lo contrario el efecto que se busque tenderá a diluirse y la enfermedad persistirá.

Mientras tanto, al gobierno saliente no le queda más que implementar un programa decembrino para que la actividad comercial pueda desarrollarse sin mayores traumatismo y que la movilidad recobre velocidad. No se descarta que algunos tramos del centro puedan habilitarse -temporalmente-como peatonales-para que los compradores cucuteños y venidos de Venezuela puedan adquirir sus artículos sin dificultades y con seguridad. Lo importante es  la reorganización de común acuerdo y sin mayores traumatismos.

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